La Galería Guillermo de Osma, ubicada en el número 4 de la calle Claudio Coello, acoge desde el próximo martes (10 de abril) hasta el 15 de junio ‘Color y forma’, una exposición antológica de la obra del artista segoviano Esteban Vicente (Turégano, 1903 – Nueva York, 2001), que reúne más de 30 obras entre óleos, collages y obra sobre papel perteneciente a todas las etapas de su trayectoria.
En el ensayo ‘El clasicismo de un pintor moderno’, escrito por la profesora de la Saint Louis University, Beatriz Cordero Martín, para el catálogo de la exposición, ésta subraya que “el clasicismo de Vicente procede de su manera de entender la pintura y de las impresiones causadas por las obras de Velázquez, Zurbarán o Goya durante la infancia del pintor en Madrid. Pese al fructífero paseo por la pintura del siglo XX con el que Esteban Vicente enriquece su obra, ni el París de los veinte, ni la Barcelona de los treinta, ni siquiera el Nueva York de los años cincuenta, conseguirán exterminar los valores pictóricos que los maestros del Prado trasladan a la retina del joven Vicente”.
La muestra se inicia con un conjunto de gouaches figurativos que Esteban Vicente realizó entre París y Barcelona durante los años 30, claramente enmarcados dentro de la estética de la escuela de París y la llamada ‘Pintura Fruta’ que otros artistas como Pancho Cossío, Francisco Bores o Hernando Viñes también inmortalizaron durante aquellos años. En el año 1936, al estallar la Guerra Civil, Vicente viajó a Estados Unidos, país cuya nacionalidad obtuvo el año 1940 y en el cual residió hasta su muerte en 2001.
La mayor parte de su carrera la desarrolló dentro de la abstracción, sobre todo a partir de fines de los años 50, cuando formó parte activamente de la primera generación de expresionistas abstractos en Nueva York. Estuvo presente en buena parte de los eventos trascendentales que se organizaron en esta ciudad a finales de los años 40 y principios de los 50, como las exposiciones ‘Talent 1950’ (Kootz Gallery, 1950) o ‘9th Street’ (1951). Esta última fue la que consagró a la primera generación de artistas de la Escuela de Nueva York frente al mundo.
El grueso de la exposición se concentra en su época abstracta, que comenzó en aquella época y se prolongó hasta las últimas obras antes de su muerte. En estas pinturas destaca el interés de Vicente por el color y la forma, dos elementos indisociables para él. Las obras expuestas revelan la capacidad del artista de expresar emociones y sensaciones a partir del uso del color, así como mediante las formas que éste modula en el plano pictórico. Se trata de obras muy bien construidas, en las que las que subyacen formas que la luz, a través del color, parece reventar y difuminar, sin perder su presencia y consistencia en las composiciones.
El resultado obtenido por el difuminado de los contornos en el caso de las pinturas o los perfiles blancos irregulares de los papeles desgarrados empleados en sus collages, induce al espectador a percibir las formas como si estuvieran en constante movimiento. De forma complementaria, se establece un juego de equilibrios y ordenaciones pues, tal y como manifestó el artista, “lo que importa es la estructura y cómo las cosas se llaman las unas a las otras”. Estos equilibrios formales pretenden reproducir una especie de “paisajes interiores” que, en sus propias palabras, “no registran lo que veo, por supuesto, sino lo que me hace sentir lo que veo”.
Reconocimiento en España
No fue hasta 1987, 53 años después de irse a los Estados Unidos, que Esteban Vicente pudo inaugurar una exposición en su país natal, en la Fundación Banco Exterior de España de Madrid. Posteriores muestras en galerías privadas nacionales y en instituciones públicas como el Museo Nacional de Arte Reina Sofía (Madrid) o el Institut Valencià d’Art Modern (Valencia), así como la inauguración el día 28 de abril de 1998 del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente (Segovia) llenaron definitivamente el silencio que hasta entonces había sufrido en su país.
Según detalla Cordero Martín, a lo largo de su fructífera trayectoria “el artista ha conseguido interiorizar un procedimiento aprendido en la pintura de Cézanne, que consiste en localizar las líneas presentes en la naturaleza y plasmarlas en el lienzo de manera totalmente plana. Es sobre esta sólida estructura espacial que Vicente construye su sorprendente luminosidad, y es por ello que funciona. Por otra parte, estos lienzos consiguen los máximos logros en capacidades cromáticas y lumínicas”.
La exposición ‘Color y forma’, realizada en colaboración con la galería Marc Domenech de Barcelona, cuenta con la colaboración de The Harriet and Esteban Vicente Foundation (Nueva York), del Museo Esteban Vicente (Segovia) y de la Miles McEnery Gallery (Nueva York).