Aunque don Quijote de La Mancha se pelease con ellos y los viera como temibles gigantes, los molinos de viento son uno de los ejemplos más representativos de cómo una instalación destinada a un fin laboral se ha convertido en una verdadera obra de arte. Los pasos por tierras castellano-manchegas se dibujan a través de sus aspas y sus níveos colores para cortar el viento que corre por sus llanuras y montes. Como sus molinos, hablar del patrimonio de Castilla-La Mancha supone hablar en todo caso de cómo las tradiciones de sus habitantes han conferido a determinados aspectos un valor artístico-cultural de máximo nivel. Pueblos de pintoresca belleza rural, esconden desde pinturas rupestres para dar paso a ciudades con grandes catedrales y palacios.
Con dos ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad, Cuenca y Toledo, Castilla-La Mancha puede presumir de dos ejemplos muy diferentes de ver el legado histórico en su región. La monumental Toledo esconde entre sus murallas vestigios de culturas tan dispares como la romana, visigoda, musulmana, judía y cristiana. El paso de los siglos se han plasmado entre sus laberínticas calles con multitud de lugares para visitar y aunque su Catedral, Alcáza o la Sinagoga de Santa María la Blanca, sean algunos de sus lugares más conocidos, la capital castellano-manchega goza de rincones con encanto como las vistas panorámicas desde los Cigarrales, sus iglesias y conventos, termas romanas o baños árabes y judíos.
La firme roca de Cuenca se combina por su parte con los encantos de una ciudad paisaje en donde la naturaleza toma un papel protagonista. Su entorno entronca directamente con las calles de su capital que albergan multitud de ejemplos de patrimonio religioso como iglesias o conventos o importantes museos. En la Plaza Mayor destaca la Catedral de Nuestra Señora de Gracia, cuyo aspecto gótico-normando original transformado a lo largo de la historia le hace ser una de las más singulares de España.Y hablar de la capital conquense es hablar de sus archiconocidas Casas Colgadas, de origen y traza medieval, que exhiben sus balconadas de madera, mampostería vista y ménsulas superpuestas de piedra sobre la hoz del Huécar.
Los Parques Arqueológicos de Castilla-La Mancha se encuentran equitativamente distribuidos en la región, hallándose uno de ellos en cada provincia, exceptuando Albacete, que pronto completará la red de parques con la próxima declaración del Parque Arquelógico del Tolmo de Minateda. Algunos contienen restos arqueológicos de la Edad de Hierro, otros de la Edad de Bronce e incluso de principios de la Edad Media. En Ciudad Real, el Parque Arqueológico de Alarcos-Calatrava presenta una singular dualidad, representada por las culturas cristiana y musulmana, que se manifiesta en la articulación del Parque en torno a dos yacimientos distintos: Alarcos, símbolo del pujante poder cristiano, y Calatrava, monumento de un glorioso poder islámico ya extinguido, rejuvenecido brevemente bajo la influencia almohade. El Parque Arqueológico de Segóbriga, en la localidad de Saelices (Cuenca), constituye uno de los conjuntos arqueológicos más significativos de la Península Ibérica. Sus orígenes se remontan a la Edad del Hierro, aunque su momento de mayor esplendor pertenece a la época romana, destacando su teatro y anfiteatro de época flavia.
Visitar el Parque Arqueológico de Recópolis, en Zorita de los Canes (Guadalajara), permite conocer una ciudad excepcional, la única de grandes dimensiones fundada por iniciativa real en el occidente europeo en los inicios de la Edad Media. Uno de los pocos núcleos que se conservan de la cultura visigoda que fue construida por Leovigildo en el año 578 en honor de su hijo Recaredo. Por su parte, el Parque Arqueológico de Carranque en Toledo permite conocer la espectacular colección de mosaicos de la Casa de Materno y las magníficas columnas del Palatium, justificaría por sí sola una visita al yacimiento.
Aunque estos son únicamente algunos ejemplos del enorme patrimonio que encierra Castilla-La Mancha, son muchos más los recursos patrimoniales y artísticos con los que cuenta esta tierra. El paso por cualquiera de ellas, supone envolverte en historia a través de manifestaciones artísticas como La Cueva de Peña Escrita en Fuencaliente (Ciudad Real) que contiene un importante conjunto de pinturas rupestres que fueron declaradas, junto a las de La Batanera, zona Arqueológica en 1924, Bien de Interés Cultural por la Ley de Patrimonio Histórico Español y la Ley de Patrimonio de Castilla La Mancha y Monumento histórico artístico nacional.
Monumentos, grandes iglesias y catedrales, museos y otros emblemáticos lugares se mezclan con otros dos pilares de la cultura popular castellano-manchega: sus fiestas y la artesanía. Reflejando el paso de los tiempos pero manteniendo la esencia de su nacimiento, las fiestas por toda la región son un atractivo para cualquier visitante. Entre ellas destacan las Declaradas de Interés Turístico Internacional como el Corpus Christi de Toledo, la Semana Santa y la Semana de Música Sacra de Cuenca, la Feria y Fiestas de Albacete y la Tamborrada y Semana Santa de Hellín.
Los Carnavales en distintos puntos de la región como en Villarrobledo, ferias medievales como la de Hita (Guadalajara), o la Semana Santa de Toledo, Ciudad Real, Tobarra y Ocaña, reciben el distintitivo de Interés Turístico Nacional. Entre estas celebraciones se encuentran las Fiestas del Vino de Valdepeñas, o Fiesta de la Vendimia, ligada al oficio vitinícola y declaradas con el distintitvo desde 1976. Lejos de apagarse continúan aumentando su afluencia con cada vez más visitantes que no se pierden las celebraciones en su epicentro, la Plaza de España valdepeñera.
Ligado también a sus oficios destaca otra manifestación cultural: la artesanía de Castilla-La Mancha. Como actividad económica y como seña de identidad de la región, esta herencia cultural de tradiciones traspasadas durante generaciones tiene sus máximos representantes en la madera, la cerámica, la alfarería, el metal y la textil. Desde la ornamentación de muebles y la talla de imágenes religiossa en madera, pasando por los colores de la cerámica de Talavera de la Reina, los botijos y tinajas de alfarería, la forja en metal o los bolillos de Almagro y los bordados, todas estas representaciones forman parte del legado cultural de una tierra. Además, en la actualidad, existe en Castilla-La Mancha un floreciente tejido artesanal, que apoyado en los antiguos métodos de producción no renuncia a incorporar innovadores diseños que suponen una manifestación artística de primer orden.