Así es el arte de Marcelino, tiene 79 años, «me encuentro muy bien y soy muy feliz», resalta, y es pintor autodidacta de grandes murales en un pueblo de la provincia de Segovia, Moraleja de Cuéllar donde, en la actualidad, disfruta «de la vieja casa del pueblo de mi familia», tras pasar buena parte de su vida en Leganés (Madrid).
Para Marcelino García Arranz, natural de Olombrada, pintar es su hobbie preferido y también una de las mayores ilusiones de su vida.
Empezó hace 14 años a pintar de forma más habitual y, sobre todo, enormes murales en las fachadas, tras su jubilación. «Cuando me jubilé me dio por pintor las paredes de Moraleja de Cuéllar«, recuerda a Segoviaudaz.es.
«Les pido permiso a los vecinos para pintar en sus paredes y ya está», y así empieza.
«Pintar me hace bien»
Marcelino nos cuenta su origen humilde, trabajando el campo o en lo que surgiera, incluso en Francia, o con un cacharrero, o vendiendo cuadros en un mercadillo. «El arte hay que llevarlo en las venas, no he tenido estudios en pintura, soy autodidacta», subraya. «Y cada vez pinto mejor y, sobre todo, me hace bien», añade satisfecho.
Su primer mural fue sobre las Cataratas del Niágara, en pleno medio rural segoviano. Y, a partir de ahí, no ha parado. Igual pinta a una pareja bailando por sevillanas que la Cibeles.
No obstante, grandes monumentos segovianos están entre sus obras de arte. Entre otras, un mural del Acueducto, que lo define como un trabajo único «que está gustando mucho a la gente, por su perspectiva, porque según el ángulo desde que lo veas es diferente». También el mural del Alcázar de Segovia que es «precioso y gigante», dice orgulloso, es «enorme ya que mide 15×7 metros».
Tiene repartidos una treintena de murales por el pueblo segoviano de Moraleja de Cuéllar. Cada uno, por sus dimensiones, le llevan unos dos o tres meses de trabajo.
Su mural favorito
Realmente, le gustan todos y no señala uno favorito, aunque los de los grandes monumentos segovianos están entre sus preferidos. Sin embargo, como, además de murales, también pinta retratos y cuadros de grandes dimensiones, siente especial cariño por uno que hizo de su padre, de 8×3 metros, que sacó de una «pequeña fotografía antigua en blanco y negro de mi padre».
Para sus murales, Marcelino utiliza pintura acrílica para exterior, «para que no se estropee con el tiempo», matiza. Al tiempo que resalta lo «complicado que es pintar una cara sobre cemento«.
Ahora está trabajando en un mural interior, de unos 14 metros, en una vivienda en Olombrada, que refleja la imagen de un niño y unos perros.
A sus 79 años, Marcelino García Arranz se siente «conocido y reconocido en su pueblo y en otros de la zona» por su arte; también se muestra «feliz y satisfecho a mi edad, me encuentro muy bien», y eso es lo más importante.
Agradecido, reconoce que económicamente «no gano nada con ello; al contrario, las pinturas me cuestan dinero». Sin embargo, supone una gran satisfacción ver su obra por el pueblo.
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