limpieza del Acueducto de Segovia

Alejados de la vista de los turistas, en el canal ubicado en la parte más alta del bimilenario acueducto de Segovia, los problemas de humedades hacen mella en la conservación de este monumento único. La colocación en los años 90 de una conducción de plomo instalada a lo largo de la parte visible para trasladar el agua empeoró unas filtraciones que han llegado hasta los arcos en algunas zonas, y para las que ahora se ha puesto una solución con la retirada de esa tubería y la limpieza de una zona prácticamente inaccesible durante los últimos 15 años. Unos “retoques” que permitirán que el agua vuelva a correr libremente por el canal que abasteció a la ciudad durante siglos.

El Ayuntamiento de Segovia, con la colaboración económica de Bankia, adjudicó estas actuaciones a la empresa Julio Barbero, artesanos de la restauración de Castilla y León, que están ejecutando un trabajo minucioso de limpieza y reposición con mortero de cal de las zonas más dañadas, pero sin causar perjuicio a las piedras originales de un monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985. Las obras, que se iniciaron a principios del mes de agosto con la colocación de los andamios y los estudios previos, avanzan a buen ritmo y ya han alcanzado la mitad de su ejecución, como pudo comprobar Ical.

La primera actuación fue la retirada del canal de plomo, “que estaba soldado de punta a punta”, como explicó Julio Barbero, e incluso en algunas zonas “se había aplastado”, provocando que el agua no pudiera correr ni evaporarse, “por lo que se filtraba hacia abajo”. Esta tubería de 839 metros se colocó entre 1992 (cuando se cortó el tráfico por debajo del acueducto) y 1999, dentro de un proyecto ejecutado por Geocisa bajo la dirección del arquitecto Francisco Jurado y que costó cerca de seis millones de euros. Actualmente sólo creaba una barrera que provocaba remansos de agua que se filtraba, ocasionando un problema de “salitre” que se come el mortero entre las piedras, por lo que “pueden dejar de asentar y empieza a haber abombamientos”.

Los trabajos posteriores se centraron en la limpieza del canal, unas labores “importantes”, segín destacó Barbero, por el estado en el que se encontraban y donde han hallado desde una cámara fotográfica hasta un montón de botellas. “Antes era imposible realizarla por la tubería que impedía el paso”, aclaró, aunque tras las obras sí se mejorará el acceso para poder mantener sin basura esta zona de una forma continuada.

Cuando consiguieron dejar al descubierto la conducción original, de unos 55 centímetros de profundidad por 33 de ancho, descubrieron que cuando se construyó en la época de los Reyes Católicos, en el siglo XV, se había colocado piedra a piedra para después vaciarlas a puntero. “Un trabajo impensable hoy en día por el tiempo que llevaría”, afirmó el responsable de la empresa de restauración, que indicó que inicialmente pensaban que la pieza se componía de un durmiente y dos laterales.

Este hallazgo les ha llevado a actuar principalmente en las juntas entre dos piedras, ya que es la parte que ha sufrido más deterioro, así como en las zonas donde la argamasa ha desaparecido o se encuentra en mal estado. “Simplemente se sanean los morteros de cal en mal estado para poner otros de cal hidráulica procedente de Francia con la idea de que coja lo más pronto posible la dureza”, concretó Barbero, que añadió que una vez finalizada esta fase, que se encuentra en plena ejecución actualmente, los parches blancos que se pueden ver ahora se cubrirán con un revoque de “liso bruñido” para envejecerlos.

Debido a la protección de esta bimilenaria obra de ingeniería romana y al escaso presupuesto con el que se cuenta (20.000 euros), no se han colocado andamios por todo el monumento, ya que “no se pueden abrir heridas al acueducto”, recalcó el responsable de la empresa. Barbero aseguró que se cumplen todas las medidas de seguridad, ya que el canal donde se trabaja tiene unos 55 centímetros de profundidad, unos sillares laterales de entre 70 y 80 centímetros cada uno de ellos y una anchura suficiente como para que el trabajador pueda acceder y moverse por él sin peligro. Además, destacó que todos ellos son expertos en realizar labores de restauración en altura.

Ampliación de las actuaciones

Los trabajos para luchar contra el deterioro que provoca el agua en el acueducto romano se realizan en unos 600 metros, los que más han sufrido el paso del tiempo y que se corresponden con la parte reconstruida por los Reyes Católicos en el siglo XV tras ser destruidos por los musulmanes en 1072 entre la plaza de Día Sanz y el segundo desarenador de San Gabriel. También se actúa en la parte restaurada en el siglo XIX, junto al Postigo del Consuelo.

Sin embargo, el tramo más resistente son los 200 metros de la parte romana, con una altura de 28 metros y donde no han aparecido las humedades porque los brillantes ‘ingenieros’ de los siglos I y II cuando se levantó fueron capaces de colocar las piedras de granito sin necesidad de mortero. Pese a que su situación no es tan preocupante, el Ayuntamiento de Segovia no descarta continuar con la misma actuación en toda la parte elevada del acueducto, como confirmaron a Ical fuentes de la Concejalía de Patrimonio Histórico, aunque para desarrollar estos trabajos sería necesario un aumento del presupuesto y la autorización de Patrimonio.

Lo que sí está previsto, de momento, es un segundo proyecto que comenzará cuando terminen a finales de septiembre las intervenciones que se realizan para paliar las filtraciones. Con un presupuesto de 10.000 euros, la empresa Restaurograma, de la mano del restaurador italiano Graciano Panzieri, tapará las oquedades entre algunas piedras donde nidifican las palomas que también causan daños al monumento, además de aplicar un tratamiento contra sus excrementos. Este procedimiento se llevará a cabo mediante la colocación de “pequeños trozos de granito”.

Dos proyectos que, en opinión de Julio Barbero, deberían “ir mucho más allá”, actuando también en los arcos que presentan daños por la humedad actualmente y realizando continuas labores de mantenimiento para impedir que esta obra de ingeniería romana, que lleva en pie más de dos mil años, siga deteriorándose con el paso del tiempo.