Bajaba una tarde por la canaleja, caminando despacio, distraído, absorto en mis pensamientos, sin reparar en que a mi encuentro salía Perogrullo; fue una de esas veces en las que hubiera querido evitar al sujeto con un rápido ademán de saludo y alguna torpe excusa del tipo – ¡adiós! tengo mucha prisa–, para continuar el camino acelerando el paso, pero no supe reaccionar, fui incapaz de sacar el móvil del bolsillo a tiempo para simular una conversación importante e irremediablemente tuve que detenerme y entablar conversación con él.
Perogrullo es buena gente, es un tipo simpático, pero tiene una conversación repleta de los más repetidos axiomas y apotegmas, carentes por lo general de todo interés, que aburre al más dispuesto oyente; su parlamento consiste normalmente en una sucesión interminable de simplezas que su interlocutor apenas puede aderezar con algún gesto o interjección suave. Sin embargo, el otro día su discurso captó mi atención, de pronto me di cuenta de que sus manidas tautologías cobraban cierto sentido. Empezó a explicarme que los pobres lo son porque carecen de recursos, en tanto que los ricos se consideran tales porque acumulan más capitales que los demás; siguió aclarándome que a mayor riqueza de unos pocos, mayor pobreza de otros muchos, pues el dinero ni se crea ni se destruye, sólo tiende a acumularse en unas pocas manos; continuó exponiendo cómo las crisis son ocasiones para que los ricos acumulen aún más tesoros, mientras los pobres pierden hasta la camisa y cuando las crisis terminan, los ya no tan necesitados gastan todo lo que ganan para adquirir, a mayor precio, lo que les venden los acaudalados, que siguen incrementando así su fortuna en un ciclo sin fin.
Al cabo de un rato conseguí despachar amablemente a mi interlocutor para proseguir mi paseo, pero no pude librarme de sus palabras, que circulaban libremente por mi cabeza combinándose con mis pensamientos para construir las más variopintas ideas, y así me dio por preguntarme por qué Botín, rico entre los ricos de España, aplaude con tanto entusiasmo la política de un gobierno socialista y pide a su líder que siga liderando los destinos de esta nación; ¿y cuál es la razón de sus exultantes loas al presidente de ese gobierno? Perogrullo lo explicaría de maravilla, se trata de un multimillonario que tiene la expectativa de que el gobierno le haga aumentar aún mucho más su patrimonio, de una persona que salta de gozo al ver cómo la crisis inclina la balanza hacia su lado y por la pendiente se deslizan suavemente los fondos públicos para la recapitalización bancaria y tras ellos vienen las cajas de ahorros, que serán absorbidas por su banco sin el menor escrúpulo. De hecho él no oculta que cree que “es urgente que las cajas se recapitalicen», y afirma que “el plan del Gobierno para fortalecer la solvencia es un paso muy positivo. Las cajas se van a recapitalizar pronto y bien». Está claro, el presidente del Santander celebra que el gobierno español baje los sueldos a los funcionarios y les suba los impuestos junto al resto de los asalariados, retrase y reduzca las pensiones, elimine la protección extraordinaria al desempleo, los incentivos a la natalidad y difiera el pago de sus deudas con los pequeños proveedores, con los becarios y con los dependientes, para obtener un dinero extra que inyectará en las Cajas que, una vez saneadas, serán absorbidas por un precio simbólico por su banco; en resumen, a Botín le gusta que un socialista saque el dinero del bolsillo de los pobres para ingresarlo en la cuenta corriente del Santander. ¡Como para no saltar de felicidad!
Mientras, el paro crece, y José Luis Rodríguez Zapatero, un par de líderes sindicales y dos convidados de piedra en representación de los empresarios, celebran que han conseguido que la mayoría seamos más pobres, y acuden gozosos a recibir a la canciller alemana para explicarle cómo lo han logrado. ¿Me puede explicar alguien por qué estamos en guerra en Libia o por qué hay manifestaciones en Túnez, Egipto, Yemen y medio Magreb mientras en España seguimos viviendo tan contentos, como si aquí no pasara nada? No sé, creo que la próxima vez estaré atento y trataré de evitar a Perogrullo, que me calienta la cabeza y ya no sé si mi juicio permanece lo bastante equilibrado para entender lo que está pasando, buscaré un rato para pensar en otra cosa, quizá aproveche para leer la novela de Irwin Shaw “hombre rico, hombre pobre”…