La cosecha de cereal de invierno de este año en Castilla y León alcanza una previsión de 8,4 millones de toneladas, es decir, la segunda mayor producción de los últimos 35 años, por detrás de la de 2008, que supuso un récord histórico de 9,4 millones de toneladas, si bien es cierto que ese año la superficie sembrada fue de 2,25 millones de hectáreas, frente a los 1,89 de la que ahora finaliza.

Con las cotizaciones actuales, que tienen una tendencia a la baja, el valor estimado de esta producción se cifra en 1.300 millones de euros, un 26,7 por ciento más que el valor de la producción media en los últimos cinco años, que fue de 1.034, a comienzo de cosecha. Estos datos se han dado a conocer esta mañana en Cañizo de Campos, en la provincia de Zamora, por el consejero de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural, Jesús Julio Carnero, quien recomendó la comercialización escalonada, para lo que puso como ejemplo la labor de las cooperativas.

La producción de 2020 representa un incremento del 46 por ciento respecto a la media de los últimos cinco años (5,75 millones de toneladas) y se sitúa 3,3 millones de toneladas por encima de la cosecha del año pasado (5,1 millones de toneladas), que en esa ocasión estuvo muy afectada por la situación de sequía que se padeció fundamentalmente en el suroeste y centro de la Comunidad.

Esta producción beneficiará de una manera importante a la producción de cereales de España, que se estima en esta campaña en unos 20,4 millones de toneladas, con lo que Castilla y León representa en torno al 40 por ciento, de ahí la identificación de histórica de ‘granero de España’.

Más del 40 por ciento de la superficie de cereal de la Comunidad ya está recolectada y son Salamanca y Ávila las provincias donde más se ha cosechado. Por cultivos, es la cebada, con más del 60 por ciento de superficie segada, el cultivo más avanzado. El trigo alcanza una cuarta parte.

La campaña comenzó con un octubre cálido con precipitaciones generalizadas en la segunda quincena que favoreció que la siembra se produjera en buenas condiciones. Noviembre y diciembre fueron meses lluviosos, especialmente el primero, con una media de precipitación de 50 litros por metro cuadrado y, aunque en enero las precipitaciones fueron escasas, las condiciones favorecieron la nascencia del cereal.

Febrero fue el segundo más cálido en gran parte de la Comunidad desde 1951. En general el invierno ha sido atípico, con temperaturas por encima de lo habitual y lluvias abundantes pero escalonadas, lo que ha permitido un buen desarrollo de la planta en las primeras fases.

La primavera ha contado con alta pluviometría especialmente en abril y con un reparto muy heterogéneo en mayo, con lluvias en muchas ocasiones en forma de tormentas. Estas condiciones también permitieron un buen desarrollo primaveral de la planta. En los últimos meses, sin embargo, ha habido golpes de calor que han provocado el asurado del grano en algunas zonas y las precipitaciones han estado muy desigualmente repartidas, acompañadas además de tormentas.

En general, las condiciones han permitido un buen desarrollo del cultivo de cereal de invierno, si bien el calor de los últimos días de mayo y primeros de junio ha provocado una pérdida de producción respecto a la esperada. Aún así la favorable climatología ha sido el factor determinante para una buena producción.

Mayor superficie sembrada

La superficie sembrada de cereal asciende a 1,89 millones de hectáreas, un cuatro por ciento superior a la campaña anterior y similar a la de los cinco últimos años. Por cultivos, la cebada es el más sembrado, con 884.000 hectáreas, y con una producción estimada de 4,1 millones de toneladas, que representa un 74 por ciento más de la producción del año pasado y un 71 superior a la media de los últimos cinco años.

El trigo blando dispone de una superficie de 785.000 hectáreas y una producción prevista de 3,6 millones de toneladas, lo que supone un 52 por ciento más que en 2019 y un 26 por ciento más que la media de los cinco últimos años. La producción de avena, por su parte, se estima en 292.000 toneladas, la de centeno en 306.000, y la de triticale en 136.000 toneladas.

Por provincias, lideran el ránking de producción Burgos y Valladolid, con 1,9 y 1,5 millones de toneladas, y variaciones del 33 y 106 por ciento en relación a 2019, respectivamente; seguidas de Palencia, con 1,4 millones y un 66 por ciento de incremento. Por debajo del millón de toneladas se encuentran Soria, con 837.589, un 26 por ciento más que un año antes; Zamora, con 701.822, un 92 por ciento más (casi el doble); Segovia, con 600.838 toneladas, un 61 por ciento más; Salamanca, con 534.569, un 140 por ciento más; León, con 432.688 toneladas y un 53 por ciento de incremento; y Ávila, que cierra la lista, con 422.261 toneladas, pero que supone tres veces más que en 2019 (un 202 por ciento más).

Los mejores rendimientos en 35 años

El rendimiento medio del cereal de invierno alcanza los 4.450 kilos por hectárea, un 58 por ciento superior a la campaña pasada y un 44 más que la media del último lustro. Es el rendimiento medio mayor de los últimos 35 años. En la campaña de 2016 se presentaron los segundos mejores rendimientos, con una media de 4.170 kilos por hectárea.

En cebada, similares a los del trigo, ascienden a 4.600 kilos por hectárea, superando en un 53 por ciento a los de los últimos cinco años, y un 61 más que los de la campaña pasada. Los rendimientos medios de trigo blando se estiman en 4.580 kilos por hectárea, un 38 por ciento más que en lustro y un 55 por ciento superior a la campaña pasada. En avena se estiman en 3.580 kilos por hectárea; el centeno, en 3.120 kilos; y el triticale, en 3.670 kilos por hectárea, todos ellos por encima del 35 por ciento de la media de los cinco últimos años y del 45 sobre la campaña pasada.

Agrogeotecnologías en la cosecha

En la presentación de la cosecha el consejero también ha comprobado la aplicación de las geo tecnologías en sector agrario, mostrando líneas de trabajo que se encuentran incluidas en la estrategia de digitalización que se presentará próximamente por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural.

En estas líneas destacan dos servicios de interés especial: la observación de la tierra a través de imágenes de satélite y los servicios de posicionamiento por satélite. Estas tecnologías se aplican para su uso en el sector agrario permitiendo la implementación de sistemas de monitorización de parcelas agrícolas a partir de los datos que proporcionan los satélites, especialmente aquellos del programa Copernicus de la Comisión Europea y la Agencia Europea del Espacio.

La alta periodicidad de estas imágenes (cinco días en el caso de Sentinel-2) y una resolución espacial adecuada para la mayoría de las parcelas agrícolas de la comunidad, permite un seguimiento periódico de la evolución de los cultivos y un control de la variabilidad espacial interior de cada parcela.

A nivel de gestión, esta tecnología permite hacer un seguimiento y verificación de parcelas a escala masiva y poder extraer conclusiones sobre el estado general de los cultivos, y el grado de cumplimiento con los requisitos establecidos.