Raúl Gutiérrez Andérez, cántabro de 39 años, hace mucho tiempo que es Rulo, uno de los rockeros más reconocidos del panorama actual de la música española. Fue el líder fundador y compositor del grupo La Fuga y desde 2010 está al frente de Rulo y la Contrabanda, formación con la que lleva tres discos de estudio: ‘Señales de humo’, ‘Especies en extinción’ y ‘El doble de tu mitad’. Mañana sábado, 6 de octubre, la banda toca a partir de las 21:00 horas en el Teatro Juan Bravo de la Diputación de Segovia. Las entradas están a la venta a un precio de 22 euros.
¿Qué gana y qué pierde un rockero cuando se mete en un teatro?
Nosotros ganamos mucha felicidad porque, además, nos metemos en un teatro y desdoblamos las canciones; realmente adaptamos el repertorio al teatro. No es una banda de rock que hace rock en el teatro, sino que adapta las canciones al lugar y al medio. Artísticamente es un reto artísticamente. Estoy muy ‘enredado’ y cada vez me gusta más hacer cosas muy diferentes. Los teatros empezaron siendo nuestra cara B y ahora ya forma parte de nuestra actividad. Con el último disco hemos hecho veintidós auditorios dentro de una gira que se llamaba ‘Objetos perdidos’ y que ha significado, desde de pensar la escenografía que íbamos a llevar hasta a hacer un stage de preparación con toda la banda, incluir muchísimos más instrumentos de los que incluimos habitualmente, como el pedal steel, las mandolinas… Como artista, todo eso para mí es un reto y un aprendizaje. Con cada disco hemos hecho una gira de teatros; ya van tres.
Y realmente este concierto de Segovia no está enmarcado en la gira que hicimos de auditorios el invierno pasado; éste y uno en Palma de Mallorca son como oasis en mitad del desierto de conciertos eléctricos, pero hemos preparado un repertorio especial y una escenografía sólo para estos dos conciertos.
Lleva varios teatros a lo largo de su carrera; ¿de qué forma ha sentido que haya cambiado la forma de percibir el rock por parte del público en este formato?
Lo probé con La Fuga; les convencí porque no querían e hicimos doce teatros en la última época de la banda. Recuerdo ese primer teatro que fue en Ermua, en un teatro de cerca de ochocientas personas y recuerdo que dije: “¡Buah!, ¡Esto es la caña!”. Lo de los silencios, el poder comunicar a la gente de otra manera… No me dirijo al público de la misma forma a cómo me dirijo en un eléctrico. No tiene nada que ver. Puedo explicar por qué hice una canción, puedo jugar con los silencios, con las dinámicas…
Sí que es verdad que en un principio había gente que decía: “no está mal, pero me gusta más en eléctrico”. En la segunda gira de teatros ya percibíamos que el público no sabía qué le gustaba más y en esta última mucha gente decía que era la mejor que habíamos hecho nunca. Como le he dicho se llamaba ‘Objetos perdidos’ y llevábamos la escenografía de un bar itinerante; con su cañero, sus neones… El montaje llevaba dos horas y media. Era un montaje muy ambicioso; fue algo maravilloso. Esta ha sido la mejor gira que he hecho nunca. También es verdad que no es un acústico; no voy yo con dos guitarristas y a la hora te estás durmiendo. Vamos con toda la banda, así que es un mal llamado acústico. Tiene de todo; la gente acaba de pie en las últimas canciones.
Estos teatros de Segovia y de Palma queríamos hacerlos y aunque no están enmarcados dentro de la gira y la infraestructura no estaba montada, hemos creado algo especial. El Juan Bravo es un teatro precioso, no es muy grande, pero yo voy con toda la banda aunque me tenga que apretar en el escenario.
No es la primera vez que tocan aquí…
Hace cinco años estuvimos; con el segundo disco. Así que lo controlamos perfectamente… con sus barandillas de forja… Me acuerdo perfectamente de cómo es; para eso tengo muchísima memoria. Me acuerdo perfectamente, no sólo de su ubicación al lado de la Catedral y la Plaza. Me acuerdo de que entran cerca de quinientas personas y de que el público está muy cerquita, que es lo que nos ‘mola’. No es lo mismo un auditorio, que son más grandes, a un teatro; cuando tocamos en un teatro es cuando más disfruto, si le soy sincero. Hemos tocado en teatros con cien años de Historia y la acústica… es todo diferente.
¿Y cuesta mucho, en medio de una gira eléctrica, cambiar el chip a un teatro?
Mucho. Cuesta más a la inversa; cuando sales de los teatros y retomas lo eléctrico. Pero, por ejemplo, el sábado pasado tocamos en Reinosa con más de 15.000 personas; era un concierto gratuito, pero montamos un follón de la leche. Ahora, de repente, pasar de ese escenario grande al Juan Bravo es un reto.
Es un reto porque en los teatros hay que bajar mucho las revoluciones, hay que ser más sutil; es más caricia que arañazo. Si no nos enredásemos tanto, diríamos: “¡Quita!, ¡quita!; esto es un lío”. Es un ‘currazo’, la verdad, pero por otro lado es súper estimulante. Ya estoy hasta nervioso; bueno, nervioso no porque soy muy tranquilo, pero sí como con la tripilla moviéndose para ver cómo sale todo. Volver a tocar todo y adaptar esos instrumentos es un follón, la verdad; pero un follón maravilloso.
¿Es de los que aprovecha las giras para componer? Han pasado dos años desde El doble de tu mitad, ¿está pensando en qué será lo siguiente o prefiere llevarlo con calma?
