Los problemas en la Real Fábrica de Cristales de La Granja no son nuevos. Desde que desembarcó el PP en el año 1996 se ha ido deshaciendo el proyecto inicial, encaminado a generar sinergias dentro del mundo del vidrio, conectando los diversos ámbitos en los que se desenvuelve esta noble actividad, a saber, el histórico, el artístico, el industrial y el social. Para ello la Fábrica debía ser un núcleo en torno al cual se articulasen la investigación sobre materiales y procesos; un museo que albergase todo el conocimiento científico, técnico y artístico que permitiera contextualizar la labor vidriera y conservar el enorme legado que España tiene en este campo; una escuela que ofreciese la mejor formación de la que fuésemos capaces, contratando a los mejores maestros en las diversas disciplinas para formar profesionales que fundaran sus propias empresas; un servicio de asesoramiento empresarial y financiero para dar soporte a la creación de estas empresas; una biblioteca monográfica sobre vidrio con acceso a los ciudadanos interesados en el estudio y la investigación, y finalmente, un laboratorio capaz de dar un servicio científico a las pequeñas empresas del sector, factor fundamental para poder crear empresas exitosas o, como gusta ahora, «competitivas». La idea era, en resumen, potenciar y difundir el conocimiento sobre el vidrio, conservar el patrimonio vidriero y formar profesionales capaces de «emprender» de manera autónoma, todo ello ubicado en un edificio industrial barroco, rescatado a tal efecto.
El prestigio que alcanzó la Real Fábrica tras los primeros años de esfuerzos por parte de un grupo de personas generosas, mediante su buen hacer, sus exposiciones, la creación del museo, etc., ha sido dilapidado por un patronato lleno de personas incompetentes, sin conocimiento alguno sobre vidrio y más pendientes de intentar hacer un negocio rápido. Todas las ideas que han salido de la actual dirección de la Real Fábrica de La Granja han sido disparatadas, porque no conocen el competitivo mundo del vidrio a nivel mundial, porque no han sabido dar valor a lo que tenían y porque, fundamentalmente, les da igual.
Tras la crisis de los años 70 y 80 en la que se cerraron más de un centenar de fábricas en España, la FCNV contrató a los últimos maestros sopladores, que con un profundo conocimiento de su trabajo desarrollado durante décadas en los talleres de las industrias desaparecidas, tenían la misión de transmitir su legado a los jóvenes sopladores de la escuela, para que éstos diesen continuidad a la profesión creando pequeñas empresas o cooperativas. Las pequeñas empresas que fueron creadas al inicio por estos alumnos de la Escuela del Vidrio, se vieron sometidas a una competencia desleal de la Fábrica, teniendo que cerrar cuando la FCNV tuvo la ocurrencia de producir piezas bajo el paraguas de la administración. Triste pérdida sin solución, con los maestros ya jubilados y los alumnos en paro o dedicados a otras actividades.
Para materializar esta ocurrencia desmontaron un horno de vitráico único en el mundo (destrozándolo irremediablemente) con el fin de construir una nave de producción en el patio de la Fábrica. Este hecho muestra con nitidez la calidad intelectual y moral de los responsables, así como su sensibilidad con el patrimonio industrial, social e inmaterial.
La supuesta «excelencia» de los productos que fabrican se puede evaluar fácilmente comparándolos con los objetos auténticos de la Real Fábrica de Cristales de La Granja, resultando los primeros toscos y sin la gracia y las sutilezas de los originales. Tampoco han sabido aprovechar uno de los legados más importantes de esta Institución, la composición original del Cristal de La Granja (cuyo secreto estaba protegido contra el espionaje bajo pena de muerte), fabricando las piezas con vidrio procedente de la multinacional de las bombillas (entre otros productos) Phillips. Para colmo, ni siquiera se fabrican ya en la Real Fábrica, subcontratando este menester a una fábrica de vidrio de Badalona (desplazando talvez los valiosos moldes barrocos a esta fábrica). Se enorgullecen de no sé que encargos de Qatar en lugar de morirse de vergüenza por lo que les venden.
Es difícil imaginar como se podría hacer peor. Ahora, con el desembarco de la Fundación Escuela de Organización Industrial en la gestión de la FCNV se abre una nueva etapa, en la que muchos esperan que se solucionen los problemas de la Real Fábrica. Conozco poco a la FEOI, y no dudo en principio de su buen hacer en los negocios, pero mucho me temo que va a ser la liquidación final de la FCNV. Es, en mi opinión, fácil saber por qué, ya que el problema no es sólo la pésima gestión de la actual directiva, sino el objetivo que persigue. Si la FEOI va a seguir los mismos principios pero esta vez con una gestión eficiente lo que vamos a obtener, como mucho, es una fábrica de vidrio más, pero en ningún caso un centro de referencia internacional del vidrio. Esto último se debe, fundamentalmente, a que el vidrio se fabrica más barato y de mejor calidad de lo que el patronato supone en otros muchos lugares del mundo y es, por tanto, un error garrafal de estrategia tratar de competir en ese marco. Es decir, o la FCNV realiza la función para la que fue inteligentemente creada con la colaboración de los expertos en vidrio más importante del país (el químico Jose Mª Fernández Navarro, el historiador Víctor Nieto Alcaide, el vitralista Carlos Muñoz de Pablos, etc.) o está condenada a producir souvenires más o menos glamurosos y de más o menos calidad, valiéndose del buen nombre del Cristal de La Granja y de alguna que otra mentira.
Con todo, lo que más me preocupa hoy es el patrimonio que esta fundación atesora. El fondo de vidrio barroco europeo, del siglo XVII y XVIII con 343 piezas maravillosas, una colección de vidrio de laboratorio (en la Fábrica se realizaron piezas en cuyo desarrollo participó el gran químico Joseph-Louis Proust), los fondos de la desaparecida Casa Maumejean (26.130 metros cuadrados de cartones, 9180 bocetos de acuarela algunos sobre vidrio esmerilado, 6.288 delicadísimas placas fotográficas, vidrieras emplomadas que se realizaron como ejercicios de maestría para el ingreso en la casa), la mejor colección de moldes del mundo, con 3.562 unidades entre moldes rodados y moldes para prensa, cuyo valor puede ser superior a los cien millones de euros y finalmente, un fondo bibliográfico con 5.500 volúmenes dedicados al vidrio, que componen una de las mejores bibliotecas temáticas de esta especialidad. Todos estos fondos fueron comprados entre los años 1980-1996 con fondos públicos, es decir, de todos los ciudadanos. ¿Cómo podemos hacer para que todo este legado esté seguro y protegido y sea conservado como una unidad? Cuántos países de nuestro entorno soñarían con poseer algo parecido y no lo tienen. Bueno, pues nosotros sí, y debería ser el fundamento para construir por fin y definitivamente un proyecto sólido, sensato y realista, por el bien de esta nación y de sus gentes. Ya es hora de que la política de partidos y sus intereses deje de apropiarse de todas las iniciativas para «vampirizarlas» y, finalmente, destruirlas. Hago desde aquí un llamamiento a los ciudadanos para que, mediante el conocimiento de lo que tenemos, defendamos lo que nos pertenece por derecho e impidamos una destrucción que no beneficia a nadie y nos crea un perjuicio cuya reparación nos costará tiempo, dinero y un enorme esfuerzo, si es que algún día llegásemos a conseguirla.