Con este artículo en segoviaudaz culminamos el ciclo de colaboraciones con Cruz Roja y diferentes alumnos de 4º de E.S.O en torno al Día Internacional de los Derechos humanos.

Yo también tengo derechos pero ¿Dónde están?

Tengo 15 años y desde hace tiempo ya sé que continuamente se están vulnerando los derechos de los hombres, las mujeres y los niños: todos tenemos derecho a la vida, a un trabajo, a una vivienda digna, a la educación, a la seguridad de nuestra persona, a la libertad, etc… y, sin embargo, todos los días: violaciones, injusticias, abusos, malos tratos…

¡Sí, maltrato! Y es que el maltrato no está solo en el golpe, está en cada uno de esos hechos que nos estremecen cuando aparecen en los medios de comunicación (pobreza extrema, inmigración descontrolada, muertes violentas, abusos a menores, explotación infantil, trata de blancas…), en muchos sucesos que se escuchan en nuestro vecindario (violencia de género, discriminación, enfrentamientos raciales, tráfico de drogas…), en muchos comportamientos que vemos en las escuelas (conductas disruptivas en el aula, faltas de respeto, acoso escolar, abandono…) y en muchas situaciones que vivimos en nuestra propia casa (falta de sustento, de una mínimas condiciones higiénicas, desamparo, desprotección , falta de afecto, maltrato físico y psicológico…)

Y de esto último es de lo que yo quiero hablar…

El artículo 10 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: Toda persona tiene derecho a ser oído públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial para la determinación de sus derechos y obligaciones.

¡Qué interesante! ¡A ser oído por un tribunal imparcial…! ¿Solo a ser oído? ¿Por un tribunal imparcial? ¿No será mejor tener derecho a ser escuchado y considerado razonablemente lo que tiene que expresar?

El artículo 12 de los Derechos del Niño dice: El niño tiene derecho a expresar su opinión y a que esta sea tenida en cuenta en los asuntos que le afectan.

Estos dos artículos hablan de algo que en nuestra sociedad a todos nos parece evidente pero, en la práctica, su cumplimiento deja mucho que desear.

¡Tengo 15 años y yo también tengo derechos!  Tengo derecho a elegir con quién quiero vivir, de quién quiero huir, a quién no quiero estar obligado a ver… Pero no me escuchan. Digo que tengo miedo, pero mi opinión  no se tiene en cuenta… sí, me oyen, me oyen pero no me escuchan ¿Dónde están mis derechos? ¿Dónde está la humanidad de esas instituciones que viéndome destrozado, temeroso y abatido me obligan a hacer algo que no deseo, que me hace daño?

En los derechos del niño se habla de recibir amor, comprensión, protección…, de crecer bajo la responsabilidad de unos padres, pero yo hace tiempo que carezco de eso. Tengo la desgracia de no tener un padre, porque un día él decidió no hacerse cargo de mí. Pero resulta que él tiene derechos y, como los suyos están por encima de los míos, un tribunal me impone a mí obligaciones cuando a él le permiten eludir las suyas…

Dicen que los niños y las niñas deben disponer de todos los medios necesarios para crecer física, mental y espiritualmente en condiciones de libertad y dignidad… ¿cómo puedo crecer con libertad y dignidad viviendo una situación como esta? ¿Siendo obligado a estar con un padre para el que desde hace tiempo dejé de ser su prioridad? ¿Con un padre del que temo hasta su mirada desde que un día le empecé a reprochar?

Tengo 15 años y yo también tengo derechos… ¿Dónde está el corazón? ¿Dónde está el sentido común? Quizás si se basaran en esto no tendríamos que preguntarnos… ¿dónde están mis derechos?