Hoy, 14 de septiembre, se celebra la Fiesta litúrgica de la Exaltación de la Cruz. El barrio del Cristo del Mercado vive uno de esos días señalados en rojo y en los que la plaza de la Ermita donde se da culto a la imagen de este Cristo tan querido, se convierte en centro de las miradas de todos los vecinos.
Este año, además, de los actos tradicionales, se presenta un libro: “Versos para andar por casa” cuyo autor es alguien a quien habría que haber dado ya el Premio Príncipe de Asturias y el Nobel en la categoría de “Amor y servicio al prójimo”. Se trata de Don Domiciano, Don Domi, para muchos de nosotros y párroco del Cristo durante muchísimos años. Un sacerdote de los pies a la cabeza; un hombre al que ahora, con edad avanzada, el cuerpo le va jugando malas pasadas, pero que no para de crecer en amor y capacidad de entrega.
Yo, que podría catalogarme como seguidor de un tal Jesús, Hijo de Dios, que anduvo entre pecadores, prostitutas y gentes de no muy buena consideración social para contarnos que hay un Dios que está locamente enamorado de cada uno de nosotros, veo en Don Domi la personificación de aquél Maestro.
Sencillo, cercano, siempre con sus poemas, sus chascarrillos, sus canciones, sus chistes anque sean verdes, sus pies en el polvo y los lodos de la tierra, son ejemplo de sacerdocio. No he conocido sacerdote con mayores entrañas de misericordia y con mayor capacidad de transmitir la alegría de sentirse hijo de Dios.
Antes de que le llegue el premio de pasar toda una eternidad al lado del Padre, quiero, sencillamente, decirle: GRACIAS, DON DOMI!. Y expreso un deseo: ojalá esta Iglesia apegada a los palacios espiscopales, tan comprometida políticamente con los poderosos, tan dada a las palabras y miradas inquisitoriales, se dejara modelar por sacerdotes de andar por casa como este gran hombre llamado Domiciano Monjas. Quizá así alguno empezaríámos a considerarla como Madre…