En el silencio de la noche, el mismo de esta mañana por las calles de Segovia cuando iba a trabajar a puerta cerrada para no tener que cerrarla definitivamente cuando pase este caos, me inunda la tristeza. Una tristeza enorme por la situación de tantas personas enfermas, tantos fallecidos, los que por desgracia vendrán y todos los sanitarios que se están dejando la piel para salvarnos a todos los ciudadanos.

Me tiraba de los pelos hace tan solo unos días al ver que España no ponía límites a los desplazamientos a Italia, al escuchar que no se iban a suspender las fallas, ni las manifestaciones del 8M, ni se iban a tomar medidas organizativas y preventivas porque no había que alarmar. Todo era calma, está todo bajo control, España es fuerte y tenemos un sistema sanitario público privilegiado que está preparado para esto y más, bla, bla, bla…. Y en menos de una semana nos encontramos, sin comerlo ni beberlo, un estado de alarma, la gente cerrada en sus casas muerta de miedo, negocios cerrados, las fuerzas de seguridad multando a quienes se saltan las normas sanitarias, autoridades sanitarias rogando a la población y a las empresas que entreguen todos los EPIS que tengan para que los sanitarios no caigan como chinches en el intento de salvar vidas. Esto es de locos.

No sé si algún día nuestros políticos tendrán categoría y altura para mirar fuera de su ombligo, de su ego, de su necesidad de estar en primera línea y pisar al contrincante. Nos piden comprensión, sacrificio y obediencia en la situación límite que han provocado por no tener la suficiente conciencia social para poner por delante de cualquier cosa la seguridad de los ciudadanos que les pagan sus salarios con el sudor de su frente. ¿Cómo se puede haber tardado tanto en mover ficha cuando ya estaba la experiencia de China e Italia? ¿cómo se puede ser tan egoísta, egocéntrico, altivo y no sé que más para salir medio minuto después de que se declarara el estado de alarma para avisarnos a todos de la debilidad del gobierno para afrontar esta crisis a la vez que dices estar a favor de la medida? ¿Es que no vamos a ser capaces de entender que los reproches no se pueden hacer en este momento? ¿Qué la urgencia está en idear las formas de contener esta barbarie para que se salve la mayor cantidad de población posible? ¿cómo pueden pedirnos que los niños no vayan a los colegios y no se los dejemos a los abuelos sin articular medidas para ello? ¿y cómo tienen luego la desfachatez de decirnos a la cara que debemos cuidarles y no dejarles a los niños porque ellos fueron quienes nos sacaron de la crisis del 2008?

Yo debo de estar loca o no entiendo nada, pero la tristeza me embarga ante tanta sinrazón, ante tanta lucha de poder y tan poca atención al otro. El hombre es un ser social por naturaleza y necesita de otro para sobrevivir, pero los valores que tienen nuestros políticos distan mucho de lo que predican.

Me duele esta situación por mis padres y todos los mayores que corren tanto riesgo si se contagian y que, además y por desgracia, ante la situación límite de no tener respiradores para todos, serán los primeros en quedarse sin la asistencia necesaria. Ellos que han reconstruido este país, que nos lo han dado todo, que consiguieron para nosotros la sociedad del bienestar y van a ser los que sufran el abandono de lo que nos construyeron para nuestro bien. Pero también me duele por nuestros hijos, porque esta situación tan bestia y dolorosa que estamos viviendo les va a acabar desbordando porque no tienen aún capacidad para comprender lo que está ocurriendo y tratar de defenderse de ello. Tienen miedo, no entienden que no se pueda salir a la calle por un bicho que no vemos, lloran cuando aplaudimos por las ventanas y sufren porque, aunque pequeños, tienen mucha más empatía que los adultos. Quizá porque aún son pequeños y no les ha dado tiempo a perder la esencia humana, quizá porque en ellos hemos conseguido que cale bien la importancia de estar pendiente del otro.

Me pregunto si mañana los autónomos y empresarios seremos capaces de soportar la situación, si nos veremos en la necesidad de cerrar nuestro sustento y el de los trabajadores de nuestras empresas, si se irán por el desagüe tantos esfuerzos e ilusiones puestas en nuestros proyectos, si de verdad habrá merecido la pena tanto esfuerzo para correr el riesgo de perderlo todo en tan poco tiempo. Me pregunto si las familias que trabajan por cuenta ajena podrán soportar el cierre de las empresas, y claramente, me pregunto si el Estado tras el agujero que nos deje esto, podrá atender todas las necesidades que nos van a quedar.

Me quedo con la lección que me dan mis hijas cuando razonan sobre la necesidad de cuidarnos y cuidar de nuestros mayores; me quedo con la emoción de la respuesta social de todos al unísono en apoyo a los sanitarios, dependientes de comercios de alimentación, farmacéuticos, agricultores, trabajadores del sector alimentario, transportistas, fuerzas de seguridad y todos aquellos que están dando el cayo por todos nosotros. Me quedo con la respuesta de los vecinos y empresarios que hemos entregado nuestros EPIS para ayudar y cuidar de los sanitarios. Me quedo con el pensamiento de que tengo dos manos a disposición para lo que se necesite. Me quedo con la necesidad de esforzarnos día a día en hacer mejor las cosas. Me quedo con la esperanza de que esto acabe pronto, porque me niego a dejarla escapar. Me quedo con la capacidad de resiliencia, porque es lo único que verdaderamente nos va a ayudar en este infierno.

Teresa Solís.
Pedagoga y empresaria.