La verdad es que estoy componiendo ya; tengo cuatro de las que me gustan, porque lo que cuesta es sacar algunas canciones de las que te gustan. Es difícil en medio de esta vorágine; éste ha sido el año que más conciertos he dado en mi vida; ya con el disco llevamos casi ciento diez, una barbaridad. Y es difícil componer en giras, me cuesta. El otro día lo hablaba con Leiva y me decía que él antes de terminar la gira ya lo tenía compuesto, ¡qué envidia! Yo, una vez que acaba la gira, tengo cuatro o cinco temas, que al final casi es la mitad del disco… En noviembre acabamos en España, vamos a algunos países de Latinoamérica en noviembre y diciembre y luego sí que me quiero parar a componer más.
Ahora estaba tocando el piano y estaba con una de las canciones que más me gusta, que la quiero terminar, pero al final te paras, haces entrevistas… y para que sea fructífero no tiene que haber conciertos porque también estamos con el whatssap de la banda, viendo qué instrumentos llevamos, qué canciones tocamos… Al final el teléfono hace que no estés al cien por cien con la composición y la composición requiere mucha disciplina. Y eso es muy difícil en la gira. Salen cosas, esquejes de canciones, pero es difícil concentrarse.
Grabó este último disco con Carlos Raya, que además de ser un excelente productor es un maestro del directo, ¿le ha dado algún consejo en este sentido? ¿Ha aprendido algo nuevo con él o la relación terminó en el estudio?
Fíjese, ayer estuvimos hablando. He aprendido muchísimo. He pasado de grabar siempre con el mismo productor, mi amigo Javier San Martín, con el que grabé todos los discos de mi carrera… Decía, he pasado del miedo a cambiar a todo lo contrario. Me encantaría repetir con Carlos, pero también, por otro lado, me encantaría hacerlo con más gente. Y precisamente por eso que me preguntaba; porque es un aprendizaje brutal. Cada productor tiene una manera de ‘currar’ y de cada productor aprendes muchísimo.
Yo creo que cuanto más trabajes con distintos productores, más vas a aprender; pero claro, con Carlos me encantaría hacer el siguiente (duda)… pero también me pondría muchísimo hacerlo con otro (risas)… Aunque pienso que con Carlos nuestro mejor disco es el siguiente, que está por llegar; como que uno nos sabría a poco.
¿El público de Rulo y la Contrabanda sigue esperando canciones de La Fuga en los conciertos o casi diez años después está totalmente volcado con el proyecto de Rulo?
Con el primer disco tuvimos que hacer fifty-fifty, porque teníamos once canciones. En la segunda gira tocábamos cuatro y ahora ya hacemos un par. Pero no creo que alguien venga por esas dos canciones. Por otro lado muchos sí que lo agradecen, porque hay mucha gente de la anterior etapa. Yo nunca voy a dejar de tocar canciones de esa época; nunca, aunque tenga ochenta discos con La Contrabanda; pero por la simple razón de que las he compuesto yo. Sinceramente yo toco ‘La balada del despertador’ y me siento igual que cuando toco ‘Heridas del rock&roll’. Otra cosa es que yo no las hubiera compuesto, entonces sí habría debate, pero para mí no lo hay. Aunque sí que es verdad que nosotros no somos una banda de nostalgia, de las que tocan canciones antiguas. Toco dos o tres de esa época porque me apetece, porque me emociono cuando las canto y vamos cambiándolas unas por otras, pero no necesito tocar doce o quince canciones de esa época para llenar los teatros o para funcionar.
Pasa una cosa muy curiosa; que también viene gente de la anterior etapa que se ha enganchado a ésta y viene con sus hijos, que sus hijos no conocieron la otra época. Y tal vez la conozcan porque tocamos ahora dos o tres temas o porque sus padres se los pongan; y eso es maravilloso.
Además habrá veces que le apetecerá tocar una de hace años por el simple hecho de redescubrirla…
Claro, eso es maravilloso. En la anterior gira de teatros hicimos dos de La Fuga y no eran de las que solíamos tocar siempre; las adaptamos al formato teatro. Ese debate no lo tengo por lo que le decía antes; que las compuse yo.
Con qué etiqueta sale la canción es algo que no me importa mucho. Me considero afortunado de que el 90% de las canciones que tocamos cada noche son de esta etapa; no por la etiqueta, sino porque eso ilustra que somos una banda a la que viene a ver gente de todas las edades. Como compositor te sientes ‘guay’; tocas temas de todas las épocas, pero la gente te canta el último disco ‘de pé a pá’. Lo otro es como tocar siempre lo mismo para un público que no se regenera. ¿Cómo compones un disco nuevo pensando que tienes que tocar sólo las de hace veinte años? Sería frustrante y muy poco motivador. La gran mayoría de nuestro público le da una oportunidad a todas las canciones del disco.
Para terminar, en el Teatro Juan Bravo estamos de centenario, ¿qué canción suya le gustaría especialmente que fuera centenaria para la música?
¡Buah!, yo no tengo esas pretensiones, la verdad. Con hacer canciones, disfrutar y sufrir, porque componiendo también se sufre, tengo suficiente. Disfrutar y sufrirlas, grabarlas y que un disco te permita hacer una gira de ciento veinte conciertos, como vamos a hacer con este disco… Las canciones no las hago para que perduren; las hago porque necesito hacerlas y luego si encima, como con este disco, nos permiten hacer una gira extensa e ir a ocho países dos veces y disfrutar… me vale. Eso de perdurar es muy difícil e incluso presuntuoso. No voy tan allá.