Palacio Quintanar
Suso Barrio en el Palacio de Quintanar

El Palacio Quintanar, el venerado Centro de Arte, Innovación y Diseño de Segovia, ha vuelto a ser el portal hacia un universo insólito. Desde este viernes, 10 de octubre, sus salas 4 y 5 acogen “Dadá”, la nueva y vibrante exposición del artista leonés Suso Barrio. Lejos de ser una simple muestra pictórica, es una invitación a un viaje cósmico donde la lógica se suspende y la alegría se entrelaza con una profunda, aunque lúdica, melancolía.

El Palacio Quintanar, con sus intrincados jardines que parecen custodiar secretos de otros reinos y sus salas que evocan tiempos pasados y futuros a la vez, se erige como el escenario perfecto, casi un planeta imaginario en sí mismo, para recibir la obra de Suso Barrio. Aquí, la genialidad del artista encuentra un eco en la arquitectura, creando un diálogo entre lo terrenal y lo onírico.

La Revuelta Colorista del «Dadá» de Suso Barrio

Bajo el título “Dadá”, Barrio rinde homenaje a la rebeldía del movimiento de Zúrich, desbordando la razón y abrazando el absurdo para abrir nuevas dimensiones de expresión, tal como lo subraya la comisaria, Marta Beatriz Gutiérrez Rodríguez. Sus más de veinte óleos de gran formato y sus piezas híbridas, que coquetean entre la escultura y la pintura, son un festín visual de colorismo rabioso y referencias históricas que abarcan siglos.

La obra de Suso Barrio es una dialéctica de los contrarios: lo naíf se codea con lo estructurado; lo sencillo con lo barroco; lo antiguo con lo contemporáneo; y los evidentes códigos occidentales se fusionan con destellos de influencias orientales, creando un desconcierto enriquecedor que nos obliga a la reflexión. Mercedes Gómez Blesa apunta que la viveza de sus colores, como en sus «Mujeres de Park Avenue», nos impele a «un movimiento de retorno hacia la jovialidad e inocencia de la mirada infantil.» Nada es lo que parece; cada pincelada es una pregunta.

El Principito de Ponferrada: Un Encuentro con el Artista

Tuvimos el privilegio de encontrarnos con Suso Barrio, un encuentro que resonó con la dulce extrañeza de la obra de Saint-Exupéry. En Suso, descubrimos a un artista que conserva la inocencia, amabilidad e inagotable imaginación de un niño que ha viajado a otros planetas habitados por «adultos extraños», plasmados en sus retratos.

Barrio nos confesó que su arte es una constante escapada a esos mundos interiores plenos de color y alegría que creó en su infancia, un universo poético donde no busca la narración, sino la impronta, algo que nos transporte. Nos contó que pinta porque su «cabeza hueca» es una ventana por donde asoman imágenes a las que tiende la mano para sacarlas.

En este viaje de regreso a la infancia, Suso ha asimilado la riqueza de la Tierra:

Obsesiones Cromáticas: Desde los azules lapislázuli del Quattrocento italiano de Fra Angelico hasta los colores rabiosos del Expresionismo alemán, con el Jinete Azul y Franz Marc a la cabeza, su paleta es una «ensalada» vibrante.

Influencias Telúricas: Un viaje a Egipto trastornó su visión, llevándolo a integrar las figuras de perfil, la expresividad detallada de los ojos (como el Ojo de Ra) y los colores chirriantes de las tumbas. De aquí surgen las figuras con varios brazos y las ofrendas en primer plano.

Horror Vacui y Décor: Influenciado por Matisse, y parafraseando la «decoración total» que los romanos llamaban horror vacui (miedo al vacío), Barrio llena sus fondos de intrincado decorativismo, un juego estético que crea dramatismo y enmarca sus personajes como fotografías antiguas de pueblo con el tapiz más hermoso detrás.

El Misterio de la Mirada: La mayoría de sus retratos se centran en el busto o primer plano, permitiéndole jugar con el rostro y el fondo, reservando la figura completa para cuando el cuerpo y la vestimenta deben compartir el protagonismo.

«Yo no busco, encuentro»

La clave de la genialidad de Suso radica en su proceso creativo. Como parafraseando a Picasso, él afirma: “Yo no busco, encuentro.” No entra al estudio con una idea premeditada, sino que se deja llevar: «El cuadro me va diciendo a mí.» Todo comienza con un dibujo que le sugiere un fondo, una parte de abajo, y así, jugando con el color, persigue el resultado estético y, sobre todo, la poesía.

El artista nos ha dado un mapa para recorrer sus mundos, esos mismos que sigue visitando en su estudio de Ponferrada. La exposición «Dadá» en Palacio Quintanar no es solo una muestra de arte; es un regalo de la infancia preservada, un recordatorio sarcástico y a la vez feliz de que la mayor verdad reside a menudo en el absurdo, en ese niño interior que Suso aún cuida y nos permite conocer.

La muestra permanecerá abierta hasta mediados de diciembre. No dejen pasar la oportunidad de emprender este viaje. Es, sin duda, el encuentro más maravilloso y emotivo con un «niño de otro planeta» que podemos tener este otoño segoviano.