La ruta de los túneles y los puentes de la Fregeneda a Barca D’Alva, que se inaugura el próximo 23 de abril, es un recorrido espectacular por un paisaje único, donde la mano del hombre ha unido agua, tierra, cielo y metal.
El escritor salmantino Luciano G. Egido define este recorrido como “un valle aislado, es como un edén fuera de la historia, fuera del tiempo”. El autor del libro ‘Los Túneles del Paraiso’ (Barcelona: Tusquets, 2009), conoce bien esta ruta, porque durante su niñez y adolescencia era su territorio de juegos y descubrimientos, en los veranos que pasaba en Hinojosa de Duero.
Las obras de construcción comenzaron el 31 de agosto de 1883 a cargo de la Sociedad Financiera de París, que invitó al acto de inauguración a numerosas personalidades y medios de comunicación. Las crónicas de los periódicos cuentan que el ingeniero jefe, el polaco Wesolouski, en lo alto del monte del Pingallo, dio la orden para explosionar los barrenos, algo que tuvo que ser verdaderamente espectacular porque en pocos minutos se sucedieron más de 1.400 explosiones.
Hasta los pueblos de Hinojosa y La Fregeneda, con muy poca población, llegaron de repente cientos de personas procedentes de Extremadura, Galicia y Portugal, principalmente. En total, casi 2.000 trabajadores. Estos ferrocarrilanos, como así se les llamaba, no sólo aportaron mano de obra, sino que con ellos también vinieron otras culturas y formas de ver la vida, que inicialmente impactaron a los habitantes de Hinojosa y La Fregeneda. El Oeste de Salamanca se convirtió entonces en algo parecido a lo que fue en su tiempo el Oeste Americano.
Los pueblos, lógicamente, carecían de infraestructura para alojar a tantos trabajadores, quienes, en muchos casos, se vieron obligados a dormir a la intemperie. El trabajo era muy duro, soportando altas temperaturas en verano, con escasas medidas sanitarias que pronto tuvieron sus consecuencias. Sobrevinieron enfermedades, como la viruela, el paludismo o el tifus, que causaron cientos de muertes. También los accidentes laborales por las escasas medidas de seguridad fueron un auténtico mazazo para los trabajadores. Quizá el accidente más grave tuvo lugar durante la construcción del túnel 1, donde una explosión provocó una fuerte inundación, cobrándose la vida de más de una veintena de trabajadores.
Después de cuatro años de enorme esfuerzo y trabajo, la línea se inauguró por fin el 8 de diciembre de 1887. Dos locomotoras, una procedente de Portugal y otra de España, se juntaron en el puente internacional, lo que propició que un cronista de la época llegara a proponer que ese puente se llamara puente Ibérico, como símbolo de unión de los dos países a través del ferrocarril.
Un placer para los sentidos
La ruta comienza en la estación de La Fregeneda, en Valdenoguera a dos kilómetros del pueblo. La diputación de Salamanca ha instalado un vagón desde donde se atiende a las personas que quieran realizarla. El precio general es de cinco euros, e incluye un seguro para la persona que realice la ruta y el transporte de vuelta. Se ofrece también la opción de entrada a precio reducido de cuatro euros para estudiantes, jubilados, familias numerosas y de 2,5 euros para personas empadronadas en La Fregeneda e Hinojosa de Duero. La Diputación de Salamanca ha invertido más de un millón de euros en la adecuación de la vía férrea para que las personas puedan hacer la ruta con seguridad.
A unos 500 metros de la estación, está el túnel número 1, conocido como de la Carretera, tiene una longitud de más de 1.400 metros. Nada más adentrarse en su interior se un puntito de luz al fondo, que tarda en aumentar de tamaño bastante más de lo que se cree principio. Cuando se llega al final del túnel, el visitante se sumerge en un viaje fascinante, con un paisaje único en el mundo. Un singular recorrido de 17 kilómetros hasta la localidad portuguesa de Barca D’Alva, en el que hay que atravesar 20 túneles y 13 puentes. El río Águeda, encañonado y luciente, acompaña en todo el trazado, además de ser la frontera natural entre España y Portugal.
Los murciélagos blancos
A lo largo del recorrido hay ciertos hitos que son especiales. Es el caso del túnel 3 del Morgado, que dibuja una curva de 180 grados y justo en su centro no hay nada de luz. En este punto existe una colonia única de miles de murciélagos. Resulta fácil saber cuando uno se acerca a su territorio, aunque no vea nada. El olor y, sobre todo, la pequeña montaña de excrementos, es la inequívoca señal de encontrarse justo debajo de ellos.
Uno no comprende muy bien cuándo el escritor Luciano G. Egido recordaba que, durante su juventud, se acercaba con sus amigos a jugar en los túneles y de repente se encontraban a los murciélagos blancos. Pues es verdad, aunque realmente son muy negros, pero el efecto que provoca el contraluz tan fuerte de la boca del túnel, cuando los murciélagos buscan la salida, les convierte en murciélagos blancos por este efecto de la luz.
El puente número 7 de Poyo Valiente, de planta quebrada, y de una altura de 23 metros, es el único puente curvo metálico que hay en Europa. Ubicado entre el túnel 6 del Poyo Valiente y el 7 del Pico, es una obra de ingeniería espectacular. Como los otros puentes, recuerda a las construcciones metálicas de Eiffel. Sin ninguna duda, la visión del puente curvo a la salida del túnel 6 es otro de los momentos mágicos del recorrido.
El puente número 8 del Arroyo del Lugar es el puente más singular de la ruta, tiene 140 metros de longitud y 40 metros de altura, el más alto de los 13 puentes del recorrido. Está realizado en piedra en los estribos con arcos de medio punto y en metal en el centro. Es el puente más caro de todos que se construyeron, su coste fue de 813.386 pesetas (4.889 euros). Hay un mirador al final del puente, donde se puede observar una de las imágenes más bellas del cañón del río Águeda. Es como acceder al paraíso, se puede estar horas mirando sin cansarse. Es un paisaje muy singular, en el que la roca se funde con la vegetación y el río parece una herida plateada en el paisaje por los brillos en el agua.
El puente número 11 de Las Almas es un lugar especial. Cuentan los habitantes de la zona que en este puente, de 15 metros de altura y 133 metros de longitud, descarriló el tren; uno de sus vagones se precipitó por el puente y todas las personas que allí viajaban fallecieron.
Y por último el muelle de Vega Terrón, donde el río Águeda entrega sus aguas al padre Duero, que continua hacia Portugal en busca del mar Atlántico. En este punto se sitúa el último puente del recorrido, el puente Internacional que une España con Portugal. Justo en el centro está la frontera entre ambos países, una frontera que durante la inauguración de la línea, con ese beso de las dos locomotoras, quiso simbolizar su desaparición para pensar en una península Ibérica unida.
El 1 de enero de 1985, después de casi 100 años de funcionamiento, el tren de la línea férrea de La Fregeneda realizó su último viaje. A pesar de las protestas y manifestaciones de los vecinos de la zona, los responsables consideraron que no era rentable económicamente.
Ahora, la Diputación de Salamanca ha realizado una inversión para que todo el tramo sea un recorrido seguro y, así, que todo el mundo pueda disfrutar de un paseo con riesgo cero. El poeta Antonio Colinas habla de estos lugares como ‘Ruinas Fértiles’ porque nunca mueren. Aquí empieza una nueva historia de uno de los lugares más impresionantes, donde el hombre ha sido capaz de unir de manera armónica el agua, la tierra y el metal.