La música amansa a las fieras. Eso es lo que dicen y, al parecer, eso es lo que le pasó a John Lenon. Su vida familiar era más compleja de lo que cabía esperar y, en plena adolescencia tuvo que afrontar varias muertes que marcaron su futuro y su proyecto musical. Nowhere boy, la película de la debutante Sam Taylor-wood, nos cuenta precisamente eso, cómo la música se convirtió para Lennon en un auténtico salvavidas que le permitió seguir a flote cuando todo a su alrededor se hundía.
Siendo un niño, el líder de Los Beatles fue arrebatado de los brazos de su madre para enviarle con su tía, una mujer estricta en exceso, seria en exceso y cuadriculada en exceso, pero con un enorme sentido de la responsabilidad y el respeto a la familia. Todo lo que aprendió Lennon en esos años fue a obedecer en casa y a saltarse las normas fuera de ella sin que le pillaran. Pero un buen día su madre, Julia, reaparece y todo se descontrola. La figura materna se convierte en la vía de escape de su encorsetada existencia y descubre que con ella puede hacer todo lo que su tía nunca le dejó. Una mujer, depresiva y muy inestable emocionalmente que revoluciona la juventud de un chico que quiere ser como Elvis.
Viendo Nowhere boy descubrí una parte de Los Beatles que no conocía y la película me acercó a las primeras canciones de la formación musical, un auténtico regalo para los oídos. Pero también descubrí una historia carente de alma, de personalidad. Una película con personajes difusos y escenas que, aunque fieles a los hechos reales, no trasmiten ninguna fuerza. Me temo que Taylor Wood ha querido ser tan fiel a las memorias escritas por la hermana de John Lennon, Julia Baird, que por el camino se ha perdido lo importante, eso que trasmite la música y el deseo irrefrenable de cantar, tocar y componer.
La película se convierte en una sucesión de peleas entre la madre y la tía, la madre y Lennon, la tía y Lennon… y todas ellas se mezclan con recuerdos de la infancia del cantante, recurso facilón e innecesario. Encuentro un exceso de escenas que no dicen nada y que se salvan gracias al talento del actor, Aarón Jonson, que derrocha energía en todo momento y que, lejos de parecerse al cantante, trasmite la fuerza con la que seguramente vivió el líder de la banda de Liverpool. Por cierto, que no deja de resultar curioso que la realizadora (47) y el intérprete (21) se comprometieron después del rodaje y tuvieron su primer hijo en enero de 2010. Lo que ha unido el cine que no lo separe el hombre!
Aunque la cinta se centra en la figura de Lennon, también se asoma al film Paul Maccartney, cabeza pensante de la formación musical. El encargado de interpretarle es el actor Thomas Brodie-Sangster, el niño encantador de Love actually que ya no es tan niño. Él fue quien aportó la estabilidad al grupo mientras Lennon aportó su corazón. La música fue para él un modo de expresar toda la confusión y la impotencia que llevaba dentro. Una magnífica secuencia al final de la película nos demuestra, una vez más, que las mejores canciones salen de las vivencias más dolorosas y profundas y que, Los Beatles cambiaron la historia de la música gracias al talento y la pasión de quienes formaron la mítica banda: George, Ringo, Paul y John. Fieras que amansaron amillones de personas con su música.