Hace ya bastante tiempo que entré en el mágico mundo de la bloggosfera. Por aquel entonces los blogs no formaban parte del imaginario colectivo, y la frase ‘yo también tengo un blog’ no era continuamente escuchada. Eran buenos tiempos. Los blogueros originarios tenían una credibilidad que hoy en día (casi) nadie posee, escribían con la conciencia limpia y tranquila al saber que eran entendidos del tema que abarcaban, eran sabios que desinteresadamente compartían su sabiduría con el resto de la sociedad informatizada.
Hoy en día quien no tiene un blog no es nadie. Esto me entristece en muy alto grado, ¿y por qué? os preguntareis. Que cualquier persona tenga un blog no es algo negativo, al contrario, lo que se produce es una pluralidad de opiniones acerca de un mismo tema, tantas opiniones como personas, y ese aspecto es importante.
El punto de vista negativo paradójicamente es el mismo. Sufrimos una infoxicación constante: una sobre- información que hace que no valoremos ni analicemos todos los datos que nos llegan cada día. Sabemos un poco de todo pero nada en demasía.
En el campo de la moda, hace unos cinco años aproximadamente eran uno o dos los blogs que analizaban de manera crítica y personal las tendencias, las creaciones, la sociedad y su consumo… en definitiva trataban y analizaban la información antes de volcarla a la web. Los demás, como lectores asiduos buscábamos en ellos un punto de vista diferente de la moda (y complementario con las revistas).
¿Qué ha ocurrido en apenas un año? El panorama de blogueros especializados en moda y tendencias ha cambiado enormemente. Antes podríamos decir que siempre éramos los mismos en los eventos, presentaciones en prensa o incluso en quedadas vía online, ahora me cuesta reconocer a gente dada la masificación y proliferación de éstos. No lo critico, al contrario, creo que es positivo que las nuevas generaciones avancen y den un paso más, eso sí: exijo un mínimo de criterio.
Muchos nuevos blogueros suben a la palestra por los obsequios de las marcas, vendidos por una copa de champagne y dando su propia vida por una simple foto en un diario digital. ¿Pero qué pasa con la información? Si yo, personalmente, no puedo asistir a la presentación de una colección un diseñador determinado, buscaré en la blogosfera y no encontraré nada salvo fotos en una pose poco menos que imposible y con un photocall plagado de patrocinadores. Pero ¿y la colección? Ahí quería llegar.
Las nuevas generaciones de blogueros han de ser críticos con lo que les rodea. Si un acto o presentación de producto es positiva y recomendable, es honesto que así lo publique en su bitácora. Pero si por contrario no lo es, la calidad es mínima o simplemente el trato ha sido descortés yo quiero saberlo, como lectora que busca información (y seguramente futura clienta de la marca). Ahí radica la honestidad del blogger.
No os vendáis por una copa de champagne si el producto no os gusta. Bebérosla y después criticadlo.
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