El director del Festival Internacional de Títeres de Segovia, Julio Michel, conoce muy bien el oficio desde dentro. Antes de fundar «Titirimundi», ya era titiritero. En Francia se empapó de la cultura del teatro de títeres. Durante su estancia en el país galo, realizó una licenciatura de teatro en la universidad y fundó su propia compañía,«Libélula». “Al volver a España, comenzamos a girar y nos dimos cuenta que dábamos un enfoque totalmente nuevo a este género. Logramos que la gente se diera cuenta de que no era un género menor sino una forma muy digna de teatro, con otras normas, con otras reglas”.
Francia es una pieza fundamental en el renacimiento del teatro de títeres, puesto que en este país es donde se crea el primer gran festival internacional. “Finalizada la Segunda Guerra Mundial, en los primeros años de la década de los cincuenta, en el noreste del país, surge la idea de hacer un Festival de la Paz a través del teatro de títeres. Se hace cada tres años y se convierte en la gran cita mundial”. Para Julio Michel, una inspiración para crear Titirimundi.
Cuando llegó a Segovia, recuerda que se encontró una ciudad con una vida cultural que todavía estaba “somnolienta”. Fue entonces cuando tomó la decisión de montar un festival “para difundir y promocionar el teatro de títeres, así de sencillo. Para borrar esa idea tan equivocada que hay, los perjuicios que lo rodean. Para mostrar al mundo, de verdad, lo que es el teatro de títeres. Sus diferencias, las tradiciones y las vanguardias”.
Titirimundi nacía en el año 1985 y lo hacía con la mayor extensión regional que ha tenido en toda su historia. “Conté con el apoyo decidido del director general de Políticas Culturales. Todas las compañías tradicionales y de vanguardia llevan sus espectáculos a varios localidades de Castilla y León. Es todo un acontecimiento”. Julio Michel tiene claro que en esta primera edición, surge esa conexión hacia los títeres como forma de arte con mayúsculas. “prende la llama, que ya no se apagará, que ya no se desconectará, para los montajes en los teatros”.
Ayuda de los artistas locales
No todo fue un camino de rosas. “Fue diferente para los espectáculos de calle en las dos primeras ediciones del Festival. La gente lo miraba desde lejos. Hay fotos de la Plaza Mayor o de la Plaza de San Martín, donde alrededor del espectáculo hay seis, siete como mucho ocho personas. La gente que pasaba ni siquiera miraba. Estaba dormida la curiosidad por el teatro, por la cultura”, explica Michel. Titirimundi cumplió un segundo papel, además de dignificar el teatro de títeres: dinamizó la vida cultural de la ciudad. “Creó un acontecimiento de agitación cultural”.
En el logro de este objetivo jugaron un papel muy importante un grupo de profesores de la Escuela de Artes y Oficios, encabezados por Francisco Peralta, junto a varios intelectuales y artistas de Segovia. “Son los primeros que se acercan y arrastran a mucha gente al teatro de los títeres. En el sector artístico y cultural es donde está la curiosidad y fueron fundamentales para Titirimundi”. Titirimundi se cimentó buscando emocionar.
“Ese es el truco. El secreto en haber apostado por traer lo mejor que había en el mundo entero. En la primera edición ya hubo grupos internacionales que tuvieron muchísimo éxito desde Francia, Portugal o Suecia”. Edición tras edición de Titirimundi, a Segovia, llegaron exquisitos montajes desde Japón, India, China o Vietnam.
Escuela de titiriteros
La parte colorista, alegre y callejera del Festival, es para su director, sólo una parte de Titirimundi. Ser espectador, durante tantos años, de todos los géneros del teatro de títeres, de tradición y vanguardia ha convertido a Titirimundi, en una escuela de formación. Julio Michel señala como alumno aventajado a Jaime Santos de la compañía «La Chana». “Es de lo más interesante, de lo más auténtico y creativo que se hace en España. Es un maestro del teatro de objetos. Confiesa que su escuela fue venir a Segovia, a ver los espectáculos de Titirimundi”, confiesa el director de Titirimundi. Aquí descubrieron la magia y la fuerza de este género teatral, artistas como Rodorín, un referente en los espectáculos para niños.
Despedida al maestro Rod Burnett
La reciente muerte del maestro Rod Burnett ha impresionado a Julio Michel. El festival, asegura, tiene una gran deuda con él. “El repertorio del «Punch and Judy’» la tradición inglesa, se quedará en la memoria de todos los niños que pasaron por Titirimundi, gracias a las actuaciones de Burnett”. Su sueño es poder hacer una proyección en la Plaza de San Martín y mostrar en ese espacio tan emblemático para el festival, el espectáculo del titiritero inglés.
“Sería el mejor homenaje que se le puede realizar, pero lo tenemos que descartar porque cuesta mucho dinero. No sé a quién recurrir, a qué puertas llamar, para patrocinar este homenaje necesario a quién forma parte de la historia de Titirimundi”, explica Julio Michel. Lo más seguro es que el homenaje sea llevar esa proyección a la Casa de la Alhóndiga.
Cero euros en promoción
Julio Michel reconoce que falta dinero para hacer muchas cosas, siendo capaces de concentrar a miles de personas, en una menos de una semana, no dedican un solo euro a promoción. “Titirimundi se permite el lujo no hacer nada y cuando abre las taquillas, en tres horas, vende 3.000 entradas”, sentencia el director de Titirimundi. Cree que es un dato para la reflexión, mientras insiste en que tampoco es lo que se busca.
“El éxito no está en la gran masa de gente que viene el fin de semana, que puede llegar a hacer el festival algo incómodo. Sería menos interesante para algunos sectores pero para los espectadores y para los aspectos artísticos sería más beneficioso tener menos público. Tenemos la suerte de tener esa audiencia, pues bendita y bienvenida sea”, reconoce Julio Michel.