A los 52 años, estando en una reunión de trabajo, Manuela empezó a sentir un fuerte dolor de cabeza y a repetir frases sin sentido. No era consciente de que estaba sufriendo un ACV (accidente cerebro-vascular). Tras varias semanas hospitalizada, al volver a casa, la alegría que sobrevino al alta médica y la nueva oportunidad de vivir se vio ensombrecida por todos los cambios y dificultades que se presentaron. Comenzaba una ardua tarea para conseguir el mayor grado de recuperación.
El simple aleteo de una mariposa puede causar un tifón en el otro lado del mundo. De la misma manera, una lesión cerebral, provoca grandes y graves daños a todos los niveles dentro de una persona. La memoria, las emociones, las funciones físicas y cognitivas, la comunicación y el lenguaje se ven afectados, ocasionando dificultades en las actividades de la vida diaria. A Manuela le costaba encontrar las palabras adecuadas para poder comunicarse, tenía dificultades para recordar los acontecimientos recientes y precisaba de una silla de ruedas para desplazarse. Ponerse una camiseta, una acción que puede parecer simple, se convertía en todo un reto para ella.
Nuestra función como terapeutas es proporcionar estrategias y herramientas a las personas con daño cerebral sobrevenido que les enseñen a vivir esta nueva situación. Es como reconstruir un puzzle que se ha roto, con elfin de conseguir la mayor autonomía y calidad de vida de la persona. En el proceso, poco a poco, el caos, la confusión y la fragilidad, que ellos sienten, se convierten en constancia y autoafirmación. Los pequeños avances se celebran como el mayor de los éxitos y recompensan buena parte de nuestro esfuerzo. Y del suyo, por supuesto. Aunque no siempre vuelven a encajar todas las piezas.
Los años de experiencia nos han enseñado la importancia que tiene la primera mirada del terapeuta y el trabajo coordinado en equipo. Ver a la persona y conocer la historia que hay detrás del daño cerebral es esencial para llevar a cabo la intervención y el acompañamiento. Establecer un vínculo con el paciente facilita la consecución de las metas, pero también nos descubre la persona que era antes de la lesión: en qué ocupaba su tiempo, qué le preocupaba, si era ama de casa, ingeniero o artista.
Cuando nos preguntan por nuestro trabajo, la respuesta siempre va seguida de los mismos comentarios, haciendo referencia a la dureza de las situaciones que nos encontramos. Pero lo que nosotras vemos son personas como Manuela que luchan por reconstruirse. A día de hoy, tras una larga rehabilitación, ella ha mejorado en numerosos aspectos, ha ganado autonomía y está más motivada para conseguir nuevos objetivos. En esta reconstrucción, también nosotros, terapeutas ocupacionales, logopedas, neuropsicólogos, fisioterapeutas… nos reconstruimos y crecemos con los aprendizajes que Manuela y otras personas como ella nos brindan, porque como dice Andrea Heb, “hay manos que dejan huellas, vidas VIVAS”.
Sara Núñez Atienza ( Terapeuta Ocupacional)
Gema García Marcos y Sonia García Anguas ( Logopedas)
Parte del equipo terapéutico de Sinapsis, Centro de Pedagogía Terapéutica
y rehabilitación.