La segoviana Laura Vicente Ruiz (Sanchochuño, 2002) es la actual campeona autonómica en la categoría Féminas B (la única exclusivamente femenina) de Motocross, lo que no deja de ser relevante teniendo en cuenta que ha logrado el éxito en su primer año compitiendo y que, a mitad de campaña tuvo que aparcar la moto de 85cc que pilotaba por una de 250cc, con todo lo que ello supone. Laura ha conseguido la victoria al lograr más puntos que sus rivales femeninas, en unas carreras en las que también participan chicos con monturas de 85cc. «Me lo tomaba como una temporada de aprendizaje, pero según pasaban las carreras vi que iba delante y aposté por ganar y lo conseguí», explica Laura Vicente, que este ejercicio repite en la categoría para revalidar el título.
Una afición que viene de familia
Laura nació rodeada de motos debido a la afición de su padre y posterior de su hermano, que ha competido desde temprana edad. «Cuando era pequeña me daban miedo, me montaba pero no me metía en circuitos hasta que hace cinco años me compraron una Yamaha», cuenta Laura mientras conversa con Segoviaudaz. Antes de dar el salto a la competición, Laura ha pasado cinco años de entrenamientos específicos. «En 2020 hice mi primera carrera y como me gustó me apunté al campeonato regional y lo gané», explica. Una Yamaha IZ de 85 cc hizo el primer tramo de la competición y una Husqvarna de 250cc le permitió rematar el éxito a Laura en su primera temporada compitiendo. «Cuanto más cilindrada, más velocidad y más riesgo, pero ganas más tiempo lógicamente», relata Laura Vicente.
Resistencia, la clave del éxito
El motocross es un deporte exigente más allá de la destreza técnica necesaria para hacer los saltos característicos de la competición. Cada una de las siete pruebas por todo Castilla y León en las que participa Laura tienen una duración de quince minutos más dos vueltas «y aguantar al máximo cuesta bastante por lo que hay que tener una base de resistencia muy grande», cuenta. Correr, montar en bicicleta e ir al gimnasio son rutinas previas a la competición que Laura compagina con sus estudios de Educación Infantil en Segovia capital. «La moto la cojo una vez a la semana, no más», asegura Laura.
Todo cuesta mucho dinero
Uno de los grandes hándicaps con los que cuenta Laura a la hora de competir tienen que ver con el dinero que le cuesta correr. «Tienes que sacar una licencia que cuesta 325 euros, y luego aparte tienes que tener un seguro – el del federación u otro – que son otros 90 euros», enumera. La equipación: rodilleras, peto, casco, botas, guantes y pantalón corren por cuenta del piloto y algunos también incluyen el collarín, que es opcional. «La suerte que tengo es que mi padre lleva tanto tiempo vinculado a las motos que la mayor parte de las reparaciones las hacemos nosotros y nos ahorramos mucho dinero», sostiene. «Yo me encargo de lo básico como lavarla o mantener limpia la cadena, lo demás lo hace mi padre», añade.
Sin riesgos, pero sin miedo
Laura no presume de temeridad en su conducción. «Intento cometer los menos errores posibles, pero a veces vas a asegurar y luego te toca asumir riesgos», explica. La competición, mixta, entraña alguna que otra vez ´dificultades´ añadidas en forma de prejuicios por parte de sus compañeros masculinos. «Una vez me dijeron que les daba miedo entrenar y competir conmigo porque tenían miedo de tirarme», relata. «Pero lo normal es que haya mucho compañerismo y en la competición tanto los chicos como las chicas vayan a ganar y tienes que ser tú la que tienes que medir bien los saltos y estar concentrada para intentar ganar», explica. «Es un deporte bastante masculino, pero poco a poco se ven más chicas en las carreras, y yo animo a la que quiera probar a que lo haga», apostilla.
Pasos adelante, pero con calma
La ambición de Laura pasa por competir algún día en el campeonato absoluto de Castilla y León en el que participan indistintamente chicos y chicas por un título individual. Para ello, y con la prudencia por bandera, tiene previsto participar esta campaña en una prueba del circuito aficionado, antesala de la categoría OPEN, la máxima. En este y otros temas su hermano José Luis es el mayor apoyo de Laura, gracias a su experiencia en la categoría OPEN.
Club Deportivo Altos de la Piedad
En Segovia, el Club Deportivo Altos de la Piedad es la referencia absoluta. «Somos como una familia y nos llevamos muy bien entre todos. Que el club haya recibido reconocimientos en la Gala Regional gracias a nosotros es algo que nos llena de orgullo a todos», asegura Laura Vicente.
Pese a ser el circuito de Los Altos de la Piedad de Segovia el que puede considerarse como su casa, el segoviano no es su terreno favorito «porque me da mucho respeto con tantas subidas y bajadas». «Mi favorito es La Calabaza», nombre con el que se conoce al de Aranda de Duero. «En general me gusta ir a las carreras en las que conozco los circuitos, pero no siempre es posible», añade Laura Vicente.
La familia, pilar fundamental
El mayor susto que se ha llevado Laura hasta la fecha tuvo lugar hace tres años. «Se me quedó acelerada la moto en un salto y salí volando», evoca. Pero ese contratiempo no le ha quitado un ápice de ilusión y aunque tiene que renunciar a muchas cosas de las que disfruta una chica de su edad no se arrepiente. «Mi madre sufre un poco viéndome correr pero está acostumbrada y me apoya mucho y acompaña a los circuitos», cuenta Laura que habla con pasión de un deporte cargado de renuncias. «En verano trabajo para sacarme un dinero y aunque tengo un par de patrocinadores, apenas me da para la licencia y las inscripciones en las carreras», dice.
Texto: Javier de Andrés