La noche segoviana ha sido un crisol de emociones, risas y sueños, testigo de cómo generaciones enteras han construido recuerdos imborrables. Desde el sonido de las litronas chocando en los años 80 hasta el deslizamiento de dedos en Tinder hoy, cada década ha dejado su huella en la forma en que los jóvenes segovianos socializan, se enamoran y disfrutan. Este artículo es un homenaje a esos lugares emblemáticos, esas costumbres arraigadas y esas emociones compartidas que marcaron a miles de segovianos. Prepárate para un viaje nostálgico a través de la historia del ocio juvenil en nuestra querida Segovia.
Década de 1980: El rugido del rock y la litrona compartida
En los años 80, Segovia vibraba con la energía de «la Movida», aunque con un toque íntimo y local. Los jóvenes se reunían en ventorrillos como Villa Rosa, El Ventorro del Pito o El Chiringuito del Parral, donde las fiestas al aire libre eran el epicentro de la diversión. Las guitarras resonaban entre amigos, mientras corrían botellas de vino y calimocho.
El espíritu heavy y las salas de máquinas: Los años 80 fueron una época de rebeldía y camaradería. Bares como El Rincón del Melenas, Bahía o Flor eran puntos de encuentro donde un botellín costaba 25 pesetas y un cubata 125. Las calles de Infanta Isabel y San Millán. bullían con jóvenes que buscaban diversión al ritmo de Mecano, Alaska o Los Secretos.
El movimiento heavy tuvo un lugar especial en Segovia. Grupos con chupas de cuero se reunían en plazas y parques, compartiendo música y litronas. Bandas locales como TYC, Formica Rufa o Lujuria nacieron en este ambiente de resistencia cultural. Las salas de máquinas como Río de Oro o Láser 3 eran templos de videojuegos clásicos como Pac-Man o Street Fighter. Allí, los jóvenes socializaban antes de lanzarse a la noche.
«Recuerdo conocer a mi primer amor en el Ventorro del Pito, mientras sonaba Barricada, fue mágico», rememora mi tía Glori, con cierta añoranza.
El ligue cara a cara: El ligue era directo y espontáneo: una mirada o un comentario bastaban para romper el hielo. La moda reflejaba el espíritu rebelde: pantalones ajustados, hombreras enormes y peinados cardados.
Década de 1990: El auge del botellón y las noches de discoteca.
Los noventa marcaron el apogeo del botellón. Zonas como El Pinarillo, La Hontanilla y los alrededores del Cementerio se llenaban de jóvenes con bolsas de supermercado llenas de hielos, vasos y botellas de DYC. El botellón era un ritual social donde nacían amistades y romances.
Las noches de discoteca: La noche segoviana tenía sus epicentros: San Millán, Las Rocas, la bajada del Carmen, la calle Escuderos y la calle de los bares. Discotecas como Nova, Yupi, Oki Disco y Florida marcaron una época dorada. Se bailaba hasta el amanecer y luego se iba a desayunar churros.
El ligoteo en la pista de baile: El ligoteo seguía siendo presencial: una mirada en un bar o un baile lento en la pista bastaban para conectar, y «enrollarse» después era todo un premio. La moda evolucionó hacia vaqueros ajustados, camisas anudadas y zapatillas deportivas.
Década de 2000: La transición digital y el declive del botellón.
Con el cambio de siglo, los jóvenes trasladaron sus reuniones a pisos de estudiantes o botellones más escondidos. Las discotecas seguían siendo protagonistas, pero con menos público. Solo se llenaban en fiestas de instituto o fiestas temáticas y con el gancho de la llegada de algún DJ de renombre; se hicieron populares las fiestas de música house y techno como Xtrawberry y Medikation, lo que propició que la fiesta continuase en afters como La Escuela o Hard Pool. Junto a estas, salas como Kyber, La Mansión, Abraxas o Vertical ofrecían noches memorables que pusieron a Segovia en el mapa nacional.
Los primeros móviles con SMS y plataformas como MSN Messenger o Terra Chat transformaron la forma de socializar. Menos salidas, más tecnología: Se notaba un cambio en los hábitos: los jóvenes salían menos días y preferían concentrar su energía en los fines de semana.
Década de 2010: El auge del tardeo y el reinado de Tinder.
El botellón desapareció y surgió el tardeo: reuniones diurnas en terrazas y bares céntricos con cierto aire nostálgico y más comedido.
El ligue digital: Tinder revolucionó el ligue, sustituyendo el contacto cara a cara. Los jóvenes salían menos motivados por ligar, ya que las conexiones se gestionaban desde el móvil; Era más barato y saludable aunque se perdía el contacto humano.
El resurgir de lo cultural: Los bares tradicionales dieron paso a locales más pequeños, y los eventos culturales al aire libre recuperaron el espíritu comunitario.
2020-2025: Entre lo físico y lo digital.
La juventud segoviana vive entre dos mundos: lo físico y lo digital. Tinder e Instagram son fundamentales, pero hay un renovado interés por actividades presenciales tras la pandemia.
El legado de la pandemia: El tardeo sigue siendo popular, y los eventos culturales al aire libre han recuperado el espíritu comunitario. Las relaciones han cambiado: ahora es común iniciar conversaciones virtuales antes de conocerse en persona.
Y es que Segovia ha cambiado, pero la necesidad de conectar permanece. Cada generación ha dejado su huella en esta ciudad mágica. Y aunque los lugares cambien, siempre habrá algo eterno en esas noches donde se solucionaban los problemas del mundo…