En Fuentepelayo están de enhorabuena y así lo admite su alcalde, Daniel López Torrego, cuando afirma satisfecho que «la Octava es una de las fiestas más importantes del pueblo, si no la más importante». Esta semana, el Consejo Asesor de la Diputación, emitía su aprobación para que la fiesta, así como las danzas y el paloteo del municipio, sean declarados Manifestación de Interés Cultural Tradicional, una distinción que en la provincia, hasta el momento, sólo ostenta la Ofrenda de los Cirios de Santa María la Real de Nieva.
De momento, para celebrarlo, en Fuentepelayo tendrán que esperar a que la propuesta pase por la Comisión apropiada y después sea aprobada en Pleno, algo para lo que parece que no habrá problema y que podría suceder en el próximo Pleno de diciembre. De cualquier manera, la noticia es significativa, ya que la primera vez que el ayuntamiento presentó su candidatura a los expertos del Instituto de la Cultura Tradicional Manuel González Herrero, fue en enero de 2015. Entonces, se requirió a sus solicitantes que presentasen un informe más detallado de la fiesta y como explica el alcalde de Fuentepelayo «poco a poco lo hemos ido completando a lo largo de estos meses».
Daniel López considera que «la Octava se vive con mucha devoción y además cuenta con mucho arraigo, pero esta declaración como Manifestación de Interés Cultural podría ser una buena forma de potenciarla, de darla más a conocer y de ponerla en valor». El estudio histórico y antropológico suscrito por Yolanda Dulce ha permitido, de momento, que el Consejo Asesor la valore de forma positiva; además, ha dejado constante que la Octava del Corpus, siempre acompañada de las danzas y paloteos, tal y como explica el alcalde de Fuentepelayo, «es una tradición que jamás se ha perdido; se ha ido realizando año tras año desde su creación».
La Octava del Corpus
La Octava del Corpus es una fiesta que comienza el miércoles por la noche, cuando los danzantes, con la música del pasacalles, acompañan a las autoridades desde la puerta del ayuntamiento hasta la iglesia de Santa María. Una vez allí y rodeados de gente, los vecinos del pueblo celebran las Vísperas.
Acto seguido se canta el Pange Lingua al mismo tiempo que el sacerdote coge la custodia para hacer el Rodeo, y mientras el sonido del órgano y las voces se interrumpe a ritmo de dulzaina y tamboril, los danzantes, vestidos de media gala, esperan arrodillados al Santísimo y comienzan a bailar tocando las castañuelas. Los danzantes van llegando poco a poco al presbiterio y van dividiéndose de dos en dos, colocándose a ambos lados del ábside. Una vez que el sacerdote deja al Santísimo en el altar, la música se detiene y se vuelve a cantar el Tantum Ergo. Las Vísperas concluyen con la bendición a los fieles, momento en el que los danzantes comienzan otra vez a bailar, arrodillándose cuando el sacerdote les muestra al Santísimo.
Finalmente, la noche entre víspera y día es el momento en el que los jóvenes danzantes erigen los arcos vegetales con enramadas de hojas verdes de chopo y adornan el ayuntamiento, la casa del cura y la portada principal de la iglesia del municipio.
Al día siguiente, el jueves, los habitantes de Fuentepelayo celebran la Fiesta de la Octava, portando la custodia bajo palio, precedida por las cruces procesionales, después de la misa. Nada más salir de la iglesia los danzantes esperan de rodillas para realizar el paloteo de Carlos V que abre la procesión, durante la cual los danzantes bailan con las castañuelas al son de la dulzaina y el tamboril, parándose puntualmente para llevar a cabo los distintos paloteos. La procesión termina con la entrada en la iglesia, donde se produce la bendición al igual que en la Víspera, dando así por concluida la fiesta.