Lidia Martín Merino nació en Segovia pero pasó su infancia y adolescencia en Valladolid, antes de viajar por diferentes provincias para terminar recalando en la ciudad del Pisuerga de nuevo, donde reside hace escasos meses. Tras rodar cortos como ‘La costilla de Adán’ y documentales como ‘El túnel’ o ‘Memorias de la esperanza’, ayer encendió la cámara en Valladolid para comenzar a grabar el “documental artístico” ‘El regreso del avefría’, una película que tendrá en torno a veinte minutos de duración que documentará en clave poética la duodécima edición del Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle de Valladolid.
Un equipo muy reducido de tres personas incluyéndola a ella misma, recorrerá buena parte de los más de 30 escenarios que, hasta el domingo, acogerán 260 representaciones de 65 compañías procedentes de 16 países. A su lado estarán el director de fotografía alemán Leif Karpe, y el ayudante de dirección y responsable de la postproducción Eduardo López, con nacionalidad argentina.
“Queremos contar un cuento surrealista sobre la poesía de llegar de nuevo a una ciudad y encontrarte con el teatro de calle en la calle. Con imágenes, palabras y música, trazaremos una historia metafórica sobre cómo el teatro de calle puede sacar lo mejor de la gente, describiendo el poder transformador del teatro, y cómo estos maravillosos espectáculos, unidos entre sí, pueden llegar a cambiar a la gente”, explicó la cineasta.
Según adelantó el director artístico del TAC, Javier Martínez, se han mantenido conversaciones con el director de la Seminci, Javier Angulo, que se ha comprometido a estrenar la película dentro de la programación de la próxima edición de la Semana, que se celebrará entre el 22 y el 29 de octubre, si bien todavía falta precisar en qué sección concurrirá.
La producción del corto correrá a cargo de Mitos Producciones, y el objetivo de la directora es tenerlo montado y terminado el próximo 20 de junio. “Hemos planteado el trabajo como si fuera un puzzle, y contaremos con la voz en off de una cuentacuentos que se hace llamar Cris Sonrisas como hilo conductor de la narración. La música, a partir de melodías tradicionales zíngaras procedentes de Centroeuropa, correrá a cargo del compositor vallisoletano Eduardo Tarilonte y los alumnos de la escuela de música Modulando.
“Tenemos un guión establecido, pero para la película será fundamental la espontaneidad. Además, incluiremos simbologías con elementos como sillas, o plazas vacías y llenas de público”, explicó la cineasta a Ical.