La primera inspección visual de los restos óseos del infante don Pedro, encontrados en el interior de un cofre en su sepulcro en la Sala de Santa Catalina en la Catedral de Segovia, indican que debía de ser un niño muy pequeño cuando murió y que la edad atribuida en diversos textos entre 10 y 12 años podría quedar descartada. Para resolver todas las dudas, el Cabido encargará un estudio de los restos biológicos hallados del hijo de Enrique II, que falleció en 1336 tras caer por una ventana del Alcázar.
En el interior del cofre se hallaron, enrollados de forma individual, una blusa de seda con botones de tela, un faldón de mayor tamaño y un cinturón de tela del mismo color, que hecha un rulo, guardaba tres huesos aún por identificar la parte del cuerpo a la que pertenecen. Seguramente, debido a que la efigie del niño yacente esculpida sobre la tapa representa visualmente a un menor de unos 12 años, mantuvo la idea de que ésa era la edad que tenía el infante en el momento de su muerte, pero los restos descubiertos, en una primera aproximación, apuntarían a que se trataría más bien de un “niño muy pequeño”.
La apertura del sepulcro del hijo del rey Enrique II podría suponer, resaltaron desde el Cabildo, “dar un giro en la historia de este niño, muy popular en Segovia y entre las personas que visitan la ciudad”.
¿Conoces la leyenda del infante don Pedro? Titulada «El Príncipe y la Aya», la hsitoria cuenta cómo murió el pequeño.
En cuanto a las telas encontradas serán trasladas al Centro de Restauración de la Junta de Castilla y León en Simancas (Valladolid) para su restauración, para que puedan ser expuestas junto al sepulcro y formen parte de la nueva musealización de la Sala de Santa Catalina como espacio expositivo que se espera se pueda reabrir antes de la Semana Santa del próximo año como espacio para mostrar la rica orfebrería que atesora la Catedral.
El sepulcro, que ocupa la parte central de la sala, donde se halló el cofre con los restos del don Pedro es de estilo renacentista, ya que no se trata del primero, rodeado de una reja en cuyo friso se puede leer: “Aqví iaze el infante Don Pedro fijo del Señor Rei Don Enrique Segundo -ERA-1404- AN 1366”.
Las labores de apertura del cofre cerrado con terciopelo se realizaron el pasado lunes con la presencia de deán de la Catedral, Ángel García Rivilla; el secretario del Cabildo, Miguel Ángel Barbado; el canónigo encargado de turismo, José Antonio García Ramírez; la jefa del Servicio de Cultura, Ruth Llorente el arqueólogo territorial, Luciano Municio; la restauradora del Museo de Segovia, Cristina Gómez, y los restauradores encargados de la recuperación del sepulcro, Paloma Sánchez y Graziano Panzieri.
Cronología de un traslado
La muerte del pequeño don Pedro se fecha el 22 de julio del 1366. Para contextualizar, Enrique II fijó su residencia en el Alcázar de Segovia aunque permanecía habitualmente fuera de la fortaleza debido a la guerra que desde hacía años le enfrentaba a su hermano Pedro I por el poder en Castilla.
Tras la muerte de su hijo, al que el rey estaba muy ligado, expidió un privilegio real desde Burgos para levantar un sepulcro en su honor.
La guerra finalizó en 1369 con la victoria de Enrique II, apodado ‘el Fratricida’, que instaura la dinastía de los Trastámara. El sepulcro se levantó por expreso deseo suyo en el centro del coro de la antigua catedral dejando escrito en este privilegio que debería estar iluminado por dos hacheros día y noche y custodiado por “dos porteros de confianza del cabildo para siempre”.
Tras la Guerra de las Comunidades (1520-1522), que enfrentó a comuneros contra realistas liderados por el rey Carlos I, la antigua catedral de Segovia, situaba frente al Alcázar, quedó dañada y se decidió construir una nueva en el lugar actual.
El jueves 25 de agosto de 1558 con los trabajos de construcción de la nueva catedral ya avanzados se realizó en solemne procesión, desde el lugar que ocupaba la antigua catedral, el traslado de los restos del infante Don Pedro guardados en el cofre descubierto y, en otras cajas, los restos de María del Salto, canónigos y obispos, como se recoge en el libro ‘Historia de la Insigne Ciudad de Segovia y Compendio de las Historias de Castilla’, del sacerdote e historiador segoviano Diego de Colmenares.