Un total de 40 días para completar el recorrido de 1.530 kilómetros que separa la ciudad francesa de Le Puy-en-Velay de la gallega de Santiago de Compostela. Ése es el tiempo que Severine Musa invirtió en su peregrinación a bordo de una ‘wheel’, un curioso ‘segway’ de una sola rueda que funciona con electricidad y se acciona mediante la inclinación del pasajero. “Todos los ciclistas me decían en broma que había perdido una rueda”, explica Severine, cuya compostela acredita que completó el Camino a bordo de “una bicicleta un poquito especial”.
Severine, que vive en el área metropolitana de Lyon, empezó a utilizar este medio de locomoción en julio del año pasado, como vía de escape a la angustia causada por las restricciones aplicadas para hacer frente a la pandemia. Aunque su uso está muy difundido en las grandes ciudades, especialmente las del continente asiático, la francesa defiende que “también se puede usar en la naturaleza”. “Yo aprendía a usarlo en un parque de 2.200 hectáreas que hay alrededor de la ciudad y me acostumbré a utilizarlo en caminos”, explica la peregrina, que asegura que este uso ‘off-road’ le permite un contacto más directo con la naturaleza.
Al no enfrentarse por primera vez a este tipo de desafíos, Severine sabía que su vehículo no era el más aconsejable para transitar en tramos con demasiadas piedras. Los 22 kilos de peso del aparato tampoco hacen fácil cargar con él en estos tramos, de manera que la solución encontrada por Severine era expeditiva. “Yo me bajo y lo llevo rodando, con la mochila encima”, resuelve. Esos momentos le valieron al vehículo el apodo cariñoso con el que su dueña se refiere a él: “mi caballito”. “A veces ando junto a él y otras veces voy subida en él y me ayuda, aunque no necesita agua o hierba, necesita electricidad”, explica.
Precisamente la autonomía del aparato es una de las cuestiones que más preguntas despertó a su paso por las diferentes localidades del Camino. “Cada día había 10 o 20 personas que me preguntaban cuanta autonomía tenía”, asegura Severine. La respuesta, en este caso, es 80 kilómetros, con una carga de entre cuatro y cinco horas. “Hay días en los que después de hacer 50 kilómetros aún le quedaba el 60 por ciento de la batería”, explica la francesa. “Él se recarga más rápido que yo”, bromea.
A razón de 30 kilómetros al día en el recorrido por tierras francesas y subiendo la media a 50 kilómetros diarios en la parte española, Severine iba completando etapas más rápido que los peregrinos que van a pie, pero más despacio que los que van en bicicleta. “Un hombre iba al mismo ritmo que yo, un chico que hacía las etapas corriendo”, explica asombrada. Aunque su ‘caballito’ alcanza los 40 kilómetros por hora, ella prefirió usarlo a menos velocidad. “Yo quería vivir el Camino, hablar con la gente y disfrutar de la naturaleza”, resume.
En cuanto a las dificultades a la hora de usar la ‘wheel’, la peregrina explica que “lo más difícil es empezar, como con la bicicleta”. La clave está en el equilibrio y las pesadas mochilas de los peregrinos no son un buen compañero de viaje, especialmente cuando aparecen pendientes en el horizonte. “No es tan fácil como parece, necesitas un poco de resistencia para aguantar seis horas bajo el sol”, reconoce Severine.
Vía Podiensis
La variante del Camino de Santiago completada por Severine es la más popular y antigua de las que atraviesa Francia y su origen se remonta al siglo X. Conocida como Vía Podiensis, la ruta arranca en el municipio de Le Puy-en-Velay, en la zona del alto Loira, que sirve como punto de partida a peregrinos procedentes del centro y el este de Europa.
Según los últimos datos de la Oficina del Peregrino, en 2018 fueron 3.028 los que partieron desde esta localidad y recogieron la compostela a su llegada a Santiago. Sin embargo, según los datos de las asociaciones jacobeas de Francia, aunque el cómputo solo es aproximativo, se calcula que cada año alrededor de 30.000 peregrinos recorren este itinerario.
A lo largo de los 750 kilómetros de recorrido por tierras francesas hasta la localidad de Saint-Jean-Pied-de-Port, en la frontera española, numerosos albergues, monumentos y hospitales de peregrinos dan fe del esplendor que tuvo esta ruta de peregrinación durante la Edad Media.