Atención a la infancia hospitalizada es un programa dirigido a los más pequeños, a los que acompañan voluntarios que les ayudan a hacer más llevadera su estancia en un hospital con juegos y compañía. Voluntarios de Cruz Roja Juventud recorren diferentes centros de Castilla y Leóhttps://www.bienestaryproteccioninfantil.es/fuentes1.asp?sec=7&subs=63&cod=445&page=n, entre los que se encuentra el Hospital General de Segovia.
Cuando Berta tenía tres años padeció leucemia. La enfermedad le llevó a pasar nueve largos meses en el hospital. En su recuerdo, según recoge Ical, permanecen las horas eternas en una habitación, deseando que pasara el tiempo y que llegara el momento de que abrieran el colegio del centro o que llegaran unos jóvenes a entretener su tarde. Personas desinteresadas, que acudían a jugar con los niños ingresados en planta y a hacer sus días más humanos y llevaderos.
Ahora es ella quien acude cada semana al Hospital Universitario de Salamanca, y de la mano de Cruz Roja Juventud acerca juegos y diversión a los niños y niñas desde hace más de tres años. Berta es una de las 25 integrantes del programa Atención con infancia hospitalizada que acompaña en la ciudad charra a los pacientes y libera, con sencillos gestos, la presión que sienten en su día a día.
“Estar en un hospital para un niño siempre es anormal”, narra a Ical el jefe de servicio de Pediatría, Eduardo Consuegra. “Nosotros tenemos un impulso tremendo por humanizar la imagen del hospital y para el niño, cuando hay una persona distinta que juega con él, es una experiencia nueva”, explica el doctor al hablar de este programa, que siempre considera “beneficioso” de manera indirecta y directa para el niño.
Las voluntarias de Cruz Roja Juventud acompañan cada tarde a menores con todo tipo de patologías ingresados en planta, excepto los más graves oncológicos, hasta los 14 años. Con juegos, pinturas, dibujos y mucha ilusión recorren las habitaciones animando a olvidar, por unas horas, que se encuentran en un centro hospitalario.
Puerta a puerta, visitan a niñas como Sara, de 12 años. En su primer día de ingreso debido a un problema neurológico dos jóvenes acudían a verla y, bajo su brazo, un juego de los “Monos locos”. “Los niños requieren un mundo diferente, otra gente, juegos, profesorado…”, explica su madre, Susana, entre paredes coloridas llenas de ilustraciones. Y, pese a que ellas vislumbraban el alta al día siguiente, en su cabeza se acordaban de quienes pasan mucho tiempo en esas camas.
Niños como Hugo, de 18 meses, en cuyo quinto día hospitalizado por una laringitis aguda su tarde se encaminaba a colorear con unas pinturas con cabeza de animal. O Lucía, quien con cuatro años contaba su sexto ingreso debido al asma. Esta vez, más leve y en planta, donde su abuela agradecía la “labor estupenda” de las voluntarias, dando un “desahogo” a las familias.
Atravesar una pandemia y un cambio de hospital
La colaboración entre el servicio de pediatría y Cruz Roja suma más de dos décadas y en su transcurso, a pesar del trabajo y la organización, ha atravesado momentos de mayor dificultad. Eduardo Consuegra recuerda como uno de los más recientes la época pandémica de COVID-19, en los que el control y las restricciones de acceso al hospital dificultaron el regreso de los voluntarios al centro. Momento que también coincidió con el cambio de edificio del Hospital Clínico de la capital del Tormes, donde los servicios fueron desplazados y comenzó a funcionar el nuevo Hospital Universitario.
“Merece que reconozca su interés, porque en plena pandemia estaban preocupados. Posiblemente otra gente habría pasado, pero ellos sabían de la importancia que tiene su trabajo y para nosotros era muy importante que empezaran”, recuerda el médico. De esta insistencia también habla la técnica de juventud de Cruz Roja, Sheila Alonso, quien lleva cinco años encargándose de este proyecto. Después del empeño por retomar el trabajo, rememora el agradecimiento de los primeros días en los que volvieron a pisar en Hospital, donde todo era nuevo y la sorpresa de los pacientes, todavía mayor.
Entre los “grandes déficit” del confinamiento, Consuegra resalta la limitación social. “Los niños lo han pasado peor que nadie”, remarca, “esta socialización para ellos no tiene precio, esto normaliza las relaciones y es muy bueno”. También lamenta la “falta de tiempo” del personal sanitario para pasar rato con los pacientes. “Ellos lo hacen perfecto porque vienen a eso. Ese lujo nosotros no lo podemos dar, y es importantísimo para los niños”, reconoce el doctor.
Entre vocación y ganas, las voluntarias vuelcan todo su esfuerzo para quitar esas etiquetas de lugar “frío y agresivo” al hospital. Búsqueda de confianza, pérdida de miedo y la creación de una relación de proximidad que, al terminar la jornada, deja un sentimiento de felicidad por ambos lados: tanto para el paciente como para quien le ha cuidado.
Una labor a “sotto voce”
Juegos para humanizar, para dar vida, para descansar. Bajo estas premisas, el programa se sumerge en los centros hospitalarios para liberar a menores y familiares de la carga de pasar tantas horas entre cuatro paredes. Eduardo Consuegra reconoce que es una actividad que se desarrolla a “sotto voce”, ya que, por las tardes, las plantas se vacían, y el personal está más dedicado a otros servicios como urgencias o UCI. “Pero ellos sí que están aquí siempre”, agradece.
“Cuando llevas 48 horas seguidas en un hospital es esquizofrenizante”, relata, ensalzando de nuevo la implicación de las jóvenes a través de estos juegos, por los que pueden “implicarse mucho con el niño de una manera que humanizan el trato a la vez que libera a los familiares”. Más allá de estas actividades, Sheila Alonso señala también que su labor consiste en acompañar y relajar. Así, recuerda el caso de una niña a quien daban el alta en medio de unos juegos, y a quien acompañaron en ese proceso junto al personal de enfermería para que su último recuerdo del ingreso fuese diferente.
Atención a la Infancia hospitalizada cuenta con la subvención de la Consejería de Familia de la Junta de Castilla y León, y los voluntarios de Cruz Roja Juventud recorren diferentes centros de la Comunidad. En el listado, humanizan sus ingresos el Hospital Virgen de la Concha de Zamora, Nuestra Señora de Sonsoles en Ávila, Santos Reyes de Aranda de Duero, el General de Segovia, el Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid y el General Río Carrión de Palencia.
Desde presentaciones tímidas a enérgicas bienvenidas, las puertas de estos centros hospitalarios reciben cada tarde una llamada de evasión y diversión. Entre paredes blancas repletas de dibujos, las horas pasan más deprisa cuando las vías, los cables y los monitores pasan a un segundo plano, y la humanización y el respiro empiezan a ser protagonistas. Sonrisas de esperanza y miradas cómplices de quienes esperan este ratito del que cuesta despedirse, pero regresa al día siguiente, cargado de desahogo y, sobre todo, de gratitud.