Un despegue al ralentí este verano. Así ven las últimas semanas y el futuro a corto y medio plazo el sector de los albergues del Camino de Santiago en Castilla y León. Se basan sobre todo en el empuje del peregrino nacional, ansioso de poder viajar y de experiencias al aire libre tras más de un año de una pandemia que continua. La irrupción del COVID-19 echó al traste las expectativas y esperanzas que siempre traen consigo un año jacobeo, el de este 2021, que por mucho que se haya prorrogado hasta 2022, siempre estará condicionado por el virus. Aunque la mejoría es notable, la ocupación en los albergues de la ruta milenaria aún se encuentra al 15 por ciento de un año habitual, si bien confían en alcanzar el 50 por ciento a final de verano con la llegada del caminante extranjero.
“Se nota que cada vez va llegando más gente. Pero tras un año parado ves cinco personas y ya te parecen muchas”, desliza el vicepresidente de la Red de Albergues del Camino de Santiago, Alfredo Álvarez, que cuenta con dos establecimientos en la localidad leonesa de Molinaseca. Lamenta que aún hay muchos que han decidido no abrir hasta que empieza a llegar franceses e italianos, que en función de las limitaciones de movilidad, habitualmente lo hace a partir de septiembre. “Ahora está levantando un poco, sobre todo se aprecia en ciudades grandes, que son paradas obligatorias o donde empieza mucha gente”, sentencia, y pone ejemplos como León o Astorga.
Ese hecho no esconde la realidad de los pequeños pueblos que se encuentran en el tránsito más puro del Camino, localidades que viven por y para la ruta, con hostelería, ultramarinos, farmacia, bar, tienda de recuerdos y de todos lo necesario para la supervivencia del caminante. “Se corre el riesgo de que se seque el Camino”, advierte Álvarez, quien insiste en que la ruta “está un poco abandonado en Castilla y León”, porque se está fomentando mucho “los últimos 100 kilómetros”. “Como los propios gallegos dicen en su campaña, ‘Camina por Galicia’”, sostiene a Ical.
Para intentar aliviar ese “olvido”, el responsable de la Red de Albergues reivindica la iniciativa que han lanzado y que se denomina ‘Calle mayor de Europa’. Pretende dar más importancia al Camino Francés, que “ha sido la universidad de Europa en el siglo XII, ha estado siempre vivo gracias a los lugareños y el peregrino”. En este sentido lamenta que al principio se destacaba toda la ruta y ahora todo se ciñe al final. “Primero se hablaba de Año Santo, luego Xacobeo y ahora ‘Camina a Galicia. Al final muchos se quedan con la idea de que el Camino es Galicia y ya. La Xunta lo está haciendo muy bien; el resto, no”, afea Álvarez.
Como ejemplo cita el caso de Shikoku, un camino de Japón al estilo de la ruta jacobea y en la que el hospitalero colabora desde hace años: “Los nipones dicen que la meta es el Camino. Tenemos que quitarnos eso de que la meta es Santiago, porque en sí es el Camino”. Es por eso, advierte, de que “se está perdiendo la esencia del Camino”. “Al final nos va a quedar un tramo de 100 kilómetros y luego no habrá vuelta atrás”, lamenta preocupado. Pero ve un aspecto positivo frente a todo esto, y es la opinión del propio peregrino experimentado, muchas veces del que repite, que asegura que muchas veces terminan el camino en Sarriá, porque luego es una romería”: “Si perdemos esa esencia vamos a perder el Camino, nos van a comer los turoperadores”.
Defender el largo recorrido
También defiende la prioridad de la Red de Albergues de enfocar las iniciativas hacia el peregrino de “largo recorrido, que es el auténtico”. Para ello, apela a la acción política en Castilla y León, para evitar el riesgo “de desaparición”. “Los políticos deberían llamarnos a nosotros y ver qué podríamos hacer para mejorar. Ahora hay muchos intereses creados alrededor del Camino, con muchos negocios. Y que ellos vean cómo se puede gestionar. El turismo está ahí en parte por el peregrino”, incide.
Álvarez recuerda que trabajaba con bastantes universidades americanas antes de la COVID-19 y ahora lo han anulado todo. Reservas a una o dos semanas “ya es larguísimo para nosotros”. Ahora, con la quinta ola, el Gobierno francés recomienda no viajar a España. “Esas esperanzas que teníamos se vuelven a torcer. Creo que puede ser otro año perdido y un verano de incertidumbre. Si no trabajamos algo ahora, después ya nada. Si esta quinta ola pasa rápido, a lo mejor en septiembre tenemos buenas noticias. Pero si va a más, nos cierran las fronteras y a partir de ese mes es gente extranjera de largo recorrido la que llega otros años y que en 2021 no lo hará”, lamenta.
Ganas de naturaleza
Ovidio Campo, escritor y hospitalero burgalés, lleva más de tres décadas vinculado a la ruta. Acaba de reabrir el melancólico Albergue de San Antón, cerca de Castrojeriz (Burgos). Lo ha hecho el 7 de julio, día de San Fermín, al igual que hace 19 años, cuando abrió sus puertas por primera vez. Campo se ve esperanzado porque en los últimos días ha observado que pasa una media de entre 50 y 60 peregrinos diarios, aunque lejos de los 200 de hace dos años. “Pero es que hace dos meses estaba todo cerrado y no había nadie”, rememora. En Hontanas se queda a dormir medio centenar. Además, señala que se empiezan a escuchar extranjeros, italianos y franceses principalmente, “justo ahora que les recomiendan no venir”.
“La gente tiene ganas de salir e irá a más”, pronostica, para subrayar que “hay ganas de naturaleza, de estar sin mascarilla haciendo el camino, en un ambiente encantado, con lo que viene feliz”. “Hay ganas de libertad. Más de una vez he dicho que el Camino es Camino de Libertad, en este caso plena”, prosigue.
“Lamentablemente”, dice, no se ven coreanos y pocos americanos, aunque “muchos españoles, este año bastante más”. Son más de la mitad. Confía en que si la quinta ola no va a más y con el avance en el proceso de vacunación, estos “espacios más seguros empezarán a escuchar el sonido del peregrino”.