Miguel Rodrigo es un ciudadano del mundo. Nacido en Valencia (1970), se siente granadino y ha ido dejando pedacitos de corazón en Rusia, Italia, Japón, Thailandia o Vietnam además de en Segovia, donde nació su hijo pequeño y donde entrenó al extinto Caja Segovia durante cuatro temporadas y media dejando muchos amigos. Ahora, como director deportivo de la federación andaluza de fútbol sala y formador de entrenadores en el centro de estudios, pasa los días diseñando e impartiendo clases, trabajando con la base y disfrutando del deporte desde otra perspectiva alejada, de momento, de los banquillos. Con alegría poco disimulada, Miguel Rodrigo recibe la llamada de Segoviaudaz y, como un torrente, repasa su tiempo en Segovia y la situación actual del fútbol sala.
Miguel Rodrigo: «Segovia será siempre para mí sinónimo de raíces»
Segoviaudaz: Ya tocaba volver a casa después de tanto viaje – y tanto tiempo – por el mundo
Miguel Rodrigo: Llevo dos años ya en casa – en Granada – y lo estoy aprovechando para generar contenidos que tenía en la cabeza. He ido poniendo el fútbol sala desde lo más básico en formato multimedia, pero basándome en la realidad. En total me han salido como cien horas para un nivel sencillo y también contenidos para la élite. No he parado porque he desarrollado ponencias, un seminario de entrenadores para Latinoamérica y tengo un grupo online de quinientos cincuenta y tres alumnos. Además voy a crear una plataforma de contenidos de fútbol sala donde volcar todo lo que estoy haciendo. Pasé tanto tiempo sentado preparando los contenidos durante el confinamiento que hasta he tenido lesiones en los hombros, la espalda…estoy vaciándome, pero puedo decir que me siento muy satisfecho.
SA.- Entonces de entrenar ni se acuerda
M.R: Tengo días que lo echo mucho de menos. He recibido propuestas para entrenar en España, Portugal y algunos países locos como digo yo, muy apasionados pero muy lejanos como Dubai, Indonesia… pero en pandemia no quería moverme y mi familia – Miguel, el hijo mayor quiere estudiar medicina en Granada – está muy asentada aquí y no es fácil que me mueva yo solo, aunque no lo descarto.
SA: Empezó a entrenar en Andalucía – Primera, División de Plata… – y de ahí a Rusia, Italia, Japón, Thailandia, Vietnam… y entre medias Segovia. ¿Una isla en una idea preconcebida?
MR: Fue todo completamente repentino, improvisado. Así ha sido casi toda mi vida deportiva, sin que hubiera nada predeterminado. Para mi Segovia era un desafío, mi primera experiencia en División de Honor porque implicaba o lanzarme o estrellarme. Todo un punto de inflexión.
SA: No se encontró un equipo en la mejor condición
MR: Eran estupendos jugadores, pero el ambiente en general no era bueno. Daba la sensación de que cada uno pensaba en sí mismo y nadie quería estar ahí. Faltaba el concepto de grupo y creo que ese fue mi gran mérito. Puedo debatir sobre si soy mejor o peor entrenador, pero creo que soy bueno recomponiendo grupos. Creamos un concepto de familia deportiva y al final incluso estuvimos a punto de clasificarnos en play off.
SA: El primer partido en Segovia no lo va a olvidar nunca
MR: Imposible. Íbamos ganando (8-1) a un equipo con Fernandao, PC… grandes jugadores y terminamos empatando a ocho. Incluso en la última jugada pudimos perder. Adelanté al portero como jugador de campo en la segunda parte cuando nadie lo hacía y la gente en la grada no lo entendió en parte porque nos salió fatal. La afición segoviana era muy exigente porque habían visto mucho fútbol sala y no querían experimentos y menos en la situación que estaba el equipo.
