Un herrero en la Montaña Palentina. Escultura, forja y artesanía en el medio rural como forma de vida para luchar contra la corriente de la llamada España despoblada. José Castrillo pone desde Tarilonte su buen saber y afán para vivir de lo que mejor sabe hacer tras mamar el oficio desde joven.
Detalla en declaraciones a la Agencia Ical que su labor desde el taller está centrada en estos momentos en el tema artístico puro y duro trabajando con galerías de arte. No obstante, lo compatibiliza con la atención a aquellos clientes que requieren actuaciones en mobiliario o creaciones nuevas, dado que fue el origen del taller en su momento.
Todas sus piezas son manuales y no trabaja con piezas conformadas de catálogo. Se crea todo a partir de barras y chapas. Sin olvidar que la mayoría de piezas y mobiliario llevan el sello de identidad del taller, que no es otro que el nudo, puntualiza.
Y es que, la forja y el toque oxidado ha cobrado auge y se está volviendo a ello. Señala que el confinamiento lo pasó en su taller, donde pudo trabajar y desinhibirse con sus creaciones. La falta de materiales hizo dar vueltas al ingenio y comenzó a trabajar con chapas que tenía allí para construir cuadros.
De esa forma, apunta que inició la búsqueda del óxido a partir del fuego, con el objetivo de conseguir su mantenimiento y la diversidad de colores. “Es una de las líneas que ha llegado para quedarse”.
Aunque no es el acabado del óxido que colocan en los edificios, con el acero corten, sino que busca los matices, dado que “lo más complicado es mantener un color único a base de productos únicos, y cesar la oxidación”. Es decir, “no sacar el tono, sino fijarlo”.
Difusión en galerías
Entre su trabajo más artístico se localiza las colaboraciones con Zerbaria, una galería abierta el pasado abril en Cervera de Pisuerga en la que tiene alojadas algunas de sus creaciones.
Por otro lado, comenta que trabaja de manera fija con una galería de La Coruña, así como otra de Madrid, con la que va rotando y cambiando las obras y piezas. Además, tiene otras piezas que van a ser expuestas en Luxemburgo y en Madrid durante este mes.
Castrillo traslada que toda la relación con las galerías surge de sus etapas pasadas en Madrid, como Tormenta y Marea, en la que hizo contactos y se dio a conocer tras ser contratado por una firma importante de joyería a nivel mundial, dado que realizó piezas para Miami, San Francisco y diversas ciudades europeas. Cinco años de trabajo que posibilitó visibilidad para presentar su forma de trabajar y su trayectoria.
Obras como ‘La maleta onírica’ (El niño que soñaba ser artista), que descansa en Zerbaria y fue presentada al Concurso Reina Sofia de Asociación Española de Pintores y Escultores (AEPE), el más prestigioso a nivel nacional, aunque se quedó por los pelos fuera.
Para crear ‘La maleta onírica’, de 2,1 metros de altura, ha jugado con piezas que ya tenía del pasado, a modo de expiación. “He metido un montón de piezas, porque el sentido es una maleta de los sueños, porque tengo la suerte de tener sueños lúcidos con la posibilidad de poder controlarlos brevemente, además de recordar lo sucedido en la mañana siguiente”.
Destaca que esa pieza representa “esa expiación de cosas que le abrumaban por dentro y que ha recopilado en la misma”. Y es que, la maleta está cargada de objetos tan dispares como una calavera que encontró hace unos meses buscando setas, la única pieza que no es de metal, hasta una manzana, un huevo frito o detalles de artistas que más le han marcado.
Se finaliza con una especie de ángel, que simboliza el sueño con la mano dorada que va al despertar, a modo de “cordón umbilical que le une a toda la escultura. Es decir, un viaje astral conectado al alma”, añade Castrillo.
Medio rural
El gerente del taller subraya que desarrollar el oficio en la llamada España vaciada es la apuesta que quiere hacer cada persona con su forma de vivir. “Yo he estado en Madrid y es una vorágine que no me gusta y prefería la tranquilidad del pueblo. En el fondo nunca me fui porque el taller siempre estivo asentado en la Montaña Palentina, pero me apetecía más una forma rural de vida”.
“Es complicado vivir y es necesario dar muchas vueltas para conseguir proyectos y trabajo, como ocurre con los ejemplos de Madrid o Luxemburgo”, agrega, quien reconoce que también hay personas que siguen apostando por el arte y el medio rural.
Desde luego es duro y hay que trabajar y trabajar, porque siempre hay un velo de subvenciones, pero están en el aire. La receta es trabajar y moverse. Todo ello de manera artesana y tradicional.