Llegan los madrileños, ¡qué bien!. Todos vestidos con ropa de montaña e ilusionados con visitar Segovia. Casi 20.000 visitantes invadieron la ciudad durante el puente.
Visitan los monumentos, hacen unas compritas, se llevan unas pastas para la abuela diabética, llenan los bares con su alegría capitalina y los restaurantes con sus estómagos vacíos y sus ganas de comentar a los amiguetes después “no veas qué bien comimos en Segovia….”. Parece que incluso algunos autobuses se desviaron directamente desde Barajas ante la huelga de los Descontroladotes a pasar esos ansiados días de vacaciones por aquí.
Todo suena lúdico y feliz. Sin embargo, si 20.000 personas se desplazan, pasan cosas, muchas cosas, seguro. Así que los madrileños vienen y ¡zas! Se ponen malos, se infartan, se indigestan, tienen gases, pierden los empastes, se luxan, se rompen, les roza la bota de senderismo comprada para la ocasión, se les convierten los catarros en neumonía, les da diarrea a los niños, o una otitis malísima, se les meten cuerpos extraños en los ojos mirando al acueducto, se les descompensan sus enfermedades crónicas (¿qué medicación toma? Cinco pastillas verdes, tres rojas y dos moradas pero mírelo usted en Internet que tendrán mi informe), hacen retenciones urinarias, les da un cólico de riñón o se les revuelven las piedras en la vesícula Mariano-no-tenías-que-haber-comido cochinillo, les sube la fiebre, se olvidan la medicación hágame-usted-una-receta, entran en insuficiencia cardiaca, se caen de la bici eléctrica tras 20 años de no montar en bici, se clavan un clavo de una puerta herreriana, se atragantan, vomitan, les sangra la nariz es-que-tomo-sitrom, les da una migraña, las anginas se les llenan de placas, les da un ataque de ansiedad o uno de agorafobia al ver tanto trozo de cielo, les da un vértigo al asomarse desde el alcázar, les da una alergia a algo, se les cae el pie un botijo de la feria de artesanía, se rompen la cadera, se esmoñan en los empedrados, se les obstruye el intestino, les da un ataque de asma ante la falta de humo, les dan palpitaciones, les pillan los coches (de otros madrileños, que los de Segovia siempre respetan los pasos), se pillan una cistitis a-quien-se-le-ocurre-quitarse-la-faja-para-venir-a-Segovia, les da apendicitis, ileitis o cualquier otro “itis”….. y ni que decir tiene que se presentan raudos en el hospital. Y claro, allí somos los mismos de siempre, La Paz, el Puerta de hierro y los otros hospitales de Madrid no nos mandan refuerzos para ver a su gente, de hecho es probable que este laaaargo puente el personal sanitario de Madrid haya sido capaz de rellenar páginas y páginas de sudokus, intercambiar recetas de cocina, discutir de fútbol, leer todos los periódicos del mundo en Internet e incluso aprender chino con tanto tiempo libre. Normal, tenían a sus pacientes en Segovia.
Con la majadería esta de las autonomías, y como ver a un madrileño es como ver a un extranjero solo que vestido de pijo, imagino que Madrid re-embolsará a Castilla el uso de sus servicios pero lo que es el personal de a pie, no lo vemos. Se nos multiplica el trabajo por chiquicientos mil pero como “los visitantes dan vida a Segovia”….¡qué siga la juerga, oiga! ¡qué alegría mas grande!