SA: .- Isco, Fali, Diego Giustozzi, Rubén, Lin, Cidao, Igor, Guga … preparó a grandes jugadores en Segovia
MR: Y no llegamos a ganar títulos y me lo tomo como un debe mío. Cuando llegué a Segovia no había ganado nada como entrenador y ahora que sí conozco lo que es ganar – conquistó la Copa de Asia con Japón – me doy cuenta de que escondimos las derrotas en lo partidos decisivos en el tópico de la mala suerte, pero tuvo que ver algún tipo de barrera que yo les puse inconscientemente a los jugadores. Salíamos a ganar los partidos contra potencias como El Pozo o el Inter y lo hacíamos con naturalidad, pero el triunfo final no llegó. El club era vendedor y yo lo acepté por lo que había que reconstruir cada temporada y aunque a veces protesté entendí cuál era mi rol.
SA .- Dejó muchos amigos cuando marchó a Japón y debió lamentar la desaparición del club.
MR: Sentí que había perdido algo, un amigo… tenía y tengo múltiples conexiones emocionales con muchas personas en Segovia y fue una sensación de pérdida inexplicable. Aún ahora no se muy bien cómo explicarlo.
SA: ¿Se sintió querido al marchar de Segovia?
MR: Sabía que era el momento cuando me marché y además ya dije que mi sustituto era mejor que yo – Jesús Velasco – por lo que me fui tranquilo. Segovia siempre me trae una sensación de raíz, y para alguien como yo que ha viajado profesionalmente por todo el mundo es muy difícil sentirse en casa. Me involucré mucho en la ciudad, el público segoviano se reactivó con el equipo, pude criar a mis hijos y mi trabajo me dio fama y prestigio. Asocié el éxito a revitalizar algo que estaba moribundo y consumí toda mi energía en eso porque lo dejé todo, pero me sentí correspondido. Me fui con la sensación de ser uno más y eso es mucho más importante que los triunfos. Para mi el resultado es el proceso y en Segovia valoraron mucho lo que mi familia y yo nos implicamos en el proyecto.
SA.- Lo mismo se enfada si le digo que el fútbol sala actual me aburre un montón. No me parece el mismo deporte de hace unos años.
MR: Entiendo esa sensación y tiene su explicación con un concepto clave: pautas. Las pautas vienen a ser las situaciones técnico tácticas que un jugador tiene que hacer sí o sí porque las manda el entrenador. Cuando el juego es dominado por el sistema y las pautas te encasillas, te queda como una matriz que no sabes ordenar y tienes que seguir las instrucciones. Yo lo considero una opresión del talento, porque creo que el juego tiene que ir ligado al jugador y está muy relacionado con la confianza del deportista y su creatividad. Considero que la labor de un entrenador es la de ser un guía, y ahora todo está pautado y todo se entrena por sistemas, nadie asume riesgos, nadie quiere perder el balón elaborando…
SA: Muy bueno para los estudiosos, y no se si tan bueno para los espectadores…
MR: Claro, porque los entrenadores han progresado, la preparación física es inmejorable y las reglas actuales puede que no ayuden, pero no creo que sean el gran problema. Me siento en parte defraudado por la formación que se ha dado a los entrenadores porque parece que si dominas las fichas o las pizarras eres un gran preparador y te estás olvidando del jugador, que es lo más importante. Es un error y como todos nos han copiado, incluso los brasileños, pues estamos todos produciendo entrenadores Matrix, como los llamo yo.
SA .- Le veo muy activo en redes sociales haciendo paralelismos entre fútbol y fútbol sala, como si una cosa llevara a la otra.
MR.- Los mejores jugadores brasileños de fútbol – Ronaldo, Ronaldinho, Neymar, Marcelo, Vinicius – han jugado antes al fútbol sala mínimo hasta los catorce años. La fase inicial del fútbol debería ser el fútbol sala y no el fútbol 7. El fútbol sala hasta los once ó doce años y luego fútbol ocho como antesala del fútbol once. Y el camino puede hacerse al revés porque hay movimientos muy útiles en fútbol que pueden aprenderse jugando al fútbol sala. Los puristas del fútbol me matan cuando les digo esto, pero para la elaboración del juego y la finalización los movimientos del fútbol sala son perfectos para el fútbol.
Texto: Javier de Andrés
Foto: Miguel Rodrigo posando en su casa de Granada con una bufanda del Caja Segovia/ Segoviaudaz