Carmen Aracíl decidió abandonar su trabajo como administrativa en la ajetreada capital de España para cumplir su sueño: abrir una mercería a la que que sumó la palabra «creativa» para enseñar lo que había aprendido de su madre y de su abuela. Tiene alumnas, y algún que otro alumno, de todas las edades, que encuentran en las labores el mejor método para quitarse el estrés y llenar su vida con nuevas experiencias.
Carmen es madrileña y licenciada en Biología. Ha trabajado en campos profesionales muy distintos como la informática y la administración, pero siempre tuvo una afición por las labores que quería convertir en su modo de vida. Llevaba un año más o menos viviendo en Segovia, y trasladándose a Madrid para trabajar, cuando decidió dar un giro a su vida.
“Un día me dije o lo monto ahora y lo intento, o no lo haré nunca”, asegura Carmen Aracíl. Buscó un local y así nació la mercería creativa ‘La Manuela’. Han pasado dos años desde que abrió su negocio y asegura que “es feliz” como maestra de punto, ganchillo, pacthwork, costura básica y máquina de coser. Las técnicas que le enseñaron su madre y su abuela, que ahora están, de nuevo, enganchando, a personas de todas las edades.
En su mercería, hay una gran mesa rodeada de sillas, donde cada día, por la mañana y por la tarde, está llena de agujas para tejer, lanas, telas, cuadernos con anotaciones, tijeras, hilos, reglas para medir… Lo más importante, dicen sus alumnos, es la paciencia que tiene Carmen para enseñar y el buen ambiente que se crea en las clases.
Las labores de toda la vida están viviendo una segunda juventud y Carmen Aracíl es una defensora de las manualidades y las labores. Ahora en verano y en vacaciones, ofrecer talleres de tres o cuatro días, para niños y niñas. Hacer ganchillo o punto le parece fundamental para ayudar a los más jóvenes a hacer cosas con las manos y con la imaginación. “Las labores te permiten desarrollar mucha habilidad manual y tu cabeza está creando. Además de la satisfacción que te da hacer algo por ti mismo”.
Una alternativa a lo que hoy es su ámbito normal de entretenimiento, de videojuegos, ordenador y y televisión. “Puede ser un aliciente en su vida, si por ejemplo, empieza a hacer punto, ya tiene un montón de ratos en los que hacer algo distinto”.
Una opción para todos públicos, aunque Carmen reconoce que todavía, no hay muchos hombres que se animen a asistir a los talleres. Para conquistar a quienes desconocen este mundo, también realiza cursos monográficos para aprender una técnica concreta.