Nervios, expectación y miles de segovianos a la espera del comienzo de sus fiestas grandes, las de San Juan y San Pedro. De cara a su monumento más emblemático, el Acueducto romano, la ceremonia de inauguración comenzó alrededor de las 22:30 horas con la proclamación oficial de la Alcaldesa y las damas, que ataviadas con el traje típico regional, estuvieron acompañadas por el alcalde de Segovia, Pedro Arahuetes, y la corporación municipal casi al completo. La periodista Nieves Concostrina fue la encargada de ofrecer un pregón en el que destacó la necesidad de disfrutar del ambiente festivo en una ciudad que durante estos días vive la frenética actividad cultural de sus fiestas patronales así como el festival de música de raíz Folk Segovia. Junto al regidor municipal, la periodista fue la encargada de lanzar el chupinazo que señala que la ciudad ya se encuentra inmersa en sus fiestas.
A grito de ¡Viva Segovia!, Arahuetes, dio el pistoletazo de salida al mágico espectáculo ‘Amor de Tierra y Fuego’ de la compañía catalana Carros de Foc, una visión mediterránea de la Leyenda del Acueducto en la que el diablo representado por un dragón de 21 metros de alto y 6 de ancho se batió en duelo con un toro de 8 metros de largo y 4 de alto. El acompañamiento pirotécnico estuvo presente en todo momento a través de los miembros de esta compañía que consiguió dejar con la boca abierta a los espectadores que se agolpaban en la Plaza de Artillería. Tras una comitiva paralela que bajó por la calle San Juan y la Avenida Padre Claret, ambos personajes se encontraron a los pies del escenario preparado en la ocasión y en donde se llevó a cabo la representación de la leyenda del Acueducto.
Tras el espectáculo, un castillo de fuegos artificiales más corto que año anteriores y acompañado de la música de Beyoncé y la banda sonora de Piratas del Caribe, puso el broche final a la ceremonia. Un foco de fuego alertó tanto al público como a la organización por unos instantes, pero la rápida actuación del cuerpo de Bomberos de la capital hizo no tener que lamentar daños mayores.