Noelia García Novo es hoy nuestra firma invitada con motivo de la celebración esta semana del Día Internacional de los Derechos Humanos.

Los derechos humanos

La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) recoge y reconoce las condiciones que cualquier persona, por el simple hecho de ser humana, debe tener para poder disfrutar de una vida digna. A pesar de que son muy pocos los países que hoy en día no han firmado la DUDH, los Derechos Humanos no son, ni mucho menos, respetados. Y cuánto mejoraría el mundo si así fuera.

Tal vez algún necio piense aún que para ver cómo los derechos más primarios del hombre se pisotean hay que mirar hacia África. Sí, ellos están peor que nosotros y necesitan más ayuda. Sí, su tremenda situación es culpa de los horrores que el primer mundo ha hecho. Pero, tal vez  más sutil y lentamente, nuestra cómoda posición se desarma.

Y España no se salva. Según un estudio de Cáritas, «alrededor de cinco millones de personas en España viven en una situación de exclusión social extrema». Esto significa que a aproximadamente cinco millones de personas en España se les han negado sus derechos básicos, como lo son el trabajo, el acceso a la salud pública o el derecho a tener una vivienda digna, impidiendo así su participación social. Datos con los que te entran ganas de gritar:»¡Viva España!».

Eso sí, ya no estamos en época de Franco y ya no importa de qué sexo tengas ni de qué raza seas ni si eres creyente o ateo, de derechas, de centro o de izquierdas, todos somos igual de insignificantes para los que nos gobiernan, y nos pisoterán los derechos de la misma forma. Al parecer, la gran mayoría de los que nos gobiernan está de acuerdo en que educación, sanidad o I+D son gastos más dispensables que sus coches, sus sueldos, sus dietas…

Me come la rabia cada vez que salgo a la calle y veo a personas viviendo una vida que ni siquera estoy segura de que se pueda llamar vida, pidiendo y tirando a la basura su dignidad (derecho fundamental) por algo que llevarse a la boca. Y, mientras tanto, en la tele sale un nuevo caso de corrupción; una persona más, de las que menos lo necesita, roba nuestro dinero, claro, y, como suele pasar en este país, sale del asunto, en el mejor de los casos, con una condena de risa.

En su muy querida Constitución te dirán que tienes derecho a una vivienda, pero más de 26.500 personas perdieron su hogar entre enero y junio de 2014.  Te dirán que tienes derecho a un trabajo, pero más de 5.600.000 personas estaban paradas en el segundo trimestre de este año.  Te dirán que tienes derecho a la libertad de expresión, pero mandarán a un buen puñado de policías armados hasta los dientes a reprimir y apalear a todo aquel que exija de forma pacífica los derechos que le deben.

En resumen: puedes pasarte toda tu vida «trabajando para vivir», puedes dejarte la piel luchando para tener una existencia digna, puedes pelear por que tus derechos sean reconocidos y lo más probable es que jamás te den lo que mereces. Probablemente, nadie te escuche. Y si consigues que tu voz se escuche, ya tendrán ellos sus medios preparados para que deje de escucharse.

Y quizá yo sólo soy una muchacha que sabe más bien poco de la vida y a la que aún le quedan mil cosas por entender y descubrir. Pero no hay que ser un sabio para darse cuanta de que, tanto en España como en el resto del mundo, algo va muy mal. No hay que ser un genio para llegar a la conclusión de que esta situción no se puede sostener así durante mucho más tiempo. Y tampoco hace falta ser demasiado empático para ver la desperación en los ojos de los que ya tan sólo piden la dignidad que les robaron y el respeto que nunca les mostraron (cosas fundamentales que cualquier persona debería tener). De hecho, únicamente hay que ser un poco humano.

Además, estoy segura de que, aun después de que todo se haya ido al garete, segurá habiendo gente que le haga reverencias al Rey o que se crea que en el mundo todo funciona bien, que es exactamente ésto lo que nos merecemos y que es así cómo debe funcionar el mundo.