Desde hace unos días, una de las paredes del CEO La Sierra de Prádena luce otro color. En realidad, luce ochenta y ocho colores; ochenta y nueve si se cuenta la propia tonalidad de la pared. Y todos ellos en diligente armonía. En perfecta humanidad. Desde hace unos días, una de las paredes del CEO La Sierra de Prádena emula el trabajo ‘Humanae’ de la fotógrafa brasileña Angélica Dass y luce un mural de cerca de dos metros y medio de ancho por más de un metro y medio de alto con el que los alumnos y profesores del centro han conseguido ponerle cara a la tolerancia, el respeto, la diversidad, la identidad, la pluralidad y, paradójicamente, también la igualdad. Y todo, sin necesidad de ir más allá del foco del objetivo de la cámara del fotógrafo Javier Ocampos y de la mirada conceptual de la artista Raquel Bartolomé.
“Raquel y yo colaboramos siempre que podemos”, explica Ocampos, quien comenta que ambos se encuentran trabajando en la creación de un colectivo de artistas en Segovia y apunta que “estaba dándole vueltas a la idea de trabajar el retrato fotográfico en centros educativos y Raquel me comentó la posibilidad de llevar a cabo la idea de Humanae en el colegio”. Padre de una de las alumnas del centro, el fotógrafo se interesó de inmediato por la historia que escondía ‘Humanae’ y juntos presentaron el proyecto al centro como un “trabajo ideal para abordar la diversidad y el autoconocimiento desde la fotografía y el arte”, afirma Ocampos.
Y como tal lo recibieron Paloma Sancho, directora del colegio, y Belén Victoria, jefa de Estudios -que, además, había trabajado antes con Raquel Bartolomé-, para quienes el proyecto, que ha contado con la colaboración de la Diputación para su ejecución, “encajaba perfectamente en el contenido didáctico del curso”. “Es un proyecto redondo y al final el resultado ha trascendido en una mayor riqueza de la que pensábamos al principio”, asegura la profesora, haciendo hincapié en que “el hecho de haberlo realizado durante la pandemia, en un momento en el que casi se nos han olvidado las caras, en una época en la que los niños prácticamente sólo conviven con los de su clase en grupos burbuja, ha supuesto que nadie haya juzgado, que nadie haya encontrado ni guapos ni feos y que durante los tres primeros días que el mural ha estado colgado, todos nos hayamos quedado mirándolo embobados cada vez que pasábamos por allí”.
La obra no merece menos y la iniciativa, que comenzó en abril y ha pasado por diferentes fases, tampoco. Y es que, antes de que el ‘Humanae’ del CEO La Sierra llegase a ser el collage de rostros enmarcados en cuadrados de veinte por veinte que es ahora, profesores y alumnos -desde los tres hasta los doce años- trabajaron con curiosidad y entusiasmo para descubrir la obra inicial de la fotógrafa brasileña. Así, pudieron saber que esta propuesta de arte contemporáneo parte de la reflexión de Dass sobre el color de la piel y su documentación fotográfica sobre los verdaderos colores de la humanidad; un trabajo que echa por tierra las falsas etiquetas -blancas, negras y amarillas- que siempre han estado asociadas a las razas y en el que la artista ha fotografiado a voluntarios de todo tipo de creencias, identidades de género, edades o capacidades. Todos, eso sí, presentados en la misma escala, formato y encuadre, pero con un ligero matiz diferente: el fondo en el código cromático que corresponde a su tono de piel. Todos iguales pero distintos.
Esto también sucede en la propia obra del CEO La Sierra, para cuya composición, profesores y alumnos se emplearon a fondo en distintas actividades previas a la toma de los retratos; “vimos un vídeo de Angélica en el que explicaba ‘Humanae’, los profesores hicimos un taller para pintar nuestros propios retratos con témperas que luego llevamos a cabo en clase con los alumnos, algunas clases incluso trabajaron con alimentos cuyo color se asemejaba al de su piel…”, rememora el equipo directivo del centro, constatando que proyectos como el propuesto por Javier Ocampos y Raquel Bartolomé han hecho “gratificante un curso tan duro como éste”.
Como anécdota, además, los profesores implicados en el proyecto apuntan que “la profesora de la religión, que ha estado fuera de toda esta historia, nos comentó que, después de esta actividad, en algún dibujo que les ha pedido hacer para clase, los alumnos han utilizado diferentes colores carne”, algo que refleja el impacto que ha tenido sobre los pequeños la iniciativa y que refuerza la idea original de Ángelica Dass sobre el mundo multicolor, y sin embargo igual en el que vivimos. “Ha sido muy interesante para todos”, asegura Javier Ocampos, quien admite que “hasta que no llegué a casa con las fotografías y me puse a trabajar en ello, no me di cuenta de lo enriquecedor que había sido y no fui consciente de que lo que habíamos creado había superado las expectativas de nuestra idea inicial”.
Para terminar, el fotógrafo, mientras confía en que este proyecto pueda extenderse a otros centros, entidades o instituciones de la provincia, confiesa que ha puesto al corriente de lo sucedido en Prádena a Angélica Dass y que la artista está “encantada y expectante” por conocer el resultado. Un resultado que, como avanza Belén Victoria, seguirá “durante mucho tiempo” haciendo de la pared en la que está colocado un rincón de la diversidad en el que el color se exhibe a través de ochenta y ocho de sus colores.