El cultivo de frutos rojos en la Comunidad es casi testimonial a pesar de la proliferación de los últimos años en los que se ha convertido en salida para emprendedores o para intentar frenar la despoblación en algunas zonas
Si hablamos de frutos rojos en España, en especial de fresa, casi todos pensamos inevitablemente en los invernaderos del sur del país y de forma especial de Huelva, pero si hacemos alusión a frutos rojos y con un plus de calidad, Castilla y León se está ganando un prestigio importante. Las características de la tierra y el contraste de temperatura entre el día y la noche son dos de los elementos que hacen que el cultivo de ‘berries’ en la Comunidad esté aportando por encima de todo una calidad diferenciadora a la del resto.
Es cierto que todavía está muy lejos de las producciones que se alcanzan en Huelva, pero los productores de Castilla y León tampoco ocultan que su pretensión no es llegar a esos niveles, aunque sí se ha convertido en los últimos años en un cultivo alternativo en el que unos productores han encontrado la manera de adentrarse en el sector e incluso para algunos municipios es una forma de favorecer que sus ciudadanos no se vayan en busca de oportunidades en otros lugares. En lo que sí es un referente Castilla y León desde hace años es en la producción de planta madre.
La Comunidad cuenta con un total de 1.775,9 hectáreas de frutos del bosque, fundamentalmente fresa, que acaparan 1.609,1 hectáreas en varias provincias del territorio autonómico, sobre todo Segovia, Ávila y Valladolid. La frambuesa es el fruto rojo que le sigue, con 163 hectáreas, y de forma prácticamente anecdótica se cultivan también la mora, con 3,6 hectáreas, el arándano y la grosella, en ambos casos con menos de una hectárea.
Según los datos que maneja la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural, en total se contabilizan 57 viveros que trabajan con estos frutos y sus plantas, también en su mayoría de fresa (36), con 12 de frambuesa, cinco de mora, tres de arándano y tan solo uno de grosella.
La comercialización de ‘berries’ se mueve en la misma línea, con la fresa como mayoritaria de forma importante, el año pasado con la comercialización de 705,8 millones de planta fresca y otros 64 millones de planta frigo (aquella que se cosecha en invierno y se conserva en una cámara fría hasta el momento del cultivo). En el caso de la frambuesa, se produjeron 22,3 millones de plantas y 261.540 kilos de raíz. El resultado del trabajo con la mora fue de 2.113 kilos de raíz y, por último, en el caso del arándano, el balance fue de 779.377 plantas.
Las producciones de ‘berries’ en Castilla y León suelen tener como principales clientes al entorno más próximo en los casos de los pequeños productores, que no solo están viendo salida al producto a través de la fruta fresca, sino también de derivados como las mermeladas y similares. Los grandes productores, por su parte, no olvidan al mercado de proximidad si así lo demanda, aunque la mayor parte de la producción, que no se centra tanto en la fruta sino en la planta y raíz, van destinadas a los que más tarde serán grandes productores de frutos rojos, que recurren a la planta que se produce en Castilla y León.
Viveros California, en Geria (Valladolid) lleva 50 años trabajando con los frutos rojos, en especial con la fresa, aunque luego se ha adentrado también en el mundo de la frambuesa y lo está intentando con las moras o los arándanos. Esta empresa familiar que puso en marcha un empresario sevillano, ronda los 100 millones de planta de fresa raíz desnuda de producción. Este empresario puso la mirada en Castilla y León en busca de “altura y frio”, condiciones que se dan en especial al final del verano, para favorecer la maduración de la planta y que luego esta dé producción en zonas de clima más cálido, como el sur de España o el norte de Marruecos, y así “producir de forma temprana”.
Así lo explicó a Ical su responsable de producción, Emilio Bardón, quien puso de relieve que la principal aportación que encuentran los ‘berries’ en Castilla y León pasa por los terrenos arenosos que hay en la zona de Ávila, Segovia y Valladolid así como las condiciones del agua de los ríos de la cuenca del Duero y sus acuíferos, que “cumplen con las expectativas”.
Todo ello confiere a la Comunidad “un hueco de mercado que no se consigue en los países más cálidos” pero que sí se puede obtener “en zonas altas de Segovia, Ávila, Valladolid o León” donde hay pequeños productores “para mercados, en general, más zonales” pero que tienen en el transporte el principal problema. Y el resultado final es un producto que “puede distinguirse por calidad al de los grandes productores como Huelva, Marruecos o Italia”.
