Las vacunas se presentan como la solución a diversas enfermedades, como el COVID-19, aunque no todos son capaces de dar el paso, ya que se estima que uno de cada diez ciudadanos padece “con mayor o menor intensidad” tripanofobia. Es decir, miedo patológico a las agujas y otros objetos que puedan pinchar o cortar, el cual ocasiona “un malestar tan grande que las personas evitan a toda costa todo lo que tenga que ver con pruebas médicas o análisis de sangre”, afirma en declaraciones a la Agencia Ical la profesional del Colegio de Psicología de Castilla y León, Begoña Diez.
Explica que los síntomas son comunes al resto de las fobias, al mostrarse como miedo intenso, sudoración, taquicardias, problemas gastrointestinales, lloros o mareos, entre otros, lo que “impulsa a la persona a evitar el contacto y las situaciones que provocan dicho malestar”.
En este caso, las consecuencias son que la persona “evita las vacunas y las analíticas con el riesgo que ello conlleva para su salud”. Deja claro que es una de las fobias “más extendidas”, quien apunta que es más habitual en los niños por su cartilla de vacunación.
Diez destaca que, por norma general, esta fobia surge por “malas experiencias” con las inyecciones sufridas en la infancia, las vacunas recurrentes, enfermedades o tratamientos. Aun así, también se puede producir por “un aprendizaje vicario”. “Al ser testigo de alguien que entra en pánico al tener que pincharse, es probable que me genere un miedo intenso cuando me toque pasar por lo mismo que esa persona”.
Miedo a las agujas
“Cuando tenía ocho años me picó una araña cerca del oído, por lo que mis padres me llevaron al centro de salud. Al poco rato, apareció un enfermero que portaba una gran aguja en la mano y no dejaba de preguntar para quién iba dirigida. Finalmente, me tumbaron en la camilla y acto seguido me pusieron una inyección de Urbason”.
Así cuenta Paula su caso a la Agencia Ical, una joven palentina de 20 años que se ve afectada por la tripanofobia. Cree que, desde ese momento descrito, viene su miedo a las agujas y todo lo que está relacionado con ello.
“No puedo ver imágenes en la televisión o hablar de ello. Es un poco incómodo estar viendo el telediario y no poder ver la pantalla, porque en segundo plano aparezcan las vacunaciones. Tampoco estar con mis amigas y no poder tocar el tema”.
Y es que, las sensaciones al respecto son varias, con “muchos nervios, se aceleran las pulsaciones y entran ganas de llorar”. “Entiendo que el pinchazo de la aguja no duele, y si por mí fuera no me pondría la vacuna, pero creo que hay que concienciarse con la sociedad y con el momento que estamos viviendo. Entender que es lo mejor para todos y para mí”, comenta la joven.
Soluciones y tratamiento
“Afortunadamente este miedo puede llegar a controlarse y superarse, pudiendo la persona normalizar este tipo de situaciones”. La psicóloga Diez relata que, como es un miedo que “se genera muchas veces en la infancia, es conveniente acercar a los niños a las inyecciones y las agujas como un juego, relacionándolas con algo positivo”.
Subraya que se debe evitar utilizar las inyecciones “como castigo o como amenaza porque se fomentará este tipo de fobia con todo lo que esto implica para el futuro y la salud”. Es decir, “evitar que el problema aparezca para que no haya necesidad de afrontarlo”, asevera.
La profesional detalla que para superar la ansiedad que toda fobia genera, lo primero a tener en cuenta son las técnicas de respiración y relajación que “paliará muchos de los síntomas asociados”. Además, añade que utilizar la distracción y el juego también puede permitir su control.
En aquellos casos en los que el miedo es más intenso, puntualiza que la Psicología dispone de herramientas eficaces para ayudar a la persona a controlar y manejar este miedo como la desensibilización sistemática, exposición graduada real o imaginada, terapia cognitiva, autoinstrucciones o la hipnosis, entre otras.
Begoña Diez reconoce que, por un lado, el hecho de que “en cada telediario saquen a un sinfín de personas poniéndose la vacuna ha generado un aprendizaje vicario observando cómo éstas están tranquilas, sonriendo cuando las están inoculando”.
Sin embargo, por otro lado, para otras personas el hecho de ver constantemente cómo las agujas se introducen en el cuerpo “les ha despertado una ansiedad que no tenían antes o ha empeorado la que ya había”. Todo depende según se ponga la atención, ya que “marca una gran diferencia en cómo se reaccionará ante el mismo hecho”.
No obstante, recalca que es necesario tener en cuenta otros aspectos relacionados con la vacuna del COVID-19 como los negacionistas, la desconfianza en la vacuna y las ‘fake news’. Todos estos añadidos “hacen que el miedo a inocularse esta vacuna esté presente en muchos sectores de población”, sentenció.