Más de tres décadas después de aquel primer concierto a la luz de las velas, Pedraza sigue brillando con una intensidad única. Lo que comenzó como una propuesta cultural íntima y diferente ha terminado por convertirse en un símbolo de identidad, no solo para la villa segoviana, sino para todos aquellos lugares que, inspirados en su magia, han intentado replicar su atmósfera en distintos rincones del mundo.
Pero hay algo que no se puede imitar. Ni las miles de velas encendidas, ni los conciertos al aire libre bajo las estrellas, ni siquiera los silencios compartidos entre piedra y música logran lo mismo fuera de Pedraza. Porque Pedraza no es solo escenario: es alma. Es la plaza, el castillo, las callejuelas silenciosas, el rumor de pasos sobre adoquines centenarios, el eco de una orquesta elevándose entre sus paisajes. Es, también, el respeto de un pueblo por su propio silencio, por su historia, por su arte.
Un año más, Pedraza ha demostrado por qué fue la primera. Por qué, cuando se apagan las luces artificiales y se enciende cada vela, lo que sucede aquí no ocurre en ningún otro lugar. Porque el concierto es solo una parte de la experiencia: lo demás lo pone la villa, su atmósfera y quienes la viven y la visitan con admiración y cuidado.
Todo comenzó con un gesto generoso y valiente. Varias personas enamoradas de su tierra decidieron aportar 50.000 pesetas cada una para fundar, sin más interés que el amor a Pedraza, la Fundación Villa de Pedraza. Gracias a esa iniciativa desinteresada, nacieron los Conciertos de las Velas, una idea pionera que ha dado la vuelta al mundo, pero que aquí, en su origen, sigue manteniendo intacta su esencia. Tras ellos, otros enamorados de la cultura se sumaron como patronos a una Fundación que, con fondos propios, ha ido rehabilitando su propia sede y una Iglesia románica, actual enclave de actividades y exposiciones.
Una edición para la memoria
Las entradas de acceso a la villa pronto colgaron el cartel de completo. Más de 10.000 personas pasearon por las calles de Pedraza durante los sábados 5 y 12 de julio de 2025, iluminadas por miles de velas. Además, otras 4.000 personas disfrutaron de los conciertos desde el interior del recinto, en la explanada del Castillo.
Porque, aunque el verdadero espectáculo está en caminar, en dejarse llevar por la luz y el silencio, unos pocos privilegiados pudieron vivir una experiencia irrepetible: escuchar la música al aire libre, junto al castillo, mientras el sol caía lentamente detrás de las montañas y la noche se encendía nota a nota.
El sábado 5 de julio, la prestigiosa Wiener Concert-Verein ofreció un programa vibrante con piezas de Haydn y Mozart en la primera parte, y una segunda mitad dedicada al genio de Johann Strauss II, que llenó la noche de valses, polkas y alegría vienesa.
Una semana después, el sábado 12 de julio, la velada corrió a cargo de la Orquesta de Cámara de Perugia, con el violonchelista Enrico Bronzi como solista. La noche viajó entre Boccherini, Haydn y Mozart, cerrando con el evocador final de la Sinfonía “Los Adioses”, como una despedida perfecta a dos noches que ya forman parte de la memoria viva de Pedraza.