No cobran un céntimo por dedicarse a la alcaldía. Están disponibles las 24 horas del día para sus vecinos y vecinas. Hacen las veces de alguacil, conserje, gerente, vigilante o guía turístico. Les preocupa que sus pueblos se queden vacíos, que llegue un día que no llegue el panadero porque no le merezca la pena recorrer muchos kilómetros para vender apenas unas barras, que sus colegios se vacíen de niños y niñas.
Pero aun así un día decidieron que querían hacer cosas por sus pueblos y se presentaron “de alcaldes”, como les gusta decir. Y así encadenaron varias legislaturas al frente de sus ayuntamientos. Sus gestiones no se han basado en llevar a cabo proyectos faraónicos, sino en dotar a sus pueblos de los servicios y dotaciones esenciales para hacerlos lo más habitables posibles. Ahora la Diputación quiere reconocer esta dedicación y va a entregar a tres alcaldes y una alcaldesa de la provincia la medalla por alcanzar, al menos, 25 años en su cargo.
“Cuando me presenté por primera vez, en 1991, mi padre, que también había sido alcalde del pueblo, me dijo que le había dado el mayor disgusto de su vida”, cuenta María Luisa Gil Pastor, de Fuente de Santa Cruz (130 habitantes) que dio el salto al ayuntamiento desde la Asociación Cultural “porque quería hacer cosas por el pueblo”.
Una tarea a la postre ardua, confiesa. “Los alcaldes debería estar más reconocidos, porque desarrollan una labor bastante dura a cambio de nada. Yo lo hago porque me gusta y me gusta hacer cosas por mi pueblo”. Con su trayectoria cree que sería bueno que todos los políticos de otras esferas pasaran por la alcaldía de un ayuntamiento, porque algunos, dice, “están separados de lo que es la vida de los pueblos”.
Incentivos
María Luisa sigue trabajando por su pueblo y ahora está enfrascada en convertir las antiguas escuelas en un albergue juvenil, “a ver si conseguimos que la gente venga”. La despoblación le preocupa, pero reflexiona: “es difícil sostener a la gente, porque la gente es libre. La gente no se queda porque no hay servicios. Pero si no hay servicios no hay gente. Es la pescadilla que se muerde la cola, por ello creo que los pueblos y vivir en ellos debería contar con ventajas e incentivos”.
Mariano Iglesias Sanz tiene 78 años y desde hace 28 representa al ayuntamiento de Cobos de Fuentidueña, con 39 vecinos. Su tiempo diario lo ocupa en ver cómo está el pueblo. Comprueba el estado de las redes de agua, el alumbrado, de despachar con la secretaria y hasta de abrir la puerta del consultorio.
Se confiesa contento con el reconociendo y lo que le gustaría por encima de todo es que en su pueblo hubiera más gente, que no se fuera, aunque ve con agrado cómo se han ido construyendo “muchas casas nuevas” en el pueblo.
“¿Que si ha sido duro? He tenido de todo, pero en general bien; lo peor cuando nos quisieron hacer una balsa de purín en el pueblo, que no queríamos y fue momento complicado, pero al final no se hizo”.
Responsabilidad
“La gente se cree que como somos mayores y que tenemos tiempo, nos dedicamos a esto como una especie de distracción, y ser alcalde no es una distracción, es una responsabilidad”, dice Domingo Huerta Barrios alcalde de Valleruela de Sepúlveda, de 56 habitantes. Tiene de 81 años y 36 de andadura municipal a sus espaldas en los que es alcalde, pero también algo de electricista o de fontanero. Y lo va a volver a ser, aunque admite que “este último viaje ya me está pesando”.
Domingo ve con satisfacción cómo han mejorado las infraestructuras de su pueblo, pero también le preocupa la falta de relevo generacional. “Somos muy mayores todos los vecinos. Cuando yo iba al colegio aquí éramos cuarenta. Ahora hay dos niños y van a Cantalejo”.
Achaca la despoblación al cambio de vida y de los trabajos, sobre todo de la agricultura y la ganadería, que antes daba más trabajo en las zonas rurales que ahora. También cree que influyen las comunicaciones y el transporte para dar vida a los pueblos: “antes pasaban por aquí tres líneas de transporte y ahora ninguna”.
Domingo se queda con el orgullo de que ha hecho lo que ha podido por el bien de su pueblo, pero no quiere ponerse elogios, “si me lo merezco, que lo hagan los vecinos”.
Población flotante
Un pueblo como el de Domingo, pasa de 50 a 500 habitantes en verano. Y sus infraestructuras han de estar preparadas tanto para atender a un número como a otro. Es lo mismo que sucede en pueblos de la sierra como Collado Hermoso, de 130 habitantes en invierno y unos 800 en verano, donde el vicepresidente de la Diputación Miguel de Vicente, lleva siendo alcalde desde 1991.
“Una de las asignaturas pendientes de la financiación local es que debe haber mayores recursos para los pueblos que tienen población flotante. Ingresamos de los tributos del Estado por 130 habitantes y tenemos que tener servicios preparados para atender a 900. Esto debería ser un rasgo diferenciador a tener en cuenta a la hora de distribuir recursos económicos”.
Cuando accedió al ayuntamiento, el suministro de agua en Collado Hermoso se cortaba diariamente al mediodía por la poca capacidad del depósito; las redes eran de fibrocemento, muchas calles estaban en tierra y sólo había un teléfono público que estaba en una casa particular.
25 años después, cuentan con una dotación para el abastecimiento que almacena un millón de litros de agua con suministro directo desde la presa del Ceguilla, toda la red está cambiada, las calles del pueblo están pavimentadas y ajardinadas, existen edificios públicos e instalaciones deportivas dignas y el último proyecto que se está llevando a cabo es instalar fibra óptica en el pueblo.
“Desde la preocupación que en este tiempo está en primer lugar, como es la falta de habitantes, lo que veo con más satisfacción es comprobar que cada vez se va dotando al pueblo de más y mejores servicios públicos para los vecinos, que da lugar a una calidad de vida alta”, asegura.
Y en todo este proceso pide no olvidar el papel que realiza la Diputación con los pueblos: “Cualquier acción de los municipios pasa por la Diputación, una administración de cooperación y prestadora de servicios, y eso se nota en los 208 municipios de la provincia. Eso posibilita una gestión homogénea en todo el territorio”, concluye De Vicente.