Lucha contra la despoblación
En el municipio de El Rojo (Soria) vieron en los frutos rojos una alternativa para recuperar tierras abandonadas en el municipio e impedir así la marcha de familias en busca de oportunidades laborales, incluso fuera de la provincia. La iniciativa dio sus primeros pasos en 2016 cuando se pensó en “apostar por cultivos diferentes a los habituales” de forma que “con poca superficie, pudiera vivir una familia”. Después de mucho buscar, fueron los frutos rojos “los que nos convencieron”, incluso por delante de otras alternativas que se barajaron como las cerezas, las manzanas o las patatas, explicó el alcalde de El Royo, Raúl Gómez.
Los terrenos disponibles eran “agronómicamente válidos” para poner en marcha esta opción además de que se tenía la seguridad de que “al estar en alta montaña, el contraste potencia la calidad de la fruta, así que teníamos seguridad de calidad”, que es lo que diferencia a la producción obtenida hasta el momento después de la primera cosecha íntegra del año pasado.
Al ser algo “pionero” los permisos se retrasaron y de las siete familias que inicialmente optaron por adentrarse en el proyecto, se quedaron solo cinco, aunque recientemente se han sumado nuevamente otras dos. Cultivan cinco hectáreas, se ha plantado una más y se prevé incrementar otra el año próximo, principalmente de frambuesa, aunque también hay zarzamora y “de forma experimental” arándanos, fresa y grosella.
“Sabíamos que en cantidad no podemos competir con Huelva, pero sí en calidad” porque “no es lo mismo estar a 1.200 metros con un contraste térmico de más de 20 grados entre el día y la noche” además de apostar por un producto ecológico. “No echamos ningún producto químico, así que la calidad es excepcional, lo intuíamos y estamos viendo que es así” porque tanto la adaptación de la planta está siendo “muy buena” y sobrevivieron todas en la primera plantación del año pasado y “el sabor es excepcional y el calibre muy bueno”.
Con el proyecto ya en marcha, se tienen otras 15 hectáreas disponibles para uso privativo durante 25 años. Hace unos meses se lanzó una campaña buscando familias que quisieran sumarse a la iniciativa, pero el estado de alarma lo frenó y se prevé retomarlo próximamente. “Con menos de tres hectáreas se puede vivir”, explicó el alcalde, que se felicitó de la marcha del proyecto, que requiere de unas cinco personas contratadas para cada hectárea, además de que el producto tiene salida en el mercado y ya está llegando a Madrid o Barcelona, al margen de lo que se vende en la zona. “Casi todo lo que comercializamos es fresco, pero tenemos mínimo un 20 por ciento de destrío -fruta que no es válida- y que ahora se está destinando a mermelada, aunque se va a sacar al mercado un compuesto entre queso y mermelada en tarrina y se investigan otras líneas como zumos o siropes “para valorizar la fruta que no tiene esa calidad”.
Emprendimiento
Nuria Álvarez, promotora de Agroberry, en la provincia de Zamora, vio en los frutos rojos una alternativa para utilizar los recursos propios de su familia, dedicada a la agricultura, y además volver a casa y tener su propio negocio, que sin embargo “nunca” pensó que fuera a estar en el sector primario, ya que es licenciada en Comunicación y Máster en Administración de Empresa (MBA).
Durante el tiempo que estuvo en Dublín barajó la posibilidad de trabajar con frutos rojos, elaboró el plan de negocio y pronto vio que “el cultivo que mejor se adaptaba a la zona” era la mora, por lo que dio forma a un proyecto especializado en zarazamora cultivada. Desde entonces, el proceso ha sido “una bola de nieve que ha ido creciendo” que ahora es una plantación de 2.800 plantas de zarzamora y el producto se vende en forma de fruta fresca en los meses de verano aunque también congelada el resto del año, así como mermelada, licor y bombones. “Hemos cerrado el círculo para la industria agroalimentaria”, explica Álvarez y para dar salida al producto porque “para sacar todo el fresco, hay que ir a volumen y para ello competir con gente importante”.
“Para mí, Agroberry no es un proyecto empresarial, sino de vida” que además se ha visto respaldado por premios “super importantes” y lo que “anima y ayuda”. Los objetivos no persiguen grandes logros porque “soy yo sola” y lo que se quiere es “terminar con lo que estamos, porque vamos a nuestro ritmo” con un producto “intensivo” que en una hectárea produce “más que mi padre en cinco de cereal”.