Los próximos estrenos de ‘The Way’ (Emilio Estévez, 2010), una coproducción hispano-estadounidense protagonizada por Martin Sheen que llegará a las pantallas el 19 de noviembre, y la española ‘O apóstolo’ (Fernando Cortizo, 2010), la primera producción europea de animación ‘stop-motion’ en 3D, se juegan el poder cambiar la eterna mala racha del cine de ficción jacobeo, un subgénero que, salvo honrosas excepciones, nunca ha contado con la complicidad del público.
“Una de las constantes del cine jacobeo es que no funciona bien en taquilla. En la relación de 20 películas de ficción que cito en mi libro no hay un taquillazo”, recuerda, en una entrevista mantenida con la agencia Ical, el periodista y escritor cinematográfico pamplonés Ramón Herrera Torres, autor de ‘Cine jacobeo’ (Editorial Mensajero, 2008), la única monografía disponible en España sobre el tema.
El continuado fracaso comercial de este tipo de cintas contrasta paradójicamente con las múltiples posibilidades que ofrece, desde el punto de vista argumental, el Camino de Santiago: batallas en la reconquista contra los moros, intrigas medievales, peripecias de corte picaresco, cine histórico puro y duro, religioso y milagrero…
“El tema jacobeo tiene ingredientes para ser muy cinematográfico… Me viene a la cabeza como modelo ‘El nombre de la rosa’ o películas de ese corte, tratadas como una superproducción”, apunta el crítico, quien todavía alberga la esperanza de “un resurgimiento del cine de ficción jacobeo”, de la mano de “algún productor norteamericano” que esté dispuesto a levantar “una superproducción dirigida por James Cameron, Steven Spielberg o por otro de segunda o tercera fila, con un argumento medieval de Toti Martínez de Lezea, que en estos momentos está muy en boga”. Pero esas conjeturas pertenecen únicamente al territorio de lo futurible…
De regreso a la tangible realidad, cabe establecer otra constante más del cine jacobeo: su pertenencia, prácticamente en exclusiva, a las cinematografías española y francesa, las de los países que más relación tienen con el itinerario a Compostela.
El cine del franquismo
El cine jacobeo español nació en pleno franquismo, gracias al auge del género religioso y de reafirmación de valores del nacionalcatolicismo, tipo ‘La mies es mucha’ (José Luis Sáenz de Heredia, 1948), ‘Balarrasa’ (José Antonio Nieves Conde, 1951), ‘Marcelino pan y vino’ (Ladislao Vajda, 1955) o ‘Molokai, la isla maldita’ (Luis Lucia, 1959).
‘El pórtico de la gloria’ (Rafael J. Salvia, 1953), protagonizada por el entonces famoso fraile-actor mexicano José Mojica, Lina Rosales, Santiago Rivero y una jovencísima Lola Herrera, podría considerarse la película inaugural del cine de ficción jacobeo. Su argumento narra las peripecias de un grupo de niños del Orfeón Infantil Mejicano que, coincidiendo con el Año Santo, peregrinan a Compostela. En su viaje, conocerán a una mujer rica y elegante, pero triste y de turbio pasado, que les ofrecerá su protección.
El siempre cumplidor Nieves Conde se encargó de otro filme de exaltación de valores, ‘Cotolay’ (1966), que según el crítico Ramón Herrera tenía “muchos motivos de interés”, pero “falló” porque su protagonista, Vicente Parra, un famoso galán de la época, “no era convincente en el papel protagonista”, un Francisco de Asís que viaja a tierras de Santiago para conseguir el dinero necesario para fundar el primer convento de la orden en España.
“Pudo ser una película mucho mejor. El problema es su protagonista, no porque fuera mejor ni peor sino porque estaba muy encasillado como galán. Imaginártelo como San Francisco costaba mucho y sigue costando. Hay un niño francés, Didier Haudepin, muy conocido en la época, que resulta bastante convincente. Y la ambientación también, aunque tiene mucho de cartón piedra, cuando estaban construyendo la catedral de Santiago y el pórtico de la gloria; incluso aparece el maestro Mateo, interpretado por José Bódalo”, señala el crítico.
Tanto ‘El pórtico de la gloria’ como ‘Cotolay’ estuvieron pensadas para estrenarse en Años Jacobeos, pero la burocracia de la censura ralentizó el rodaje y la posproducción y no llegaron a tiempo para la efeméride, como indica Herrera.
La trilogía de cine religioso y de reafirmación nacionalcatólica se cierra con ‘El bordón y la estrella’ (León Klimovsky, 1966), basada en el libro infantil homónimo, escrito por Joaquín Aguirre Bellver. La cinta, protagonizada por Carlos Estrada y Luis Ángel Nolia ‘Pipo’, cuenta la historia de un preso condenado por un delito que no ha cometido, que busca la redención en el Camino de Santiago, y del niño que lo acompaña.
En el apartado de cine épico, y siguiendo la estela de ‘El Cid’ (Anthony Mann, 1961), productores norteamericanos y españoles llevaron a la pantalla la historia del conde Fernán González, interpretado por el inefable Espartaco Santoni, bajo el título ‘El valle de las espadas’ (Javier Setó, 1963).
La cinta, que incluye hasta una milagrosa aparición de Santiago en su encarnación de héroe ‘matamoros’, fue un sonoro fracaso, a pesar de sus pretensiones épicas y de estar rodada en escenarios reales de Covarrubias, Berlanga de Duero, Peñafiel o Soria, pero con una producción, un reparto y un guión muy inferiores a los que manejó Mann.
