Estos nueve pueblos de Segovia presentan contaminación lumínica, con presencia de lámparas superiores a 3.000 grados kelvin, que es el límite permitido por ley.
Así se desprende de un informe elaborado por el astrofísico Alejandro Sánchez de Miguel, del Departamento de Física de la Tierra de la Universidad Complutense, recogido por Ical. Este estudio se realizó en base a un mapa de contaminación lumínica calibrado, de alta resolución, de la Península Ibérica.
Estas luces azules, como se denominan, se encuentran como regla general en las capitales de provincia y sus alfoces. No obstante, bien Segovia, Zamora, Soria y Palencia son las menos afectadas en Castilla y León.
Sin embargo, estas ‘luces azules’ también aparecen en otras nueve localizaciones de la provincia de Segovia.
Es el caso de Palazuelos de Eresma, Trescasas y La Granja de San Ildefonso, en el alfoz segoviano. Y, también, en las localidades de Cuéllar, Sanchonuño, Navas de Oro, Nava de la Asunción, Carbonero el Mayor y Prádena.
“Los que tienen luces azules, que sepan que no es una condena para siempre», advierte el astrofísico. De hecho, añade, «las pueden reconvertir; y pensar en el impacto ambiental, porque plagas como el mosquito tigre se ven más atraídas por estas luces”.
Ayudar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
En este sentido, Alejandro Sánchez explica que el mapa es “relativamente nuevo” y se ha diseñado en colaboración con la ONU, con el objetivo de ayudar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Recuerda que han trabajado históricamente con imágenes procedentes de la Estación Espacial Internacional. Ahora, añade, la novedad es que las instantáneas “las toma un humano, no una máquina”.
“La imagen de La Tierra que todo el mundo conoce está hecho con un satélite cuyo objetivo no es detectar luces, sino nubes, es meteorológico, con lo que se introduce un coloreado artificial posterior. Sin embargo, el color de este satélite es real, no está editado”, sostiene.
Sánchez contextualiza de esta manera los recursos con los que cuenta para elaborar el mapa; y añade que en España es “ilegal instalar” lámparas de led de alta temperatura de color, principalmente de más de 3.000 grados kelvin, y superiores a 2.200 en zonas protegidas. “Esto nos ayuda a localizarlas y detectar quien lo está haciendo mejor”, asevera. Según el mapa, las luces naranjas son buenas, la amarilla, regular, el blanco es peor y el azul, mal.
Cinco parámetros a tener en cuenta
El astrofísico enumera cinco parámetros a tener en cuenta para reducir la contaminación lumínica. En primer lugar, evitar poner luz donde no hay falta, y sobre eso en España, añade, hay una norma de la Dirección General de Carreteras, que dice “cuándo debes o no iluminar”. La segunda, tampoco hacerlo en espacios naturales. En tercer lugar, cuando “ya no haya nadie, apaga, si puede ser, y si no, baja la intensidad”, algo que establece la Ley de Eficiencia del Alumbrado Exterior de 2008, “pero que nadie cumple”. “Sí lo hace Madrid capital, que es de las pocas que lo cumple”, defiende. El cuarto punto es apuntar la luz hacia abajo si es preciso iluminar; y por último, “usa solo la luz azul que sea estrictamente necesaria, y si tienes que hacerlo, instala solo la cantidad necesaria, no más de lo que hace falta”.
Al respecto, Castilla y León cuenta con una ley de 2010 que regula estos apartados, pero Sánchez critica que “falta el reglamento, aún sin desarrollar, con lo que es más difícil aplicar la mitad de la ley”.
Alumbrado en zonas rurales
La contaminación en Castilla y León depende de las zonas. La Complutense trabaja en un nuevo ránking, si bien el astrofísica matiza que estas imágenes “pueden ser engañosas” y “hay que ser un poco justos”. De esta manera, constata, Madrid “se ve muchísimo en el mapa, pero viven seis millones de personas”. “En cantidad arrasa, pero en cantidad de luz por metro cuadrado no”, comenta. De hecho, explica que se sustanció un trabajo en 2015 en el que bajó al 50 por ciento la luz de toda la ciudad, pero “en los últimos años se ha estropeado un poco”.
Alejandro Sánchez sostiene que un dato que “es muy interesante” para Castilla y León es el gasto por habitante del alumbrado público en las zonas rurales. En este caso, cifra en hasta seis veces superior al de las zonas urbanas. “Sabemos que en general no sirve para nada, porque no da seguridad. Lo que aporta seguridad son cosas accesorias al mismo, porque la gente no suele transitar por zonas no iluminadas. Se sabe que la relación de ambas es como la homeopatía, solo funciona si te lo crees”, justifica, para añadir que “no hay evidencia científica que demuestre que la luz proporciona seguridad de manera general”, pero “hay una percepción de que uno se siente más seguro”.
El astrofísico apuesta por apagar luminarias a partir de determinada hora en algunas zonas rurales por las que “no pasa nadie”, ya que puede suponer hasta el 50 por ciento del gasto energético de un ayuntamiento. “Muchas veces los españoles nos gastamos más dinero en iluminar nuestras calles que nuestras casas”, expone.
Recuerda que existen casos de ayuntamientos que han decidido apagar el alumbrado público a partir de medianoche, “aunque sea parcialmente”; y en Soria se baja la intensidad un 10 por ciento. En España “eso es una excepción, pero en Francia, 12.000 municipios lo hacen todas las noches”. En este sentido, afirma que cuando “se hace para atraer turismo astronómico no hay ningún problema”. Igualmente, se han desarrollado “apagones masivos” en Texas, en Estados Unidos, en el que las incidencias de seguridad “no existieron”. “El problema es que desde los años 60 se asoció el alumbrado público con el desarrollo, pero es algo un poco falso. Alemania tiene municipios sin iluminación y tiene un PIB bastante mayor. Es algo cultural. Aquí es obligatorio tenerlo. Si tienes una casa te tienen que poner una farola, pero no es obligatoria tenerla encendida constantemente”.
Soluciones económicas
El astrofísico Alejandro Sánchez considera que en la Comunidad hay numerosos núcleos rurales que tienen un “gasto elevado en alumbrado público”, con 1.800 millones de euros al año en alumbrado público en España, tanto de personal, mantenimiento y electricidad. Por habitante, Castilla y León, con una densidad de población baja, tiene un gasto mayor. “Igual en algunas zonas tocamos a una farola por habitante”, advierte.
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