En un mundo donde priman la inmediatez y la tecnología, no había mejor lugar para encontrar la pausa en la Castilla profunda, en un pequeño pueblo amurallado de aspecto medieval como Urueña (Valladolid), y reflexionar sobre el folclore. Es decir, sobre las tradiciones, las costumbres, las leyendas y las creencias mantenidas en el tiempo. En el marco del Festival Internacional de Literatura en español de Castilla y León, organizado por la Consejería de Cultura, y con el marco de la Villa del Libro, debatieron hoy uno de los máximos referentes del folclore, Joaquín Díaz; el periodista y fundador del grupo de folk Orégano, Alex Grijelmo, y el abogado y músico Antonio Lucio, Tonet. Todos ellos coincidieron en la importancia de mantener el foclore en todas sus expresiones, sobre todo en la España vaciada, aunque la charla estuvo muy centrada en la música y su valor.
Hubo tiempo para hablar de la importancia del folclore, el olvido de una riqueza que ha pasado de abuelos a padres y nietos, los compositores anónimos, la dulzaina e incluso del paisaje, sin olvidar destacar la figura de Joaquín Díaz, que es todo un referente en la materia. También se abordó la pujanza de los festivales folk que se organizan en numerosos pueblos de la Comunidad, con una gran acogida por parte de los amantes de la música. Algo que, según Tonet, demuestra que hay interés por este tipo de melodías, aunque, en ocasiones, se mezclan con ritmos indies para atraer más a los jóvenes.
La jornada contó también con la presencia de Zuaraz, un trío de veinteañeros residente en Madrid capitaneado por los hermanos Santiago y Sebastián Hernández junto al compostelano Xoán Domínguez. Se han convertido en un fenómeno en la recuperación de un estilo de canción que, aparentemente, no les corresponde generacionalmente pero el toque personal de la banda ha conseguido que la canción de serenatas sea absolutamente contemporáneo.
Tonet reconoció que, en la actualidad, hay una “brecha” entre los que recibieron estas canciones de sus padres y abuelos y la forma en que llegan ahora. “Antes, formaban parte del ciclo de la vida y servían para pasar el tiempo, mientras que en la actualidad, es de otra manera ni se utilizan de forma cotidiana”, aseveró. En el mismo sentido, se pronunció Grijelmo, quien precisó que nuestros antepasados acudían a las canciones tradicionales para “usarlas”. Por eso, hay melodías para cada momento de la vida como la siega, la siembra, la trilla y el esquileo, por que llevaban el ritmo del trabajo, sin olvidar los cantos de boda. Además, había canciones para cada mes del año. “Es increíble la riqueza que se está olvidando por que ahora, por ejemplo, ya no se cantan las canciones de cuna e infantiles a los niños”, subrayó el periodista.
Y es que Alex Grijelmo advirtió que el fenómeno de la España vaciada no solo tiene su impacto en la pérdida de las tradiciones sino incluso de las propias palabras asociadas a los trabajos en el campo, el cuidado de los animales y las plantas. “Esas palabras sabias apenas las conocen ahora la gente”, lamentó. Antonio Lucio incluyó los términos de “cocreación” e “inteligencia colectiva”. No en vano, destacó que todo el folclore y toda la cultura tradicional en todos los ámbitos es “cocreación”, por lo que es tan necesario mantenerlo vivo.
El título del encuentro ‘Del origen al mestizaje en el folklore’ descolocó a más de uno por que, incluso, el propio Joaquín Díaz apuntó a la Agencia Ical que el título era un “poco pretencioso” porque, a su juicio, el mestizaje es una “etiqueta”, que existe en el momento de la llegada de los españoles a América con la mezcla de las castas. “Era una etiqueta de la administración para diferenciar a las personas”, precisó.
De ahí que abogara por hablar mejor de fusión, que no es otra cosa que la combinación de estilos, géneros y sonidos que se produce en la música tradicional. “Afortunadamente, la música tradicional es producto de una evolución y ello implica que exista una fusión para que deje existir el sonido primitivo para que, luego, se mezcle con otros nuevos”, añadió.
Por su parte, Tonet se refirió al patrimonio arquitectónico tangible pero también al cultural intangible, en valores, tradiciones y culturas. Eso sí, se opuso al término utilizado de arqueología musical para referirse al folclore por que es algo “vivo” y “rico”, que está ahí.
Papel de la dulzaina
En cuanto al papel protagonista que juega la dulzaina en el folclore, el dulzainero Antonio Lucio -que arrancó su afición en la Escuela de Dulzaina de Segovia y de maestros como Mariano San Romualdo y Luis Barreno, para luego formar parte del grupo de dulzainas Rebolada y de títeres Libélula- señaló que es un instrumento cuyo origen es desconocido, aunque, posiblemente, tenga relación con el mundo árabe pero también de la cultura celta. Alex Grijelmo hizo hincapié que el origen árabe de la dulzaina contrasta con el hecho de que no haya pervivido en Andalucía como apenas quedan instrumentos populares de viento. “Al final, fue desplazada por la guitarra por que es más alegre en el baile y la fiesta, con cloro incluido. Si entra la dulzaina, ya no hay nada más, solo tambor, pero sin coro ni voz”, aseveró Tonet.
El periodista reconoció que la dulzaina tiene una afinación “dificilísima” por lo que es muy complicado que “congenie” con otros instrumentos. “Al final, la convierte en algo que no casa con nada, acaso con el tambor, porque es muy complicado meterla en una orquesta”, manifestó. Y Grijelmo sabe de lo que habla puesto que es uno de los fundadores del grupo burgalés Orégano, fundado en 1976. Tuvieron sus años de mucha actividad, pese a ser aficionado, aunque la muerte de Cristina Echevarrieta, la voz femenina del grupo, en 2020 les ha alejado de los escenarios. Su viudo Javier Prada es otro de los miembros fundadores de Orégano.
Como experto en la literatura de cordel y los romances de ciego que iban de pueblo en pueblo, Joaquín Díaz valoró la importancia de unir la literatura con el folclore musical. No en vano, declaró que todas las canciones tienen letras y la tradición produce géneros narrativos que se van “mejorando” con el tiempo y produce esos textos que se “pulen” con el paso de los años. Al final, desemboca en géneros como el romance, la canción narrativa y el cuento, entre otros. A su juicio, en muchas ocasiones, los literatos “crean o recrean” para hacer sus propias producciones.