La directora de ‘Nao D’Amores’, Ana Zamora, reconoce que le falta tiempo para parar y reflexionar sobre lo conseguido en las dos primeras décadas de trabajo e investigación en teatro medieval y renacentista. Un cumpleaños pospuesto por la intensidad y el ritmo que tienen. Con cuatro nominaciones por ‘Nise’ a los Premios Max que se entregan este lunes en el Teatro Arriaga de Bilbao, Zamora dice que ya son ganadores por haber podido trabajar este año “como locos”. Ahora inmersos en los ensayos de su ‘Numancia’, de Cervantes, que estrenan en noviembre.
¿Cuándo y cómo se enganchó a la magia de las tablas?, ¿cuáles son sus primeros recuerdos teatrales?
Me he apuntado a un bombardeo toda la vida porque la vida está para disfrutarla. Más allá del ámbito cultural que he percibido en casa siempre en el campo de la Historia, la Filología… Se ha integrado de una forma muy natural. Vivir en una ciudad que ha sido un lujo de formación en muchos aspectos culturales pero especialmente las artes escénicas, también ha sumado. Entré muy jovencilla en el Taller Municipal de Teatro. La libertad de una formación no dirigida, pero al mismo tiempo impartido por gente muy seria que te ponía en contacto con todas las tendencias, las vanguardias europeas. El punto de inflexión es Titirimundi, para mí y para muchos que nos fuimos a formar profesionalmente. Eso queda en la manera de entender qué es para nosotros el teatro. Un montón de gente que nos dedicamos a todos los aspectos desde la gestión cultural, la técnica, la plástica, los títeres o el teatro convencional. Ha marcado a toda una generación. Éramos muy jóvenes en el momento álgido del festival. Te marca por ser otra manera de entender las artes escénicas mucho más abierta, más diversa.
Estudios de Historia en Madrid antes de ingresar en la Resad y centrar su trayectoria en el teatro. ¿Qué le hizo darse cuenta de que quería dedicar su vida al teatro?
La primera tendencia, hacer una carrera seria y seguir haciendo teatro de una forma seria pero un poco al margen de lo que es una carrera universitaria. Cuando llevas dos años haciendo la carrera, sigues haciendo teatro y no te la vida, hay que elegir. De alguna manera entendí que si lo hacía al revés, si estudiaba teatro como Carrera Superior me iba a obligar a pertenecer a un mundo de cultura porque la perspectiva teatral, te obliga a estudiar música, literatura, historia y arte. Creo que en la vida y más en procesos de configuración de la personalidad es encontrar una vocación que en el fondo es un proyecto de vida. Si tienes la suerte de encontrarlo, las decisiones ya son muy fáciles. Muy difíciles de llevar adelante pero muy claras de tomar. Puedes renunciar a ellas, claro, pero sabes que vas a ser infeliz y un frustrado en la vida.
¿Cómo surge Nao D’Amores?
Nace de una manera muy natural, no de un estudio de marketing sobre que hay una parte del teatro, del repertorio de este país que falta por transitar. En ese sentido, no quería revolucionar la historia del teatro como de alguna manera sí hemos hecho, integrando una parte del repertorio por el que nadie ha dado monedas por él. Tengo una ventaja y es que soy poco ambiciosa. Cuando tienen pocas ambiciones no vives con el miedo a la frustración. Vas trabajando poquito a poquito en cosas que te interesan. Pensé que antes de arrancar, tenía que tocar el teatro clásico, que mi visión del mundo del clásico fuera un paso hacia mi propia profesionalización. Al revisar repertorio, me encontré con que la parte más antigua del teatro clásico es la que sentía más cercana, más próxima. Encontré un texto maravilloso de Joaquín Romero de Cepeda y tuve el apoyo absoluto de gente que estaba en primera división profesional, profesores de la Escuela que confiaban en mí, especialmente Eduardo Vasco, director de Noviembre Teatro y luego de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
¿Cómo fueron esos primeros pasos?
Firmamos una especie de convenio por el que Nao D’Amores era una especie de ONG de Noviembre Teatro. Los mismos actores que ensayaba el espectáculo que él iba a dirigir, ensayaban al mismo tiempo en los ratos libres, mi obra. Eduardo consiguió que el estreno fuera en el Festival de Almagro, por la puerta grande. Un trabajo de confianza absoluta y salió bien. A partir de ahí empecé a hacer muy rápido, un equipo de complicidad, con gente con la que compartía una manera de ver y entender el teatro y la vida. Enseguida Nao D’Amores se configura como un equipo artístico estable que empieza a indagar y todo va solo. Yo no he tenido tiempo ni para parar. Tenía un plan para irme a Holanda a hacer un posgrado y lo tuve que dejar porque ha ido todo una detrás de otra y en ese sentido fue una buena apuesta. Ves como ciertas compañías suben, suben y suben y tocan el paraíso y luego caen. Nosotros nos hemos mantenido en una línea de prestigio, que se fundamenta en la coherencia y el rigor de nuestro trabajo.
Estar en Segovia, estar en Castilla y León. ¿Se ha replanteado alguna vez cómo hubiera sido estar en otra comunidad autónoma?
