Empezó estudiando los pájaros mientras se formaba como bióloga en Madrid, pero rápidamente se dio cuenta de que, tierra adentro, su amor era el mar, concretamente los cetáceos. La segoviana Marisa Tejedor es una de las científicas destacadas de la Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario (Secac), donde trabaja en alguno de los proyectos más importantes que se han desarrollado en los últimos años para el estudio de estos animales y que tiene como objetivo encontrar fórmulas para la conservación de los cachalotes en las islas. Se trata de un programa en el que participan la ONG WWF y la Obra Social de Caja Madrid, gracias al cual sale con un equipo todos los días a alta mar, a unas cinco millas de distancia, para avistar a estos enormes animales.
Pero para llegar hasta ahí, cuenta, las cosas no fueron fáciles. “Me colaba en los congresos específicos de cetáceos porque me encantan, y no tenía permiso para ello. Hasta que conocí a un grupo y empecé a trabajar con ellos ya en Canarias, y luego entré en la Secac”, recuerda.
Por motivos evidentes de distancia, pues ahora reside en Lanzarote, solo puede visitar a sus familiares un par de veces al año y veranear en Yanguas de Eresma, que le trae muchos recuerdos. Ella misma admite que es llamativo ser una estudiosa de los cetáceos, habiendo nacido en plena Meseta Norte, pero se muestra encantada de ello.
Marisa Tejedor ha trabajado en varias líneas de investigación con animales vivos y más tarde con muertos, pues suelen ser una fuente inagotable de información que sirve para preservar la especie. Precisamente por ello, es la encargada de la Red Canaria de Animales Varados, en las islas de Fuerteventura y Lanzarote. “Cuando avisan de la aparición de un cadáver de un cetáceo en una playa o en alta mar, lo recogemos y le hacemos un análisis intensivo, comenzando por una necropsia”, relata la experta segoviana, quien asegura que ello supone mucha documentación, principalmente sobre la alimentación y las causas de la muerte. Además, siempre son un primer paso para la elaboración de los planes de gestión de los cetáceos. Otra característica que ofrece numerosos datos es el desarrollo sexual del animal, lo que ofrece información sobre la salud de la población.
A tenor de sus conocimientos sobre cetáceos, puede presumir de ser una de las mayores expertas sobre estos animales en España. Forma parte de un grupo muy sólido, como es la Secac, que trabaja desde hace casi 20 años en el mantenimiento y conservación de todas las especies cetáceas que se encuentran en el Archipiélago Canario, gracias a la financiación privada, o de los gobiernos central y regional, así como de la Unión Europa (Life).
Precisamente, gracias a un proyecto Life, Marisa participó en un programa conjunto con Escocia en el que analizaron siete especies de cetáceos que se encuentran en aguas marinas del norte del Reino Unido y en estas islas paradisíacas españolas. Se trataba de averiguar su alimentación en ambos territorios para entenderla y compararla, gracias a las investigaciones estomacales de los animales que aparecían fallecidos.
¡Allí está!
Mientras explica sus trabajos en este ámbito, no pierde detalle del mar. Y de repente, sin encontrarse en ese momento en su turno de avistamientos en la torreta del barco, comienza a dar la alarma de un ‘soplo’, respiración del cetáceo por su orificio trasero, o un ‘splash’, momento en el que el coletazo sobre el agua provoca un gran salpicón.
Sin necesidad de prismáticos ha conseguido ver un grupo de delfines moteados donde parecía imposible ver nada, en un horizonte que no se acaba. Es por ello que sus compañeros, Mónica, Nuria, Leire y Cristina, ironizan y la definen como un búho, por su vista y por la precisión de su trabajo. Pero es el capitán del barco, Kirme, quien mejor la califica: “Está mirando para un lado y ve un animal en el otro”, señala entre risas y mientras prepara un café sobre el siempre complicado baile que el movimiento del mar provoca en una pequeña embarcación.
La zona de Canarias donde es más fácil avistar cetáceos se encuentra en el que los expertos conocen como el ‘triángulo’, en el sur de la isla de Fuerteventura, motivo por el que es muy batida por los biólogos. Allí se pueden ver delfines moteados, zifios y también cachalotes, el más querido de los cetáceos de Canarias, ya que se ha convertido en un emblema en las islas. Por estas aguas, estos grandes animales, que pueden medir hasta 20 metros y pesar cerca de 60 toneladas en su edad adulta, se encuentran en su fase juvenil junto a sus madres, debido a la buena alimentación que las corrientes marinas llevan hasta estas costas. Cuando son mayores, emigran al Ártico, aunque vuelven, dado que es una especie muy viajadora.
Vulnerabilidad de los cachalotes
Pero mientras estos expertos avanzan en el conocimiento de la especie, la contaminación acústica, los plásticos a la deriva y, sobre todo, las colisiones con este tipo de embarcaciones acaban con sus vidas. Ocho de cada diez cachalotes fallecidos en la zona por causa conocida lo son por choque con ferries rápidos. WWF denuncia que la principal razón es el intenso tráfico marítimo de Canarias, pues 130 grandes buques atraviesan semanalmente el canal entre Gran Canaria y Tenerife, lo que supone un total de 7.000 al año, la mayoría de alta velocidad. Todo ello hace que la lucha por sobrevivir del depredador más grande del mundo sea muy desigual con los barcos
Un ejemplo de la magnitud del problema es que de los 25 cachalotes encontrados muertos por colisión en aguas canarias, entre 2000 y 2011, la mitad son crías. Esto se debe en gran parte al comportamiento del animal. Con sus hasta 18 metros de longitud y 60 toneladas de peso es capaz de realizar inmersiones a profundidades superiores a los 2.500 metros, en las que pueden emplear hasta dos horas, en busca de los calamares gigantes que habitan las profundidades marinas.
Tras ese periodo, emergen a la superficie para descansar por periodos de entre 10 y 15 minutos, momento en que es vulnerable para los ferries de alta velocidad, ya que se encuentra ‘medio dormido’. ¿Por qué es así? Lo explica el grupo de biólogos de la Secac: “Puede paralizar la mitad de su cerebro para dormir y mantenerse vivo con la otra mitad, ya que su respiración es voluntaria, a diferencia de los humanos, y si se quedan dormidos, mueren”.
La cifra de muertes asociada a las colisiones tiende a ser “infraestimada”, según WWF, debido a la dirección de las corrientes (NE-SO) en los canales que separan las islas, lo que aleja a los cadáveres mar adentro. Asimismo, el estado en que quedan facilita que se hundan o sean predados antes de llegar a las playas.