A pesar de que la lluvia había deslucido el año anterior el acto central de la Semana Santa segoviana, la tradicional Procesión de los Pasos, el cielo se mostró respetuoso, y pudo desarrollarse el recorrido en el que participaron diez cofradías, y fue contemplado por unas 5.000 personas.
A las ocho y media de la tarde salió de la Catedral el grupo a caballo de la Junta de Cofradías, seguido de los estandartes y abriendo paso a las diez cofradías segovianas, para cubrir un recorrido oficial que transitaba por la Plaza Mayor, Cronista Lecea, Plaza de la Rubia, Serafín, San Facundo, San Agustín y San Juan, para finalizar en la Plaza de Artillería, junto al Acueducto, para continuar cada una hacia su parroquia.
El primer paso de la Procesión, siguiendo el relato evangélico de la Pasión y Muerte de Cristo, fue la Oración en el Huerto, obra firmada en 1907 por Josep Ríus y acompañada por la cofradía del barrio de San Lorenzo, con su ropaje blanco y verde. Seguidamente, La Flagelación del Señor, conjunto creado por José Quixal, también en 1907, junto a los miembros de la cofradía de la parroquia de la Resurrección del Señor, del barrio de Nueva Segovia.
La cofradía de la Asociación de Antiguos Alumnos Maristas, con su característica capa capa burdeos sobre túnica y capirote negros, fue la tercera en desfilar por las calles del centro de Segovia, acompañando a sus dos pasos, el Santo Cristo con la Cruz a Cuestas, de 1907, y la Virgen de las Angustias, una talla de la escuela de Juan de Juni, de finales del siglo XVI.
Escoltas
El capítulo de la Pasión mejor representado en la Procesión de los Pasos, la Crucifixión de Cristo, comenzó con la salida de la Catedral del Santo Cristo de la Cruz del barrio del Cristo del Mercado, una de las obras más antiguas de la Semana Santa segoviana, con sus características faldillas y escoltada por efectivos de la Guardia Civil. A continuación, el bello Cristo de San Marcos, obra de la escuela castellana de la primera mitad del siglo XVII, que estuvo acompañada por sus cofrades, con túnica morada y capuchón púrpura, sin capirote.
Seguidamente, el Santo Cristo en su última palabra, obra de Aniceto Marinas a la que arropaba la cofradía del barrio de San Millán, y también escoltada por los fieles de este barrio segoviano, igualmente obra de Marinas, la Soledad al pie de la Cruz, pasos ambos acompañados por efectivos del Cuerpo Nacional de Policía.
Tras los fieles de San Millán, los de San José Obrero, que, ataviados con capa blanca sobre túnica y capirote morados, dieron escolta por las calles de la capital a tres pasos: El Calvario, obra de la escuela de Olot, de comienzos del siglo XX, que salió en la Procesión de los Pasos, por primera vez, el año pasado; María Magdalena al pie de la Cruz y la Piedad, ambas también de comienzos del siglo XX.
En el tramo final de la Procesión, el antiquísimo Cristo de los Gascones, acompañado por los fieles de El Salvador y los miembros del Colegio de Abogados, y la que es una de las piezas más hermosas de la Semana Santa segoviana, ‘Camino del sepulcro’, el yacente de Gregorio Fernández, sobre un sobrio fondo de terciopelo negro y escoltado por la feligresía de San Andrés, también de negro y con acompañamiento sólo de percusión.
La madre doliente, la Soledad Dolorosa de la parroquia de Santo Tomás, única Virgen de palio de la Semana Santa segoviana, fue casi dos horas después del comienzo la última imagen de la Procesión de los Pasos, que cerraban las autoridades civiles, militares y religiosas, entre las que figuraba el nuevo obispo de la Diócesis, Ángel Rubio.
Una de las cosas más características de las procesiones de Segovia es el uso de la dulzaina, por parte de algunas cofradías, para interpretar saetas junto con los tambores y las cornetas.
La ‘Procesión de los Pasos’ de Segovia, declarada de Interés Turístico Regional, viene celebrándose en Segovia desde 1907, cuando el obispo de Segovia Julián Miranda y Bistuer encargó a imagineros catalanes la confección de varios pasos con escenas de la Pasión y Muerte de Jesús para realizar la procesión de Viernes Santo. A esta colección se incorporaron valiosas piezas como el ‘Cristo de los Gascones’, una imagen articulada construida en el siglo XI que es acompañada por la cofradía que lleva su nombre, o el ‘Cristo Yacente’ del imaginero castellano Gregorio Fernández, esculpida en el siglo XVI.