Nos han ofrecido bastantes veces residencias en otras ciudades. Estos 20 años no han sido nada fáciles. Hemos tenido bastante apoyo desde la ciudad y desde el Ayuntamiento siempre nos han ofrecido todo el apoyo desde lo que lo han podido. Lo que hacemos nosotros tiene mucho que ver con las piedras donde se generan. Sin entrar en misticismos, los proyectos artísticos en general se nutren de aquello que les rodea. El origen de la teatralidad de Nao D’Amores tienen que ver con lo que se genera en esta ciudad, con lo que se generó en un momento en los últimos 80, primeros 90 con Titirimundi. ¿Hasta cuándo podremos?, pues eso nunca se sabe. No me gusta pensar en el futuro porque eso es lo que ha dado tanta libertad. Fue muy importante las experiencias de coproducción extranjera. En esta ciudad hay que obligarse a no quedarse en lo endogámico, está bien tener un pie aquí, pero hay que alimentarse y nutrirse de gente de fuera. Eso también lo aprendimos con Julio Michel que se puede vivir con un pie aquí y con un pie fuera también.
¿Ha tenido tiempo para hacer balance hace de estos veinte años de trayectoria?
Todo lo contrario. Ahora mismo tendríamos que estar con todas las celebraciones y menos mal que esto de la pandemia nos ha hecho parar todo lo que teníamos y proyectos porque no damos a basto. Toda la gira acumulada de ‘Nise. La tragedia de Inés de Castro’, el ‘Don Cristóbal’ y hemos arrancado los ensayos de ‘Numancia’. Hay que pensar qué nos ha pasado a partir del 2022, que se cumplan los 20 años, vamos a terminar de trabajar estrenando en noviembre ‘la Numancia’ y cuando llegue el 22 tomar distancia y pensar qué hemos sido, qué somos y a dónde vamos.
¿Cómo recibieron las nominaciones a los Premios Max?. ¿Qué esperan de la ceremonia de este lunes 4 de octubre?
Evidentemente, me encanta que me digan que mi trabajo es maravilloso. Además, no es mi trabajo sino él de un equipo que trabaja unido desde hace dos décadas que lo reconozcan públicamente en un evento que se emite para todo el país. Lo que pasa es que yo tengo esa dualidad porque no me gusta el concepto premio en las Artes. No tiene sentido el mejor director de la temporada. Nadie quiere ser mejor que nadie. Es una cosa heredada de una cultura más norteamericana en este sentido. Si nos dan las cuatro categorías maravilloso, lo recogeré divinamente pero uno piensa que el concepto de premio debería ser otro. Además para nosotros el gran premio este año ha sido que hemos trabajado como locos, con el añito que ha habido en este país, con todo el mundo mal viviendo, hemos podido girar, hacer el espectáculo con un esfuerzo brutal. El mundo del glamour me pilla lejos pero lo agradezco. La ‘Nise’ ha sido un buen empuje para nuevos públicos porque la leyenda de Inés de Castro está muy arraigada en la identidad nacional.
¿Por qué hacer ‘Numancia’ de Cervantes?
Es una invitación de la dirección de la Compañía Nacional. Les interesa esa vía de comunicación con nosotros, con el teatro primitivo. Fui yo la que le dije ‘Numancia’ porque Cervantes se ciñe al ámbito de trabajo cronológico que hacemos. Un autor más potente, más dramaturgo, más escritor que los primitivos, con lo que era nueva oportunidad para aprender. En cada montaje, tengo que redescubrir cosas y entender en el conjunto con todo lo que hemos hecho. En este país, tendemos a tocar muchas cosas y no profundizar. Nosotros nos hemos empeñado en entender las cosas desde el fondo, indagar mucho. La ‘Numancia’ era la obra más conocida de todas las obras de Cervantes, al margen de los Entremeses, pero que una Compañía Nacional de Teatro Clásico lo tiene que tener en su repertorio.
¿La mala salud de hierro del teatro puede acabar quebrándose si no se adoptan medidas?
Hay muchos tipos teatro, seguro que muchos con una mala salud de hierro, pero intentamos meter todo en un gran saco y hay muchos niveles que se nos olvidan. Parece que el teatro es el oficial, en Madrid, en Barcelona, centros dramáticos nacionales pero la gran mayoría de la gente de la profesión trabajamos a pie de calle, haciendo pueblos, haciendo furgoneta y parece que esa parte no existe. Habría que definir es qué está pasando en los diferentes ámbitos. Luego, otro mazazo como la reducción de presupuesto de Titirimundi, de 85.000 euros de la Junta, puede acabar con el teatro y con todo lo que se ponga por delante. Hay que tener mucho cuidado, replantearse vivir qué sociedad tenemos y hacer una apuesta por la cultura. No olvidemos que hemos sido el único país que ha mantenido abiertos los teatros durante toda la pandemia. No ha sido una apuesta porque la cultura es necesaria si no porque no nos podían pagar una indemnización para quedarnos todos en casa. Ya que lo hemos hecho y se ha demostrado que la cultura es segura vamos a aprovecharlo, qué nos sirva de base para darle a la cultura la importancia que tiene.