Juan López se convirtió en tatuador profesional en el año 1999 después de diseñar tatuajes para otras personas. “Ver mi trabajo en la piel de otros me impresionaba tanto que me animé a intentar convertirme en profesional”, sostiene. Los inicios no fueron fáciles para López y su socio Fernando Huergo que fue el que pidió un crédito para adquirir las máquinas que, en aquellos tiempos no eran tan fáciles de conseguir como ahora.

Los primeros “ingenuos” que se pusieron en las manos de López para hacerse tatuajes fueron sus compañeros en el ejército donde por entonces trabajaba y que le permitieron sobrevivir mientras se hacía un nombre con su estudio ‘Pura Vida’. De aquella época, López recuerda lo complicado que resultaba conseguir el material “sobre todo las tintas que teníamos que pedirlas a Francia, Italia e Inglaterra. No éramos capaces de conseguir una distribución homogénea”, rememora.

El crecimiento en un negocio como el del tatutaje es lento pero pronto pasaron de trabajar “en casa, como hemos hecho todos”, a tener su propio local y más tarde incluso dos establecimientos abiertos, uno en Segovia donde López trabaja con Ángel Campos y otro en Madrid en el que está Huergo. “Lo que nos diferencia es la confianza de los clientes. En el 80 por ciento de los casos vienen con la mente abierta”, dice.

El tatuador tiene muchas veces una vena de psicólogo oculta y es ahí donde más crecimiento personal ha encontrado Lopez con el paso de los años. “es la parte del tatuaje que más me gusta. El contacto con la gente”, mantiene López.

López, que no se considera un artista “por pudor” no cree que llevar tatuajes forme parte de una moda pasajera simplemente porque los trabajos “son permanentes”. “Antes era un estigma social llevar tatuajes sobre todo en ciertos sitios y ahora es un complemento más, aunque sea permanente”, asegura aunque también reconoce que “a veces los chavales más jóvenes te dan un poco de miedo por las cosas que quieren hacerse” y aunque él no se niega a hacer ningún trabajo “porque si no lo hago yo, otro lo hará” si que dedica mucho tiempo a comprobar si el cliente está seguro de lo que quiere hacer y de las ‘consecuencias’ que puede traerle.

“No recomiendo tatuar las manos ni la cabeza si no tienes muy claro lo que hacer con tu vida”, sentencia López que confirma que en los últimos tiempos los que se acercan a su establecimiento en el centro de la ciudad de Segovia “apuestan por las letras, las palabras o frases con mensajes de todo tipo y en cualquier idioma” para hacerse un tatuaje.

En ese sentido, López siempre recomienda “mensajes alegres, nunca tristes y que tampoco sean muy emocionales porque a veces las emociones cambian” y considera “un poco una chorrada” el hecho de ocultar los tatuajes para no aburrirse de ellos. “lo que le gusta a la gente muchas veces es el hecho de que les tatúen, no el tatuaje en sí”, sostiene.

Por otra parte, los diseños de vikingos, samurais o dragones son los que nunca pasan de moda y gracias a los miles de diseños que circulan por internet y la globalización es muy posible encontrar el tatuaje ideal para cada persona.

Intrusismo y regulación sanitaria específica 

La regulación sanitaria exige a los profesionales un estricto y constante control de su tarea y frecuentes visitas de inspectores a los centros de trabajo pero lo que nadie puede certificar, según López es “una catalogación que certifique tu aptitud “, lo que fomenta el intrusismo por la facilidad de conseguir los productos y el auge de las personas que con fines lucrativos ven una oportunidad de negocio en el mundo de los tatuajes.

Los tatuadores tienen ego, como en todas las profesiones, y les gusta ver sus trabajos en famosos o incluso por la calle pero lo que a López más “le llena” es tatuar sobre cicatrices, rastros de enfermedades o incluso a mujeres a las que les han extirpado algún pecho por un cáncer de mama. “Es una responsabilidad grandísima, pero también un orgullo porque percibes que a la gente les quitas un peso de encima con el que algunos llevan años”, afirma.

El tatuador del Rock

A través de su estudio, López ha dejado su sello en multitud de celebridades del mundo de la música nacional como integrantes de Mago de Oz, Hamlet, Söber, Miss Cafeina, La Quinta Estación o el rapero Magno. Actrices como Pilar Rubio, boxeadores o famosos televisivos de Gran Hermano o Mujeres y hombres y viceversa también tienen en sus cuerpos trabajos realizados por López que, sin embargo, siempre guarda mejor recuerdo de aquellos que, con el dinero justo, se acercan a ponerse en sus manos a hacerse un tatuaje, a veces muy pequeño. “Me hace sentirme bien”, dice.

El estudio ‘Pura Vida’ cuenta además con un oficioso record mundial de tatuajes en ochos horas que tuvo lugar el pasado mes de enero cuando en la sala Penélope de Madrid realizaron 336 tatuajes en el tiempo fijado, cuatro más que el anterior registro. Un error administrativo hizo que la cifra no se homologara pero el fin solidario con lo recaudado para el Proyecto Hombre y la Asociación de afectados por la ELA “fue lo mejor de todo, por eso lo hicimos y no por entrar en ningún ranking”, explica. Pura vida.

Texto y fotos: Agencia Ical