Una de las consecuencias de este confinamiento es “la dificultad para volver a la normalidad”, ya que hay personas que han generado “mucho miedo por sus seres queridos o se han sobreadaptado tanto que viven apáticos y encerrados en sus casas”. Por ello, aclara que la manera de afrontar esta situación es “comenzar a realizar, de forma paulatina, las actividades que se llevaban a cabo antes del confinamiento”. Así lo explica la profesional del Colegio de Psicología de Castilla y León, Begoña Diez.
Es decir, “mantener las medidas de seguridad de forma férrea para posibilitar la tranquilidad necesaria al sentirse, de alguna manera, protegidos”, quien añade que el acompañamiento de algún familiar también puede ayudar en la vuelta a las rutinas, para “apoyar esos pequeños pasos”.
La psicóloga sanitaria destaca que el ser humano “necesita certezas y confiar en la estabilidad”, debido a la “capacidad de prever el futuro y, muchas veces, buscar el peor escenario al que habrá que enfrentarse”. Este planteamiento produce “miedo, ansiedad y un sinfín de emociones que no ayudan a afrontar los retos que se presentan por delante”.
Ante esta incertidumbre, Diez deja claro que se deben de “buscar certezas a corto plazo y centrarse en aquello que se pueda controlar, además encontrar información y apoyos, en lugar de ahogarse”. A mayores, la irrupción del teletrabajo ha supuesto un gran esfuerzo de adaptación, motivo por lo que es imprescindible “cuidar mucho los tiempos y el rendimiento que se utiliza para ello”, apostilla la psicóloga
“Incertidumbre y asunción de la vulnerabilidad de la propia vida y la de los seres queridos. Una realidad que ha aumentado la ansiedad, el miedo, la irritabilidad y el abatimiento”. Todos estos síntomas, unidos a la incógnita laboral y los posibles rebrotes por coronavirus, hacen que las visitas a profesionales de la Psicología hayan aumentado exponencialmente en la Comunidad, en comparación con fechas anteriores a la pandemia.
La crisis sanitaria “ha normalizado” la necesidad de la figura experta y clínica como “instrumento de salud y de bienestar”, afirma en declaraciones a la Agencia Ical la profesional del Colegio de Psicología de Castilla y León, Begoña Diez, quien recalca que, al producirse un nivel tan alto de malestar de forma generalizada, parece que “la ciudadanía posee la excusa que necesitaba para acudir a consultar sus dificultades con un experto, sin necesidad de sentirse loco, raro o excluido”, asegura.
La también directora del Centro de Aplicaciones Psicológicas de Valladolid traslada que la tendencia está siendo “altamente positiva” para la sociedad, puesto que se dan cuenta de la necesidad y la utilidad de “atajar el sufrimiento, con todas las ventajas que ello conlleva, de la mano del equilibrio, la salud y la reestructuración”. De manera conjunta, se logra una vida “más satisfactoria para cada uno, sin tener que cargar con el San Benito de estar loco para hacer uso de este tipo de ayuda”, puntualiza.
Aunque toda persona tiene actualmente opción a recibir tratamiento psicológico a través de la Seguridad Social, Diez reconoce que el nivel de España “dista mucho de ser el deseable”, con 4,3 psicólogos por cada 100.000 habitantes frente a los 18 de Europa. No obstante, comenta que la enfermedad o trastorno que “no se trata tiende a empeorar”, al igual que el resto de dolencias, razón por la que, cuanto antes se reciba tratamiento, “más fácil y económica será la solución”.
Afrontar la nueva realidad