Si hace un tiempo recopilábamos algunas de las expresiones segovianas más características (Expresiones muy segovianas – Segoviaudaz.es), algunos amigos lectores de Cantalejo nos han animado a compartir sus ‘gacerías’, ese «dilecto» como lo denominan algunos, que arranca caras de sorpresa al escucharlo y alguna que otra risotada. Porque, como nos explican ellos mismos, «una gacería significa literalmente bobada, tontería o ingenuidad».

La gacería era la jerga usada por los fabricantes de trillo, que utiliza palabras de diversos orígenes con el fin de que aquel con el que hacían negocio no entendiera lo que hablaban los trilleros. En el año 1903, el medico del pueblo, Julián Grimau de Burssa, creó el periódico “El Tío Camándulas”, un diario satírico en el que por primera vez se encuentran las primeras muestras de gacería.

Estas referencias no estaban prácticamente documentadas, pero apuntan el origen francés, fijando su nacimiento en el puerto de Marsella.

Pero estos postulados fueron descartados, porque raros eran los casos franceses en la localidad. Tan sólo podemos encontrar palabras como “chien” (perro), y “mer” (alcalde).

Entonces, ¿cómo surge esta jerga?

Cuando llega la repoblación del sur del Duero, entre los siglos X y XII, muchos burgaleses, sorianos y navarros que llegan a Cantalejo son vascoparlantes, según afirma Francisco Fuentenebro, un escritor centrado en las historias del pueblo.

Los primeros vocablos de la gacería son vascos, e incluso árabes, que nacen de la permanencia de éstos en la península.

Ese vocabulario, que había comenzado a perderse fue aprovechado por los trilleros como la semilla para crear su propia lengua.
Utilizada como ya hemos dicho para entenderse entre ellos en sus compras y ventas, no es de extrañar que beba también del caló, la lengua de los gitanos, con los que solían negociar.

Según declaraciones de Zamarro al Norte de Castilla, el escritor ha llegado a la conclusión de que: «Un puñado de vecinos de un lugar minúsculo, analfabetos casi todos, supieron hacerse su propio idioma, su mejor herramienta de trabajo y, sin duda, la pieza más curiosa del patrimonio cultural de Cantalejo. Un verdadero tesoro que solo valoramos cuando nos vemos obligados a utilizarlo. ¡Qué siertería garlear sin que aterven los manes!, o lo que es lo mismo, qué gozada hablar sin que te entiendan aquellos con los que estás haciendo negocio. Su función, con el fin del comercio trillero, parece desaparecida. No obstante, muchos defienden la necesidad de ponerlo en valor y darlo a conocer: «Estudiamos la historia universal y no sabemos nada de lo que ha pasado aquí», comenta.

Su denominación varía de unos autores a otros. Existe desde quienes la consideran un dialecto hasta quienes la consideran un habla local, pasando por otros que la consideran una jerga, lenguaje sectorial o un código lingüístico.

El número de vocablos que se le atribuye a la gacería es muy diverso, según las distintas recopilaciones. Algunos han atribuido 233 ó 240 vocablos, mientras otros 332 ó 353.

Sea como fuere, los vecinos de Cantalejo no quieren que este legado se pierda, por lo que se realizan muchas actividades para que los jóvenes de la localidad aprendan su peculiar lenguaje.

 

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