Mañana miércoles, 8 de julio, el Torreón de Lozoya reabrirá sus puertas para dar continuidad a la exposición temporal “Durero. Maestro del Renacimiento”, un proyecto fruto de la colaboración de la Fundación Caja Segovia y Bankia, que se ha prorrogado hasta el domingo 26 de este mes.

Un pintor afamado con repercusiones en el arte segoviano

Pintor, dibujante, platero, tratadista de geometría, de las proporciones humanas y de la fortificación, cronista, viajero, retratista…, Alberto Durero (1471-1528) fue ante todo un grabador absolutamente excepcional, siendo considerado el primer maestro de la estampa. Su fama no sólo se puede calibrar por haber sido su principal medio de vida, por el éxito sin precedentes que conoció -ya en su juventud-, y la extraordinaria calidad de su producción, sino también por la cantidad de copias, imitaciones e incluso falsificaciones que se hicieron a lo largo de toda Europa, por no hablar de su influjo en generaciones posteriores de grabadores. Ello determinó que Durero fuera el primer creador en preocuparse por lo que hoy llamamos “propiedad intelectual”, llegando incluso a los tribunales con sus demandas.

Sus estampas fueron utilizadas como regalos diplomáticos, integraron las primeras colecciones privadas de grabados y sirvieron también de apoyatura a las creaciones de artistas de muy distinto signo, quienes las utilizaron durante siglos como base para sus composiciones, se inspiraron en su iconografía y personajes o directamente las copiaron en sus obras.

Así, el tipo iconográfico de la Inmaculada Concepción, tan difundido en el barroco español, debe mucho a la imagen de la Virgen que Durero concibió a partir de la mujer descrita en el Apocalipsis (un buen ejemplo, presente en la exposición, corresponde a la serie dedicada a la Vida de la Virgen, en la que ésta se apoya sobre un creciente lunar).

Una temprana muestra del enorme éxito que alcanzó la serie de quince estampas dedicadas al Apocalipsis de San Juan por Alberto Durero (entre 1496 y 1498) se manifestó ampliamente en Segovia hacia 1526. En ese año

está documentada la actividad del escultor Bartolomé Hernández Alemán en la confección de la sillería de coro del Monasterio de Santa María del Parral. Los visitantes del Torreón de Lozoya pudieron disfrutar en 2009 de esta grandiosa obra con ocasión de la exposición “Mecenazgo y poder en la España del siglo XVI”, muestra que propició su retorno–durante décadas en los almacenes del Museo Arqueológico Nacional- a su lugar de origen. Los respaldos de la sillería baja muestran la directa trasposición de las imágenes de Durero a los bajorrelieves.

Años más tarde, en el promedio del siglo XVI, los pintores Baltasar Grande y Diego de Rosales integran una tabla con el tema de la Flagelación en el retablo de San Juan Bautista en la parroquial de Carbonero el Mayor. La imagen de Cristo atado a la columna, contemplado por un San Juan conmovido y en adoración, plasmado de medio cuerpo, deriva también de una invención albertiana que se plasmó por vez primera en la “Pasión pequeña en cobre”.

Una gran exposición

“Alberto Durero. Maestro del Renacimiento” ofrece una cuidadosa selección de 70 estampas del gran artista alemán, procedentes de colecciones privadas italianas, bajo el comisariado de Helena Alonso y el apoyo audiovisual y pedagógico del Fugger und Welser Erlebnismuseum de Augsburgo. Entre ellas, destacan obras señeras y universalmente conocidas como “San Eustaquio” (la obra a buril más grande del artista), el “Escudo de armas con la calavera” (en el que aborda el tema del Amor y la Muerte), “El caballo grande” (un estudio de proporciones del cuerpo animal) o “La Adoración de los Reyes Magos” (en la que destaca el dominio de la perspectiva y los estudios de diferentes posturas de la figura humana), así como importantes series tales como la “Vida de la Virgen”, la “Pasión pequeña” sobre cobre, una parte significativa de la “Pasión Grande” sobre madera o algunas de sus “Meisterstiche” (“obras maestras absolutas”), como “La Melancolía” (primera expresión de los sentimientos de un artista en una obra de arte) y “El caballero, la muerte y el diablo” (imagen del “soldado de Cristo”, inspirada por Erasmo de Rotterdam, en el preludio de las turbulencias religiosas que ocasionó la Reforma). Sobresale igualmente por su singularidad la presencia de la larga estampa dedicada al “Carro triunfal” del emperador Maximiliano o algunos de los primeros retratos de la historia del grabado, caso de los que dedicó sus amigos y mecenas Willibald Pirckheimer, el Elector de Sajonia Federico el Sabio o el Cardenal Alberto de Brandenburgo.

 

Título de la exposición: “ALBERTO DURERO. MAESTRO DEL RENACIMIENTO”
Lugar: Torreón de Lozoya. Salas del Palacio y Salas de las Caballerizas (Pl. de San Martín, nº 5. Segovia) Fechas: Prorrogara hasta el 26 de julio.
Horario: De martes a viernes, de 18:00 a 21:00 hrs. Sábados y festivos: de 12:00 a 14:00 y de 18:00 a 21:00 hrs. Lunes cerrado. Organiza: Fundación Caja Segovia y C2C Creación y Gestión de Proyectos Culturales
Patrocinador: Bankia Comisariado: Helena Alonso Coordinación: Rafael Ruiz Alonso
Contenido: La muestra está integrada por una selección de 70 estampas del artista alemán Alberto Durero, procedentes de colecciones privadas italianas. A través de ellas se ofrece un interesante recorrido por buena parte de la producción de este genio indiscutible del grabado, que elevó sus diferentes técnicas a la categoría de obra de arte. Entre las obras expuestas se cuentan importantes piezas maestras que brindaron a su autor una fama sin precedentes en toda Europa, incluida la Italia renacentista; tal es el caso de la “Lucha entre Hércules y Caco”, “La Virgen y el Niño con el mono”, “El martirio de Santa Catalina”, “San Eustaquio”, el “Escudo de armas con la calavera”, “El caballo grande”, “La Adoración de los Reyes”, el “Retrato de Federico el Sabio”, etc. Igualmente están presentes dos de sus “Meisterstiche” (“obras maestras absolutas”), “La Melancolía” y “El caballero, la muerte y el diablo”, así como las series dedicadas a “La Vida de la Virgen” y a la llamada “Pasión pequeña sobre cobre”. Por último, no menos importante es la presencia en la exposición del “Carro triunfal”, un encargo personal del emperador Maximiliano I.