Las imprescindibles
Tres años después de la malograda cinta sobre Fernán González llegó a las pantallas la película que Herrera considera “el primer referente obligado” de la filmografía jacobea, y el más conocido hasta la fecha, ‘La vía láctea’ (Luis Buñuel, 1969), que el personalísimo cineasta de Calanda aprovecha “como excusa para hablar de lo divino y de lo humano, de sus temas habituales y de las herejías que según la religión católica han tenido lugar en la historia de la humanidad”.
Cornelio Jansen, creador del jansenismo, y San Ignacio de Loyola, entre muchos otros personajes históricos, se cruzan en el filme de Buñuel, único de esta temática que respondió más favorablemente en la taquilla.
Pero más allá de los delirios buñuelianos de ‘La vía láctea’, el crítico Ramón Herrera identifica como “película por excelencia del Camino de Santiago” ‘La chanson de Roland (Frank Cassenti, 1978), una cinta histórica francesa que a este lado de los Pirineos sólo se exhibió en salas de Madrid y Barcelona y que es casi ilocalizable -el DVD francés se publicó en 2003 y actualmente está descatalogado y en España se editó en vídeo VHS, hoy desaparecido, bajo el título ‘La batalla de Roncesvalles’-.
“Es la película más completa, desde un punto de vista muy cinéfilo, y la más desconocida”, puntualiza el periodista, quien la valora por su mirada poliédrica sobre “los mitos, la historia, la religión… y la instrumentalización que en un momento determinado se puede hacer de la fe religiosa”.
El largometraje cuenta las peripecias de un grupo de peregrinos del siglo XIII que, empujados por el mito de Rolando y la batalla de Roncesvalles del 778, emprenden “con toda la fe del mundo” el Camino de Santiago, que, “como todo camino, es una fuente de aprendizaje, conocimiento y experiencias”, pero, también, un reflejo de las miserias de la época, físicas y espirituales. Para Herrera, ‘La chanson de Roland’ es “terriblemente lúcida y esclarecedora” y, más que antirreligiosa, “un pelín anticlerical”.
Adaptaciones literarias
El viaje por el cine jacobeo de ficción quedaría incompleto sin una mención a las adaptaciones literarias: ‘La dama del alba’ (Francisco Rovira Beleta, 1966), basada en la obra de teatro homónima de Alejandro Casona, en la que se funden diversas referencias mágicas, folclóricas y religiosas y en la que la muerte adopta la apariencia de peregrina; y ‘Flor de santidad’ (1973), primera y única incursión en la dirección cinematográfica de Adolfo Marsillach.
El desaparecido actor y director se basa en una novela de Valle-Inclán para recrear la historia, teñida del gusto por el folclore y la leyenda propio del modernismo del siglo XIX, de una pastora adolescente, poseída por un misterioso peregrino en un establo de Galicia.
Comedias
En los últimos años, el cine jacobeo ha experimentado una tendencia hacia la comedia, con tres ejemplos muy dispares, procedentes de Alemania, Francia y España. “El momento cómico por excelencia”, según Ramón Herrera, pertenece a ‘Galatasaray-Dépor’ (Hannes Stöhr, 2005), una cinta episódica en uno de cuyos segmentos un peregrino húngaro recala en Compostela el día de la final de la Champions.
El robo de su cámara de fotos, con la que ha registrado todo el viaje, motivará una serie de “situaciones kafkianas, surrealistas y delirantes”, a medio camino entre los hermanos Marx y ‘Atrapado en el tiempo’ (Harold Ramis, 1993).
La francesa ‘Peregrinos’ (Coline Serreau, 2005) está protagonizada por tres hermanos que no se soportan y que se verán obligados a hacer juntos la ruta jacobea para poder acceder a la herencia de su madre. El filme de Serrau “se puede ver”, según el crítico, al contrario que la española ‘Al final del camino’ (Roberto Santiago, 2009), que Herrera califica de “infumable, sonrojante y cansina en la comicidad de sus protagonistas”, los televisivos Fernando Tejero y Malena Alterio.
Para el recuerdo quedan rarezas como ‘Gisaku’ (Baltasar Pedrosa, 2005), un largometraje de animación, hecho en España pero al estilo ‘anime’ japonés, que incluye “referencias” al Camino de Santiago; y la primera y única parte de una inconclusa trilogía, ‘Americano’ (Kevin Noland, 2005), que empieza en los sanfermines de Pamplona y acaba en plena ruta jacobea.
En televisión
La ficción para televisión también ha tenido su cuota jacobea, personificada en el corto ‘La rosa de piedra’ (Manuel Palacios, 1999), encargado por Canal + y escrito por el literato gallego Manuel Rivas y Elvira Varela; y ‘Camino de Santiago’, una miniserie dirigida por el veterano Robert Young y estrenada por Antena 3.
Basada en un argumento original de Arturo Pérez-Reverte, sobre una serie de crímenes relacionados con el Juego de la oca y la propia ruta jacobea, contó con un reparto internacional, encabezado por Anthony Quinn, Charlton Heston, Anne Archer, Joaquim de Almeida y Robert Wagner, y llegó a estrenarse remontada como largometraje en salas comerciales de varios países.
La leyenda que rodea la tumba del apóstol y la identidad de los restos allí depositados es el eje central del segundo episodio de la malograda serie ‘Quart’, estrenada por Antena 3 en 2007 y cancelada tras seis capítulos. El vallisoletano Roberto Enríquez da vida al protagonista, el padre Lorenzo Quart, un investigador del Vaticano salido también de la pluma de Pérez-Reverte para su novela ‘La piel del tambor’.