Estoy escuchando rumores serios de la intervención (la oficial) de España. Ello supone el fracaso colectivo más importante de nuestro país, el fracaso de todo el mundo. No podemos echar la culpa a una persona en particular, aunque está claro que nuestros dirigentes políticos son los principales responsables, pero no eluden su responsabilidad los empresarios, banqueros, sindicatos e incluso los propios ciudadanos.

El sistema democrático que todos los españoles nos dimos en 1978 se ha agotado, sirvió para una época, sí, pero ahora nos toca repensarle de nuevo. González, Aznar, Zapatero y Rajoy, etc., fueron democráticamente elegidos -la democracia del 78- por los ciudadanos; pero en este país la corrupción no penaliza ni social ni electoralmente, parece que seamos indiferentes a ella, llegando incluso a pensar que estamos inmersos en una sociedad poco preparada, nada crítica, muy ignorante… que vive el día a día y dónde los problemas fundamentales son el fútbol y los toros.

Los ciudadanos reclamamos todos los servicios para nuestros pueblos: que haya Palacios de Congresos en pueblos de 5.000 habitantes; aeropuerto en poblaciones de 50.000 habitantes; que el AVE llegue a todos los sitios y pare en todas las localidades por donde pase; que haya un Polideportivo en cada pueblo de más de 50 habitantes; fiestas y grandes fastos que nadie sabe quién paga, etcétera, etcétera; y todo ello para que el vecino no sea más que nosotros o, dicho de otra manera, que nuestro complejo de inferioridad se vea superado con esas infraestructuras, acciones y peticiones. Y todo está muy bien, pero ¿de dónde han salido o salen todos esos euros para pagar todos esos servicios? Y mientras tanto, los que no hemos despilfarrado, los que hemos sido serios y comedidos en nuestras inversiones y endeudamiento, ¿tenemos que pagar las consecuencias del despilfarro de los demás y somos medidos con el mismo rasero que los despilfarradores?… con el agravante de que son los propios despilfarradores los que nos exigen austeridad. ¿Hasta cuándo vamos a tener que soportar tanta humillación? ¿Hasta cuándo va a soportar la sociedad civil tanta mediocridad? ¿Hasta cuándo vamos a tener la paciencia de la que hacemos gala?

Hemos tocado fondo y es necesario replantearnos la nueva situación que nos está tocando vivir. Analizar cómo hemos llegado a ella -para no repetir los errores- y qué soluciones aportar. Debemos reinventarnos y empezar de cero porque el problema no es coyuntural, es estructural. Nadie sabe dónde vamos y lo peor es que nadie sabe a dónde tenemos que ir; por eso se nos marcan pautas de actuación en Europa, sin tener en cuenta quiénes somos y por tanto cómo y a dónde debemos dirigirnos.

Llevamos mucho tiempo “mareando la perdiz” con lo que deberíamos hacer, pero nadie se atreve a llevar a cabo las políticas que hagan desarrollar España. Ahora es el momento, aunque por desgracia se deba a que no tenemos alternativa. Debemos plantearnos, de forma calmada, pero seria y hasta sus últimas consecuencias, la reforma de la Ley Electoral, las reforma del Congreso de los Diputados y del Senado, el papel de administraciones como las Comunidades Autónomas y las Diputaciones, e incluso repensar los Ayuntamientos de la forma en cómo están concebidos, por no hablar de otras instituciones como el Poder Judicial (¿es tan difícil que la Justicia sea ágil, independiente y equitativa?), la Corona o el papel de Europa en la gobernanza global y de los estados miembros, la participación de la sociedad civil en la vida política, la necesaria transparencia de la acción política…¿ A qué tenemos miedo?

Ahora, que tan de moda parecen estar los tecnócratas, es el momento de la Política con mayúsculas, del liderazgo transformador y que nuestros jefes de gobierno actúen como verdaderos estadistas pensando en el largo plazo. Es la única solución posible. Tenemos que dejar de mirarnos el ombligo, tener amplitud de miras, primar a la persona ante los mercados, que lo importante sea nuestro futuro, el de nuestros hijos y que la sociedad y los bancos estén al servicio de los hombres y no al revés. La política debe de ser la solución y no el problema; debemos utilizar la política como medio y no como fin. Como medio para el desarrollo de la sociedad y el bienestar y no como fin para beneficio propio o intereses partidistas.

La revolución está en marcha, no debemos pararla…exijamos responsabilidad, cambio del modelo democrático, más participación activa de la ciudadanía, más involucración de los agentes sociales en las responsabilidades de gobierno y más unidad de actuación con criterios sociales. Es el momento de reaccionar, es el momento de actuar, es el momento de no quedarse en casa… fuerza, unión y ánimo a todos ante la intervención (oficial) anunciada.

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