Segoviaudaz continúa con su colaboración con Cruz Roja en la semana en la que se celebra el Día de los Derechos Humanos. Hoy cedemos nuestro medio a Iván de Frutos Padilla de 4º de la E.S.O
Cuestión de prioridades
El otro día, mientras estaba escuchando música en mi habitación, una de las canciones de Melendi llamó mi atención. Se titula Cuestión de prioridades y, aunque la había escuchado en cientos de ocasiones, solo en ese momento me di cuenta de lo que realmente decía. Su letra habla de lo materialista que es el mundo occidental y de cómo, mientras a mil kilómetros de aquí la gente se está muriendo en la más absoluta miseria, aquí nos preocupamos de cosas banales e insustanciales como qué hacer para conseguir el nuevo Iphone o cómo ser el más envidiado de la panda.
Y es que creo que ninguno de nosotros nos hemos parado nunca a pensar lo duro que tiene que ser para una madre ver morir a un hijo de inanición mientras sabe que, en otra parte del mundo, tras un largo océano, hay otros que jamás estarán en esa situación… “Que la metralla se convierta en chocolate para comerla o fumarla, qué más da, y que mi hijo tenga una salud de hierro y se parezca a su mamá.”
Ahora, desde que presto atención a palabras como estas, soy consciente de aquí que no hacemos nada para mejorar la situación de los países menos desfavorecidos. En el continente africano, así como en muchas otras partes del mundo, sus pueblos llevan toda la vida sufriendo; en unos casos sus habitantes mueren de hambre, en otros, de enfermedades en otras partes ya erradicadas; unos son víctimas de guerras atroces que provocan dictadores desalmados, a otros les azotan los peores desastres naturales y, para colmo de males, ahora, virus mortales… Pocas palabras bastan para expresar el sentimiento de las miles de almas que lo sufren: DESOLACIÓN, DESESPERACIÓN, IMPOTENCIA.
Ante imágenes que nos muestran todo esto a diario, muchos apagamos la tele, no queremos ver desgracias: ¡bastantes tenemos aquí y!; nos desentendemos de la situación, decidimos que ¿para qué vamos a dar dinero si se lo van a quedar las ONGs que se encargan de hacer llegar la ayuda humanitaria? y acallamos nuestras conciencias dando un kilo de alimento o apadrinando a un niño en Navidad.
“Que la metralla se convierta en chocolate…” Y quienes afortunadamente no sufrimos esto, nos preocupamos de cosas más importantes: financiar un ejército, perfeccionar armas nucleares, fabricar los mejores tanques, aviones de combate que se pilotan a distancia… ¿Y todo para qué? Para defendernos, pero, defendernos ¿de qué?, ¿de quién? ¡Ah, sí!, ¿de todo un ejército de negritos que cada día se encaraman a una valla con intención de dar el salto a una vida mejor? ¿No sería más útil emplear ese dinero en proporcionar los medios necesarios a esos pueblos para ser autosuficientes, para enseñarles a cultivar sus tierras, para cavar pozos, para crear trabajo, para impulsar la educación y proporcionar una mínima sanidad? Quien tiene la oportunidad de una vida digna en su tierra, no abandona sus raíces…
Es curioso cómo muchos jóvenes vemos esto mientras quienes nos dirigen miran hacia otro lado… debe de ser que, con la edad, se pierde la perspectiva ¡Qué lástima! Espero que algún día, lo que a muchos de nosotros nos parece razonable sea lo que exige el mundo entero.