Sólo eran tres palabras. Como suspendidas en el aire a modo de mensaje de bienvenida. Retorcidas como de dolor, serpenteantes, fugaces y a la vez tan certeras y contundentes. Elevadas hacia el firmamento como deseando huir de ese lugar para subir a los cielos. Como si adivinasen su propio significado. Como siendo conscientes de lo que iban a presenciar. Llorando. Compasivas con sus invitados… llorando.

Estas palabras coronaban la puerta de entrada del campo de trabajo de Auschwitz (Polonia). ¿Pero qué significado tienen realmente estas palabras?, o mejor ¿qué significado pudieron tener para aquellos que caminaron pesadamente bajo ellas?. ¿Acaso son palabras irónicas o puramente literales?. Quizás el prisionero recién ingresado en el campo leyera las mismas como un “extraño” consejo, una especie de recomendación, una sugerencia. Pero dudo muy mucho que aquel que ya fuese inquilino durante un tiempo las interpretara de igual modo.

Auschwitz era en esencia un campo de trabajo. Era muchas más cosas. También era un campo de torturas, de vejaciones, de exterminio, de lágrimas, de sollozos… de muerte. Y éste era el fin último: la muerte en sí misma, la muerte como el principio y fin a un mismo tiempo.

Como digo Auschwitz era muchas cosas a la vez y desgraciadamente operó en la guerra quizás más costosa económicamente para las potencias intervinientes. Una guerra que acarreó cuantiosas pérdidas y que requería por ello un sistema titánico para sufragar esos elevados costes. Y en esa tarea de búsqueda de la fórmula milagrosa que permitiera soportar ese gasto, los nazis dieron con una sin la cual hubiera sido imposible mantenerse en escena: los campos de la muerte.

Aunque en sus comienzos Auschwitz fue concebido, digamos como un campo de “internamiento” (si bien ya la muerte formaba parte de sus inquilinos), fue la propia deriva de la contienda lo que lo convirtió en aquello por lo que pasaría a la historia: un campo de exterminio. Solo una idea era legítima dentro de sus alambradas: el exterminio, la muerte, en todas sus variedades, o en la única posible. Ese era el fin más importante, el único. Pero ¿cuál era el medio más recomendable?, ¿cuál era el menos costoso?. ¿Por qué utilizar balas para eliminar a aquellos que ya se encuentran bajo control, encerrados como perros sarnosos?. Las balas son imprescindibles para eliminar al enemigo en el frente de batalla… demasiado costoso… descartado.

Qué mejor medio que el trabajo para conseguir EL FIN tan anhelado. El trabajo deshumanizado, extremo, sin descanso. Por medio del mismo se consigue un doble objetivo: primero: se contribuye a la maquinaria de guerra dada la ingente y barata cantidad de mano de obra con unos costes ínfimos. Segundo y más importante: trabajando hasta la extenuación el fin último e inevitable es la muerte.

Y es ahí donde radica la verdadera esencia del mensaje: “El trabajo os hará libres” (“Arbeit Macht Frei”).Es el mero transcurso del tiempo dentro de ese infierno lo que da sentido a la frase, le dota de realidad, la convierte en una obviedad para el interno, la única verdad. Es la “no vida” en ese infierno lo que enseña al interno que el trabajo-muerte es el único camino a la libertad-muerte. Porque de nuevo la muerte forma parte de todo, lo es todo. Es esta frase la ley universal en este microcosmos.

 

Sólo resta conocer el momento en que uno será “libre”.

Cuando ya no eres persona, cuando ya no te sientes humano, cuando no queda familia en este mundo en la que pensar, a la que abrazar al otro lado de la alambrada, cuando te arrastras con la mirada perdida sin pensar, sin sentir… sin ser…cuando el terrible sentimiento de culpabilidad por sobrevivir a todos tus seres queridos es más fuerte que el deber de contar al mundo lo que pasó para que no quede en el olvido… es entonces cuando anhelas la muerte, el descanso.

Un desalmado robó hace unos días estas palabras torpemente forjadas en hierro. Digo un desalmado porque es imprescindible carecer de alma para sustraer algo así. Ya han sido recuperadas. Es irónico porque vuelven a estar colgadas donde nunca debieron estarlo. Pero lo más importante de todo es tener presente que aunque arrancaran cada una de las piedras de ese infierno, nuca nadie logrará silenciar lo sollozos de esas almas, sus sueños truncados… sus ansias de “libertad”.

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