El Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, donde José María Moro comenzó su etapa de formación cuando éste albergaba la Escuela de Artes y Oficios de Segovia, presenta en su jardín una extraordinaria instalación, coincidiendo con la publicación en tres tomos de su trayectoria artística. Los visitantes podrán disfrutar de la exposición hasta el 28 de agosto.
La trayectoria de Moro (Madrid, 1933), proviene de una sólida formación académica en la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Segovia y en las Escuelas Superiores de Bellas Artes de Sevilla y Madrid.
Desde sus inicios Moro propone un arte innovador incomprendido por sus coetáneos que le obligará, para financiar su obra más personal y arriesgada, a aceptar todo tipo de encargos: retratos, monumentos…., y a trabajar como profesor en instituciones académicas de prestigio.
A partir de los años 60 viaja a Francia, Ibiza, Barcelona y Suiza. Su obra se aleja de los cánones más tradicionales y se hace abstracta. Utiliza materiales de desecho, madera y clavos de hierro, para componer formas que dejan al descubierto y conectan el espacio interior con el exterior. Formas también agresivas de las que emana una dramática fuerza vital.
Tras su estancia, a finales de los 60, en Puerto Rico y Nueva York, y ya inmerso en los 70, el artista incorpora nuevos materiales que harán que su obra se componga principalmente de esculturas geométricas transparentes, penetrables con la vista, agujereadas que hacen que el espectador participe directamente de la exposición.
El proceso cada vez se desarrolla en mayor grado y el carácter público del espacio y la participación del público constituyen sus rasgos esenciales en la década de los 80. Estas acciones, “performances” o “happenings” quedarán documentadas en fotografías y grabaciones en vídeo.
El reconocimiento institucional de su obra se verá plasmado en las siguientes décadas en las que numerosas instituciones culturales y museos, realizarán exposiciones parciales o antológicas de su obra en grandes espacios. Serán instalaciones específicas, con obras de grandes formatos realizadas con materiales ligeros que simulan pesantez, contundencia. Se observa una vuelta a la geometría y al bulto redondo con formas inspiradas en herramientas y objetos industriales de escala descomunal, coloristas o monocromas. Esta vez juega en la instalación con la percepción del espectador que transita por los espacios interiores y exteriores. Alterna estas instalaciones con otras de carácter más orgánico y barroco, ambas efímeras y que como dice Eva González -editora del libro Moro Escultor-, son “metáforas simultáneas que conjugan el absurdo cotidiano con el deseo de transcender y conviven provocando contrastes y reflexiones múltiples”.